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Armando Azua-Bustos, astrobiólogo

“En cinco años, como mucho, encontraremos evidencias de un planeta con vida fuera del Sistema Solar”

Este astrobiólogo chileno busca vida 'extraterrestre' en las cuevas y el subsuelo del desierto de Atacama, donde nació y se crió

Armando Azua-Bustos, fotografiado en Vancouver.
Armando Azua-Bustos, fotografiado en Vancouver.I. H.

En algunas zonas del desierto de Atacama (Chile), el más antiguo y seco de la Tierra, no llega la lluvia ni las nubes; está documentado que en algunos lugares no ha llovido en cuatrocientos años, y por eso los científicos lo declararon en 2003 análogo a Marte. Armando Azua-Bustos ha descubierto allí una microalga que vive sobre las telarañas a la entrada de una cueva costera, y otra en la profundidad de otra cueva que se alimenta de la neblina y es capaz de sobrevivir con el 0,1% de la luz que la mayoría de las plantas necesitan. "Como no tengo 2.500 millones de dólares para enviar mi propia sonda a Marte, estudio el lugar más marginal de la Tierra”, dijo sobre el escenario de las charlas TED en Vancouver, Canadá, donde participó hace unos días. El astrobiólogo está investigando la posibilidad de que un microorganismo encontrado en el subsuelo de Atacama pueda seguir activo en un estado “momificado”, quizás utilizando la radiación ultravioleta como fuente de energía. Si consigue confirmarlo, cambiaría nuestra manera de pensar sobre lo que es la vida.

Azua-Bustos nació en Pedro Valdivia, un pequeño pueblo minero dedicado a la exportación del nitrato. Cuando tenía un año, se mudó con su familia a otra mina cercana, esta vez de cobre, en Chuquicamata. “En esos tiempos no había mucho que hacer desde el punto de vista tecnológico”, recuerda. “Había solamente dos canales de televisión, así que tenías que inventarte tu propia forma de entretenimiento. Mi padre fue muy sabio y casi todos los fines de semana andábamos explorando distintos lugares del desierto: buscando ciudades perdidas, las rutas incas, puntas de flecha, fósiles, plantas, insectos, sacando el telescopio en la noche… y luego cuando ya supe manejar seguí con mis amigos en estas rutas de exploración que nadie más había visto antes o muy pocos”.

Cuando Azua-Bustos se fue a la Universidad Católica de Chile quiso estudiar biología, pero acabó haciendo carrera en agronomía con mención en enología “para no morirse de hambre” como le habían advertido sus profesores, porque la industria del vino estaba subiendo como la espuma en Chile. “Cuando me fui de Chuquicamata, me acuerdo que en el avión de compañía minera iba mirando por la ventana y pensando, ‘¿Cuándo voy a volver yo por acá si no hay nada que hacer?’ Yo no lo sabía, pero ese iba a ser mi mayor potencial en el futuro. Y ahora cada vez que puedo, vuelvo porque hay tanto que hacer. Yo estoy redescubriendo el desierto”.

Aunque desarrollemos una nave que fuera capaz de ir y volver [a Marte], el viaje espacial es muy peligroso. Dos tercios de las cosas que hemos mandado han fallado

Azua-Bustos trabajó en la formación del primer instituto de desarrollo aeroespacial en Chile, pero los fondos del estado se secaron y perdió su puesto al rato de empezar. “Encontré este maravilloso país que es España que me recibió con los brazos abiertos”, añade. “Ya tienen un fantástico centro, el de astrobiología del CSIC, cerca de Torrejón de Ardoz, en el cual ya se reunieron las mejores mentes para pensar justamente en la astrobiología, el hecho de poder entender el origen de la vida en la Tierra y las posibilidades de encontrar vida en otras partes del universo”. Azua-Bustos va a incorporarse, de hecho, al Centro de Astrobiología del CSIC como investigador.

Pregunta: En España no siempre tenemos muy buena opinión de nuestra propia investigación científica.

Respuesta: Salgan a otros lados, vean lo que ocurre, vuelvan y estén agradecidos. Lo que están haciendo ahí es realmente visionario. Ya sabemos que en el espacio en torno al Sol hay miles de planetas. Ya tenemos evidencia de que muchos de esos planetas podrían ser habitables. Y estamos a 2, 3 o 5 años, no creo que más, para tener la primera evidencia que alguno de esos planetas pueda estar habitado. Estoy seguro que cuando eso ocurra vas a poder encontrar un astrobiólogo bajo cualquier piedra. Y ahí ¿quién la llevaba ya desde antes? La NASA, que tiene su propio instituto de investigación de astrobiología, y España. Fueron visionarios en ver estos cambios que se vienen décadas antes de que estos ocurrieran. Y es por eso que estoy yo trabajando allí ahora. Encontré un grupo de gente al que yo no tengo para que explicarles qué es lo que hago, que hace rato que están en eso.

Podremos probar no solamente que la vida es capaz de soportar la luz ultravioleta, sino que usarla ya es un gran hallazgo en sí mismo

P. Entender los límites de la vida en Tierra nos puede ayudar a encontrar vida en Marte, pero también beneficiarnos aquí, ¿no?

R. Imagínese las aplicaciones que se podrían derivar de las especies que pueden usar muy poca agua para sobrevivir y las especies que podrían usar ultravioleta. Podríamos transferir esta gran tolerancia a la desecación a especies agrícolas para que puedan regarse con una mínima fracción de agua que actualmente necesitan. Podremos probar no solamente que la vida es capaz de soportar la luz ultravioleta, sino que usarla ya es un gran hallazgo en sí mismo. Con eso tú podrías inventar por ejemplo un protector solar con un factor de diez millones, o de cien mil, muy eficiente en detener la radiación ultravioleta.

P. También utiliza sus conocimientos genéticos para la investigación aeroespacial.

R. Con la NASA estamos pensando en enviar un pequeño invernadero a la luna y a Marte para ver qué significaría crecer plantas fuera de la Tierra. También estoy pensando en la forma de poder realizar la primera experiencia de modificación genética de plantas en el espacio. Si aquí el proceso es un 30% eficiente, en el espacio no sólo lo podríamos hacer más rápido, sino que se puede llegar a un 90% de eficiencia. Además, podría resolver problemas una vez te fuiste de la Tierra. Si hay un astronauta en Marte con unas plantas y estas no están creciendo, le puedo mandar la información genética en un correo, ‘Oye, sintetiza esto', y la planta es capaz de crecer con menos nitrógeno, por ejemplo.

P. ¿Se iría a Marte si tuviera oportunidad sabiendo que nunca podría volver?

R. No, ni aun volviendo tampoco. ¿Sabe por qué? Porque todavía es muy peligroso. Aunque desarrollemos una nave que fuera capaz de ir y volver, el viaje espacial es muy peligroso. En el caso de Marte, dos tercios de las cosas que hemos mandado han fallado. Si todavía tengo cierto temor a viajar en avión común y corriente, aún más a ir a Marte.

Armando Azua-Bustos, en el desierto de Atacama.
Armando Azua-Bustos, en el desierto de Atacama.

P. Le queda mucho por hacer.

R. Me queda mucho por hacer porque quiero seguir investigando si la vida podría ser independiente del agua en el desierto, si efectivamente puede haber formas de vida que sean capaces de utilizar la luz ultravioleta, y quiero ser el primero en hacer la primera experiencia genética de plantas en el espacio. Me gustaría también ser el primero en hacer crecer plantas en otro cuerpo del Sistema Solar.

P. Si hay vida en Marte, ¿sería como la que ha encontrado en el desierto de Atacama?

R. No lo sabemos. Hay dos posibilidades. Una, que la vida en Marte sea igual a la nuestra, lo que sugeriría que tienen un origen en común. La vida podría haberse originado en la Tierra y haberse transferido a Marte. O, más fascinante aún, es que la vida se haya originado en Marte y se haya transferido a la Tierra. Posibilidad dos, que la vida sea muy distinta, indicando un origen de la vida independiente en Marte. Por supuesto, solo podemos buscar lo que conocemos. ¿Qué pasa si la vida no está compuesta de ADN, qué pasa si la vida no está compuesta de las mismas proteínas que conocemos en la Tierra, qué pasa si no usa oxígeno, etcétera, etcétera?

P. En ese caso, ¿podríamos encontrar vida si no sabemos cómo es?

R. Un factor común a cualquier forma de vida, en cualquier punto del universo, es que tiene que ser, necesariamente, un fenómeno más complejo que el ambiente. Nosotros somos un fenómeno que va contra la entropía del universo. Por eso estamos siempre alimentándonos, para mantener esa entropía. Cuando tú mueres esa entropía se hace igual al resto del universo. Me pregunté, ¿cómo podemos medir la entropía de los seres vivos, intrínsecamente asociada a la complejidad propia de la vida? Entonces encontré esta maravillosa herramienta que es la matemática fractal. Inventamos un software capaz de extraer la complejidad fractal de cualquier ser de datos. Dijimos, ¿si tomas una muy buena foto de un liquen creciendo sobre una roca, nuestro software sería capaz de detectar que el liquen tiene una complejidad mayor que la roca que lo sustenta y por lo tanto podría apuntar a que es algo vivo? Y lo logramos.

En España fueron visionarios en ver estos cambios que se vienen décadas antes de que estos ocurrieran. Y es por eso que estoy yo trabajando allí ahora

P. ¿Solo con una foto?

R. Solamente de una foto. Esa foto se transforma a una escala de blanco y negro. Analizamos la información, cuánta información hay en cada píxel, en la escala 0-256, como es la común en cualquier imagen y con eso podemos hacer una batería de análisis que puedes decir, “esta cosa que hay acá, no tenemos ni idea de lo que es, pero si uno lo compara con su ambiente es bastante más compleja, por lo tanto, podría ser una forma de vida". Si eso mismo lo analizas con respecto a las temperaturas, el pH, la composición isotópica, capa sobre capa sobre capa de datos, uno podría decir, que podría ser una cosa viva.

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