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La niña colombiana de 11 años que reivindica a Roald Dahl

Elena Velasco escribió una carta a la editorial del autor británico para que no modifique algunos de sus libros favoritos. “Si la literatura infantil se pone a ser más correcta y a querer enseñarnos, va a dejar de interesarnos”, afirma

Elena Velasco posa para un retrato en la librería Espantapájaros, en Bogotá, el 24 de febrero del 2023.
Elena Velasco posa para un retrato en la librería Espantapájaros, en Bogotá, el 24 de febrero del 2023.Diego Cuevas
Lucas Reynoso

Elena Velasco, una niña colombiana de 11 años, se enteró hace unos días de que el sello editorial Puffin quería retocar los libros de Roald Dahl. La intención era hacerlos más inclusivos, sin descripciones como “gordos” o “feos” ni menciones a autores acusados de colonialistas como Rudyard Kipling. Y a Elena esto no le gustó. Le brotó un discurso de rechazo que le recitó a su madre y que después derivó en una carta. “Ustedes están leyendo los libros como editores y no como lectores”, acusó. Para ella, los textos que ha atesorado desde sus siete años corren el riesgo de perder su esencia.

La primera de las obras de Dahl que fascinó a Elena fue La maravillosa medicina de Jorge. Allí, se adentró en el mundo de un niño que se harta de los maltratos de su abuela y decide prepararle una extraña medicina. “Le echó de todo... gasolina, pintura, esmalte de uñas y medicamentos para animales. Se la dio y ella empezó a crecer y crecer hasta que rompió el techo de la casa”, cuenta Elena. Según ella, es una historia sencilla que es ideal para comenzar a adentrarse en el autor británico. No la considera cruel: “La abuela no sufre, ella es feliz cuando duerme en el granero, antes no salía nunca”.

La joven lectora no cree que a ningún niño se le vaya a ocurrir imitar al protagonista. “Los niños no somos tontos. A mi edad uno sabe que es ficción y, cuando era más pequeña, estaba contado de una forma que hacía que una no pensara en hacerlo. No es sobre influenciar, sino de disfrutar”, comenta. Para ella, el componente burlón de Dahl es esencial. Los niños se identifican, se entretienen y se mantienen enganchados. Por ello, cambiar el texto implica grandes riesgos. “Si la literatura infantil se pone a ser más correcta y a querer enseñarnos, va a dejar de interesarnos. Se va a volver más una obligación que algo divertido”, sentencia Elena.

El impacto de estos textos en Elena, sin embargo, va más allá del entretenimiento. Como lectora ha adquirido una mirada puntillosa y afilada, atenta a cada detalle de los libros. Considera importante, por ejemplo, resaltar que Dahl no mató a la abuela de La maravillosa medicina de Jorge y dejó “un final abierto”. También que Las Brujas, su libro favorito del escritor británico, le encanta porque tiene “pausas” que permiten conocer mejor a los personajes. Un niño convertido en ratón y una abuela que esta vez es afectuosa se expresan sin prisas en medio de la trama: “Hablan de cuánto tiempo va a vivir cada uno. Al niño le da miedo que su abuela se muera o que él se muera antes por ser un ratón”.

La escritora Yolanda Reyes, directora de la librería Espantapájaros, resalta la capacidad de análisis de Elena. Fue por eso que publicó la carta cuando le llegó a través de la madre de la niña: “Me pareció que era darle voz a quienes a veces tratamos con excesiva condescendencia y subestimamos en sus capacidades interpretativas”. Según la escritora, la literatura infantil sufre desde hace años de las “buenas intenciones” de los adultos, que confunden la literatura con “educar”. No le agrada cuando los padres le exigen que los textos traigan una carga de valores o le piden libros de autoayuda. “Los niños tienen derecho a leer buena literatura”, subraya.

La librera, antigua maestra de Elena, recuerda que Dahl estuvo siempre “rabiosamente” a favor de los niños y abominaba que se los tratara de manera condescendiente. Se ponía del lado de ellos, con retratos sarcásticos de adultos malvados, grotescos o ridículos. Y Elena coincide. Señala que Dahl lograba empatizar porque rememoraba las experiencias de su propia niñez: “Hice varias exposiciones sobre él en el colegio y me he dado cuenta de las conexiones con su propia vida. Había una celadora que le caía mal en el internado... de ahí se inspiró para el personaje de la directora Tronchatoro en Matilda”.

Elena Velasco escribió una carta a la editorial del escritor británico para que no modifique algunos de sus libros favoritos.
Elena Velasco escribió una carta a la editorial del escritor británico para que no modifique algunos de sus libros favoritos.Diego Cuevas

La muerte del autor

Un aspecto central de la carta de Elena es que Roald Dahl murió en 1990, hace más de 32 años. “Él no puede decidir que le hagan cambios a sus historias”, les recuerda a los editores británicos. Y, en entrevista con este periódico, enfatiza que esto es una transgresión grave: “Ellos no son él y no piensan como él. Si cambian sus libros, van a acabar no siendo suyos”. Según Elena, es imposible imaginar a la malvada Tronchatoro como una mujer “hipercorrecta”, con un vocabulario y tono amable hacia los niños. El personaje y la historia se perderían.

La editorial anunció el viernes que daba marcha atrás, al menos parcialmente: imprimirá tanto las versiones originales como las adaptadas. Elena, sin embargo, no está del todo satisfecha. Dice que valora que den la opción de comprar el texto inicial o el nuevo, pero afirma que le sigue pareciendo innecesario. “Yo no compraría una versión nueva modificada”, remarca. Y por suerte no tiene problemas para evitarlo, ya que la editorial española no hará cambios.

La madre de Elena le anuncia a su hija, al concluir la entrevista, que ya han llegado a casa versiones originales de El dedo mágico y el trabajo autobiográfico Boy. Son los dos libros de Dahl que la joven lectora tiene pendientes y son su nueva meta. La polémica la ha impulsado a completar la obra del autor.

Matilda, entre la niñez y la adultez

Elena tiene un especial afecto por Matilda, pese a que “es un poco triste que la película se hiciera más famosa que el libro”. Admira a la protagonista, una niña brillante que sufre la incomprensión de sus padres y encuentra apoyo en su maestra. El libro narra como ella y la señorita Miel enfrentan, juntas, las agresiones constantes de la directora Tronchatoro.

El personaje de Matilda, que da su nombre a la novela, destaca por ser una niña con “una parte adulta”, según explica Elena. “Me gusta que sea tan pequeña y piense como piense. Lee libros para gente grande, tiene pensamientos de personas mayores”, dice la joven lectora. No obstante, a la vez, Matilda tiene el espíritu de una niña de su edad y la perspicacia para vengarse: “Hace travesuras como reemplazar el tónico para el cabello de su padre por la tintura de su madre”.

La dualidad entre la madurez y la niñez se refleja en Elena y sus sofisticados análisis de los textos de Dahl. Pero ella rechaza el paralelismo. “Me veo más como una niña que como algo más serio”, afirma. La adultez, insiste, todavía está lejos.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.

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