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La mayoría de mujeres que consumen sustancias psicoactivas en Colombia han sido víctimas de violencia de género bajo sus efectos

Un informe de la corporación Acción Técnica devela la particularidad de las experiencias de las mujeres al momento de consumir

Una mujer en las calles de Medellín (Colombia).
Una mujer en las calles de Medellín (Colombia).Santiago Mesa

La relación de las mujeres con las drogas ha sido por muchos años un tabú. En la mayoría de estudios han sido subrepresentadas o su presencia se ha limitado al tráfico o a delitos vinculados con las drogas. Por esas razones, el proyecto Échele cabeza cuando se dé en la cabeza, de la Corporación Acción Técnica Social (ATS), realizó el informe Mujeres y drogas en Colombia, que concluye que las violencias de género pululan bajo los efectos de sustancias psicoactivas: el 60,56% de ellas dijo haber sido víctima de alguna de ellas, incluyendo 13,44%, que dijo haber sido violada.

La investigación realizada por Vannesa Morris, Estefanía Villamizar, Sofía Vaca y David Bautista parte de entrevistas a 3.058 mujeres de diferentes ciudades del país y busca dar un enfoque de género al consumo de sustancias psicoactivas legales e ilegales desde una perspectiva de reducción del riesgo. Para Morris, “tener esta información permite implementar acciones diferenciadas y aterrizadas a las necesidades reales que tenemos las mujeres”, y agrega que ejercicios de este tipo resultan clave a la hora de construir políticas de drogas eficaces.

Entre los hallazgos generales se encuentran que la sustancia legal que más consumen las mujeres es el alcohol y las ilegales son el cannabis, seguido del MDMA y el LSD, y que las principales razones de usar son el placer (68,9%) y el ocio (68.38%). También muestra que las encuestadas no tienen el hábito analizar las sustancias para saber qué están consumiendo.

Uno de los capítulos que más resaltan los investigadores es el de la violencia de género, en la que, además de las violaciones, las agresiones más comunes que registran las encuestadas son el acoso verbal (35,87%), el acoso físico (34,47%) y la violencia psicológica (15,96%). Adicionalmente, el 59% de entrevistadas aseguró haber sido testigo de otras mujeres en condición de vulnerabilidad, y el 71,78% señaló que fueron ellas quienes les prestaron ayuda. A esto se le suma que el 38% mencionó haber sido víctima de violencia por parte de la policía mediante acoso verbal (37.05%) y físico (1,74%).

Si bien esta problemática ya ha sido denunciada en diferentes ocasiones por organizaciones y plataformas feministas, para la experta Luisa Uribe, miembro del colectivo ECO ―que impulsa la formación de comunidades de música electrónica autogestionadas y que ha trabajado para frenar las violencias basadas en género en fiestas y escenarios similares― hay un debate pendiente. “La construcción de espacios más seguros pasa por reconocer que las violencias están ahí. Muchas personas no quieren hablar de las fiestas como espacios en los que se reproducen dinámicas violentas”, expresa Uribe. Añade que los hallazgos refuerzan la necesidad de que se establezcan protocolos de prevención en los que participen promotores, disc jockeys y asistentes, para que sepan cómo reaccionar si se presentan casos de violencia. El informe indica que en el 46,30% de los casos donde las mujeres agredidas acudieron a personal de los bares estos “no hicieron nada”.

Un tema novedoso tiene que ver con el consumo de sustancias psicoactivas y la salud sexual y reproductiva. El informe señala que no existe información que profundice en esta faceta, lo que confirma los vacíos que hay en el enfoque de género en los estudios sobre drogas. Las encuestas arrojaron que alrededor del 20% de las encuestadas notó cambios en su ciclo menstrual al consumir sustancias psicoactivas.

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Los testimonios recogidos muestran que el estigma contra las consumidoras se acrecentó cuando quienes consumen son madres o están embarazadas, y que aumenta de manera particular en su familia y su pareja. Aun así, todas las encuestadas afirmaron consumir algún tipo de sustancia durante el embarazo; a diferencia del tiempo de lactancia, donde en su mayoría dijo no haber consumido ninguna sustancia psicoactiva, legal o ilegal.

El estudio hace énfasis en que es preciso integrar las experiencias de personas con identidades y orientaciones sexuales diversas, como las mujeres trans que participaron de las encuestas y que aportaron aristas que enriquecen las reflexiones y viven de manera diferencial el consumo de SPA, por ejemplo cuando hacen uso de tratamientos hormonales.

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