_
_
_
_

Más desigualdad, más miseria

Los expertos, preocupados por la consolidación de la brecha entre ricos y pobres. La caída de rentas deja a 11 millones de españoles bajo del umbral de la pobreza

Crisis, paro, pobreza y desigualdad. El estratosférico ascenso del desempleo (26% según la última Encuesta de Población Activa, una tasa inédita en las bases estadísticas del INE) ha traído consigo no solo la caída (en ocasiones hundimiento) de las rentas de las clases medias y un mayor empobrecimiento de las bajas. También el ensanchamiento y la consolidación de la desigualdad, esa brecha de niveles salariales —pero también de expectativas vitales o ilusiones— que pone cada vez más distancia entre los más ricos y el resto de la sociedad (en especial, con los más pobres).

¿Cuáles son las consecuencias del avance de la miseria y el ensanchamiento de la zanja económica? Antonio Ariño, catedrático de Sociología de la Universidad de Valencia, no habla solo de fractura económica como efecto de la desigualdad, sino de fracturas, en plural. De un factor con efecto multiplicador “en todos los frentes” que afecta, como punto de partida, a la renta, pero que se extiende “a la sanidad, al abrir un doble modelo de aseguramiento o entre quien puede permitirse un seguro y quien no; la educativa, la cultural, la digital o la que afecta a la cobertura de las pensiones, de nuevo la dualidad pública o privada...” Afecta a todos los ámbitos de la vida: “Desde la inseguridad ciudadana hasta la infelicidad, la incertidumbre, el consumo de ansiolíticos...”

“La preocupación por la desigualdad es por la pobreza relativa”, dice Alfonso Novales, catedrático de Economía Cuantitativa de la Universidad Complutense de Madrid. Novales habla de esos 11 millones de españoles que ya se encuentran bajo el umbral de la pobreza (con ingresos por debajo del 60% de la renta mediana estatal, unos 7.300 euros en el caso de un adulto que viva solo), como puso de manifiesto Cáritas la semana pasada en la presentación del informe Foessa.

Novales destaca, por un lado, el lastre que suponen las elevadas diferencias de renta para la capacidad de crecimiento de un país. “Bajo las mismas condiciones, los países con mayor desigualdad crecen menos”, apunta este economista. Por otro lado, subraya cómo la desigualdad reduce la capacidad que tiene el crecimiento a la hora de reducir la miseria. Así, en Estados con similares tasas de desarrollo económico, “el menos desigual en la distribución de la riqueza es más capaz de combatir la pobreza”.

Las grandes diferencias de ingresos frenan el crecimiento

Estas conclusiones se han extraído a partir de estudios que han comparado estructuras socioeconómicas de países en desarrollo. Sin embargo, son plantillas que se ajustan a la situación de España, a juicio del profesor de la Complutense, por lo que las conclusiones en términos de dificultad de crecimiento y de reducción de las diferencias de niveles de renta son del todo válidas.

En estos trabajos se ha observado cómo, en función de las tasas de desigualdad, hay países (los que presentan menos brechas) que, con un crecimiento reducido, son capaces de mejorar el nivel de vida de los más desfavorecidos, mientras otros (los más desequilibrados), con mayor incremento del PIB apenas reducen la pobreza.

De la zanja abierta entre ricos y pobres no hay ninguna duda. Lo advirtió el Consejo Económico y Social (CES) en el Informe sobre distribución de la renta en España: desigualdad, cambios estructurales y ciclos a principios de mes. Una de las conclusiones del trabajo indica que en los años ochenta, el desarrollo económico fue acompañado por la reducción de la miseria y la desigualdad. Este proceso “se estancó durante la expansión económica (1995-2007)” y la desigualdad “está creciendo con intensidad en esta crisis, al mismo tiempo que los niveles de exclusión social”, concluye el CES. En esta idea insiste el estudio Foessa: “La desigualdad se ha enquistado en nuestra estructura social”. Desde 2007, la distancia entre la renta del 20% de población más pudiente y el 20% más desfavorecida ha crecido casi un 30%.

El empobrecimiento de la mayoría de la población es otra evidencia, y responde al efecto combinado del paro, la reducción de salarios y los recortes en las prestaciones sociales. Del avance del desempleo da cuenta que haya 380.000 hogares (el 10% del total) en los que no trabaje ningún miembro. De la caída de las remuneraciones, el hecho de que, de 2007 a 2010, la llamada “pobreza laboral” —las personas que pese a trabajar no superan el umbral de la pobreza— haya pasado del 10,8% al 12,7%, como ponía sobre la mesa el Informe sobre la desigualdad de la Fundación Alternativas.

El desequilibrio es económico, pero también sanitario y emocional

El martes, la Comisión Europea advertía, literalmente, del “agravamiento de la crisis social” en España en vista de la falta de signos de mejoría en indicadores como, por ejemplo, el empleo.

En la franja baja de la miseria, está la llamada pobreza extrema (3.650 euros de renta por persona al año). Son tres millones de ciudadanos que no solo necesitan ayudas puntuales de unos servicios sociales públicos cada vez más saturados y debilitados para pagar el agua, la luz o alimentarse, como pueden ser las personas en situación de pobreza moderada. Además requieren de todos los esfuerzos posibles para evitar caer en la exclusión, una categoría de degradación que implica situarse al margen de la sociedad.

Gustavo García Herrero, director del albergue municipal de Zaragoza conoce bien a estas personas. “Nuestro trabajo consiste en descubrir y potenciar las capacidades laborales, formativas, familiares de esta gente para sacarlos adelante”, explica. A García le cuesta ser optimista. “Me preocupa la falta de expectativas, nosotros trabajamos con la motivación de las personas; y cada dato nuevo sobre la situación económica aleja un poco la salida”.

El último comunicado del Banco de España es un ejemplo de ello. El martes auguró una “reducción notable” de puestos de trabajo durante todo el año 2013 e incluso durante 2014. Malas noticias para la lucha contra la desigualdad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_