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España aprieta los dientes

Bruxismo, psoriasis, migraña, infecciones... La angustia y la precariedad por la crisis agudizan y desencadenan dolencias del oído, la piel o el corazón

Patricia Gosálvez

Anna Alcaraz estaba en la cocina del bar haciendo una tortilla de patatas cuando se cayó redonda al suelo. “Fue como si apagasen un interruptor”, explica esta secretaria de dirección que se reinventó como hostelera cuando su empresa dejó de pagar las nóminas. “Pasé de trabajar en una oficina a meterme 14 horas en una cocina, con la angustia de ser autónoma y la incertidumbre de empezar de nuevo a los 56 años… Yo creo que fue la tensión”, dice. Su otorrino coincide.

Las dolencias de la crisis
Las dolencias de la crisis

Como él, muchos especialistas —dentistas y neurólogos, cardiólogos o dermatólogos— están viendo cómo la crisis económica se les cuela en la consulta. Al mismo tiempo, se suceden estudios, seminarios y jornadas con títulos que empiezan igual: La crisis económica y las enfermedades... Y acaban distinto: cardiovasculares, respiratorias, mentales, infecciosas, otorrinolaringológicas...

Lo que le pasó a Anna se llama crisis de Tumarkin y, en su caso, lo provocó la otra crisis. Desde 2009 sufre la enfermedad de Ménière, un síndrome que afecta al equilibrio y la audición. “El estrés no te da Ménière, pero sí empeora la condición de quien ya lo sufre”, explica Jordi Coromina, otorrinolaringólogo del Quirón Teknon de Barcelona y médico de Anna, cuya enfermedad estaba controlada hasta que tras los cambios en su vida “se manifestó en plan bestia”, según la propia paciente. Mareos constantes, con picos de vértigo y vómitos cada par de días. “Los ojos te dan vueltas como si fueses una muñeca… Pero qué íbamos a hacer, no podía cogerme una baja, no daba para contratar a nadie”, cuenta. A más nervios, peor se ponía.

En 2012 hubo un leve repunte de las enfermedades cardiovasculares

“La situación económica ha agudizado los acúfenos [zumbidos en los oídos] y los vértigos, muy relacionadas con el estrés”, dice el doctor Coromina. “Muchos pacientes te cuentan que están peor desde que les va mal... A algunos les estamos derivando a psicólogos y psiquiatras”.

Los oídos, los dientes o la piel se resienten de lo que pasa en las emociones. “Las patologías que más afectadas se están viendo son las de la salud mental: ansiedad y depresión”, afirma Domingo Orozco, de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria. En las consultas de atención primaria los casos de depresión han aumentado un 19,4% y los de ansiedad un 8,4%, según un estudio del Instituto de Investigación en Ciencias de la Salud de la Universidad de las Islas Baleares   que atribuye un tercio de las consultas a la combinación del miedo al desempleo y a las dificultades para pagar la hipoteca.

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“Las cefaleas tensionales, la migraña, o incluso la epilepsia, son muy sensibles a la falta de sueño”, dice Carlos Tejero, de la Sociedad Española de Neurología. “Ahora mucha gente no duerme tranquila”, continúa “Hemos tenido que subir la medicación a muchos pacientes, y a otros se les han recetado ansiolíticos o antidepresivos”.

José Luis de la Hoz, dentista de la Sociedad Española de Disfunción Craneomandibular y Dolor Orofacial, es un experto en bruxismo, el hábito de apretar o rechinar los dientes de forma involuntaria, que también ha crecido desde que se hundieron los mercados. La solución suele ser una férula de descarga -un protector plástico parecido al que usan los boxeadores-, pero el dentista opina que muchos pacientes mejorarían con ayuda psicoemocional. “No hace falta que el paciente te lo cuente para ver que está pasando por una mala racha”, dice. “Los percibes más tristes, más angustiados y tensos, más sensibles al dolor”.

“Los pacientes, además, retrasan todo lo que pueden las revisiones y vienen solo cuando duele”, dice Mónica Vicario, de la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración, “y en la boca se puede aguantar mucho sin que duela. Tanto, que luego es tarde”. Además, según los médicos, los pacientes con cuadros depresivos abandonan los hábitos de higiene y de una vida sana.

El bruxismo y la psoriasis

El bruxismo se retroalimenta de la ansiedad: los síntomas agravan la angustia que, a su vez, agrava los síntomas. Lo mismo ocurre con la psoriasis, una enfermedad autoinmune de origen multifactorial que se manifiesta a flor de piel. “Una persona sana cambia la piel cada 28 días, alguien con psoriasis lo hace cada tres”, explica Santiago Alfonso, de Acción Psoriasis, que ha visto como en los últimos cuatro años se ha duplicado el número de afectados que se han acercado a esta asociación de pacientes. Alfonso subraya además que los recortes penalizan al enfermo: “Muchos dejan de ir al médico por no quedar mal en el trabajo, o por no decir que están enfermos en una empresa en la que hay un ERE”.

La mayoría de los médicos consultados apuntan a que es pronto para tener datos sobre el efecto de la crisis en la salud y que estos son complejos ya que las enfermedades suelen ser multifactoriales. Hay estudios, pero hablan de indicios, percepciones o riesgos, más que de cifras. La revista The Lancet publicó en 2013 un repaso a la literatura médica europea. Los datos más llamativos: el aumento del contagio de HIV en Grecia (por la interrupción del programa de intercambio de jeringuillas a raíz de los recortes) y un 10% más de muertes invernales en mayores de 75 en Portugal (relacionada con las dificultades para pagar la calefacción). Algunos datos incluso se contradicen.

“La situación económica agrava acúfenos y vértigos”, dice un otorrino

Lo cual no significa que los médicos no noten qué dolencias repuntan en las consultas. “Vemos más trastornos psicosomáticos, y otros que tienen que ver de manera menos directa con la esfera emocional, temas cardiovasculares, inmunológicos (que nos hacen más receptivos a infecciones como bronquitis o faringitis), desequilibrios hormonales (que pueden desencadenar o agravar la diabetes), y problemas relacionados con la desnutrición y la obesidad”, explica Mercedes Abizanda, de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria. Los facultativos también están preocupados por cómo aumenta el incumplimiento terapéutico de los enfermos crónicos: cuando alguien con hipertensión, diabetes o colesterol alto interrumpe su tratamiento porque no puede pagarlo.

El corazón es un buen ejemplo para ver los frentes por los que ataca la crisis. “Por un lado están los recortes en innovación, prevención y asistencia, y por otro el empobrecimiento de la población”, explica José Ramón González-Juanatey, presidente de la Sociedad Española de Cardiología, quien denuncia que “tras una reducción significativa y continua en los últimos 20 años de las enfermedades cardiovasculares, por primera vez en 2012 observamos un repunte del 2%”. El empobrecimiento aumenta factores de riesgo como el estrés, la obesidad, la ingesta de sal, el tabaquismo. “Cuando baja el nivel de vida, la mortalidad sube”, dice.

Al final, Anna dejó el bar. “He mejorado, por un nuevo tratamiento y porque estoy más tranquila”, cuenta. Ahora ella está en paro y el Ménière en “punto muerto”. “Esta enfermedad no te mata”, dice, “pero te da muy mala calidad de vida”. Como la crisis.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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