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OBITUARIO

Jean-Claude Mbede, la homosexualidad como condena

Camerunés de 34 años, sufrió en la cárcel de Yaundé agresiones y humillaciones constantes

Jean-Claude Mbede.
Jean-Claude Mbede. AFP PHOTO

El viernes 10 de enero, el camerunés Jean-Claude Roger Mbede, de 34 años, murió solo, despreciado por su familia y vecinos, perseguido por la justicia y tras una dolorosa enfermedad. Pasó más de un año en prisión por el delito de ser homosexual, que en Camerún, como en otros países africanos, está castigado con penas de hasta cinco años de cárcel. Encerrado en una prisión de Yaundé, sufrió malos tratos y humillaciones constantes hasta que se decretó su libertad provisional. Desde entonces había vivido en semiclandestinidad y se había convertido en símbolo de la lucha de los homosexuales en su país. Al parecer, murió por las complicaciones derivadas de una hernia, pero en realidad murió de intolerancia.

El triste final de Mbede comenzó en marzo de 2011 cuando envió un SMS a un conocido en el que le decía: “Estoy muy enamorado de ti”. Entonces esta persona le denunció y la policía le preparó una trampa. Cuando acudió a la supuesta cita, fue detenido. Durante los primeros días fue sometido a torturas de todo tipo, le pegaron una paliza, lo tuvieron una semana prácticamente sin comer ni beber, desnudo en una celda. Finalmente, bajo la acusación de homosexualidad y tentativa de homosexualidad, fue condenado a tres años de cárcel.

Su estancia en prisión fue una pesadilla. Los otros reclusos lo rechazaban, no querían compartir espacio con él y sufrió agresiones y humillaciones constantes. “Fue horrible, era el enemigo de todo el mundo”, aseguró Mbede en una entrevista concedida el año pasado, quien añadió que “lo peor de todo es que toda la familia me dio la espalda. Nadie vino a visitarme ni siquiera cuando enfermé”.

“Su vida finalizó cuando

Más de un año después, en julio de 2012 y en medio de una gran campaña internacional por su excarcelación, Mbede logra la libertad provisional por motivos de salud, pues había desarrollado una hernia en prisión, de la que fue operado. Sin embargo, meses más tarde su condena es ratificada y se dicta su reingreso. Durante este tiempo estuvo semiescondido para evitar ser encarcelado otra vez y, al mismo tiempo, organizaciones de Derechos Humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch intensificaban las acciones para denunciar esta persecución. La famosa abogada por los derechos de los gais Alice Nkom, con la que mantenía una estrecha relación personal, se encargó de su defensa.

Sin embargo, su entorno le dio completamente de lado. “Perdí toda relación con mi familia, con mis amigos, he perdido todo lo que tenía”, aseguraba Mbede. Algunos medios locales promovieron acciones contra él como colgar carteles con su fotografía en los autobuses, taxis, escuelas y hasta en la Iglesia alertando de su “peligrosidad”. Querían quemarlo, apartarlo, que fuera invisible.

La familia lo dejó morir

Solo el apoyo internacional y de organizaciones de derechos humanos, así como las decenas de cartas que recibía, le animaban a continuar. Pero su enfermedad se complicó y, a finales del año pasado, tuvo que ser ingresado en el hospital donde fue operado por segunda vez sin éxito hasta que su familia decidió llevarlo a su pueblo natal para, según Alice Nkom, dejarlo morir. “Acuso al Estado. Si la homosexualidad no se considerara un delito, no habría ido a la cárcel y no habría muerto. Su vida finalizó cuando entró en prisión”, asegura su abogada.

Algunos activistas amigos suyos fueron a verlo al pueblo en los últimos días y alertaron del grave deterioro de su estado de salud mientras su familia lo mantenía escondido porque pretendían “curarle de su homosexualidad”. Antes de morir, Mbede ya no podía moverse, no podía hablar, y sufría de grandes dolores.

Su muerte ha sido un mazazo para los activistas que luchan contra la criminalización de la homosexualidad en Camerún y en el continente africano, donde en una veintena de países se castiga a gais y lesbianas con penas de cárcel. El Parlamento de Uganda aprobó hace unas semanas una ley que prevé la cadena perpetua para los homosexuales. Y Nigeria ha aprobado otra norma que ilegaliza las muestras públicas de afecto entre gais y lesbianas así como los matrimonios del mismo sexo, que podrían estar penados hasta con 14 años de prisión. Mbede, al igual que ocurriera con el activista David Kato en Uganda, asesinado en 2011, ya se ha convertido en un símbolo de esta lucha.

Durante la entrevista concedida al Proyecto de Asistencia a las Minorías Homosexuales (PAEMH) y cuando su estado no era tan grave, se mostraba optimista. “Pienso que por el momento tengo que irme, pero tengo confianza en que las cosas van a cambiar en algún momento en Camerún con la batalla que ha emprendido la comunidad internacional, aunque por ahora es muy difícil. Quizás tenga que irme un poco, esconderme, y cuando vuelva, las cosas se hayan estabilizado”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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