La moda 'sin gluten' aumenta el riesgo de diabetes
Solo el 1% de la población es celíaca, pero el 30% actúa como si lo fuera. La Universidad de Harvard alerta de los riesgos de prescindir por capricho de este conjunto de proteínas
Aunque hay al menos unos 160 alimentos de los que se sabe que son capaces de desencadenar reacciones alérgicas, más del 90% de las alergias alimentarias conocidas están causadas por tan solo 8 tipos de alimentos: leche, huevo, pescado, crustáceos, cacahuetes, otros frutos secos, soja y cereales que contienen gluten. La dosis de alimento necesaria para desencadenar reacciones adversas es muy variable. “Puede ser extremadamente baja y varía mucho de unos individuos a otros. En el caso del cacahuete, el contacto con cantidades ínfimas, como las que se pueden transmitir con un beso, puede resultar mortal”, apunta la investigadora Rosina López-Fandiño, al frente del grupo de investigación BIOPEP ( Bioactividad y Alergenicidad de Proteínas y Péptidos Alimentarios), del Instituto de Investigación en Ciencias de la Salud del CSIC. Existe, lógicamente, mucho interés en discernir qué determina que ciertas proteínas sean alergénicas, y si estas tienen características comunes que pudieran señalar a los científicos formas de disminuir los riesgos que ocasionan. “Es un hecho que los alérgenos alimentarios conocidos, tanto de origen animal como vegetal, pertenecen solo a algunas de las miles de familias de proteínas existentes. Esto desafía la hipótesis de que el potencial alergénico de todas las proteínas sea equivalente. Sin embargo, es difícil encontrar entre ellas rasgos comunes, más allá de una gran estabilidad estructural que las hace resistentes a la digestión y difícilmente alterables mediante el procesado, en particular por el tratamiento térmico”, añade. Por tanto, hay dos preguntas cruciales al respecto de alergias e intolerancias, pendientes aún de ser contestadas: ¿qué hace que una persona sea alérgica? y ¿cuáles son los atributos de algunos alimentos y, sobre todo, de sus proteínas, que los hacen más alergénicos que otros? Son muchos los científicos que trabajan en ello.
Tan solo ocho tipos de alimento causan más del 90% de las alergias alimentarias conocidas
Por el momento cabe esperar, vaticina la alergóloga Dolores Paloma Ibáñez Sandín, jefe de sección del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, que el boom de las alergias siga en aumento, pues como dependen en gran medida de la carga genética se irán va transmitiendo a los descendientes. “Si uno de los padres es alérgico, el niño tiene el doble de probabilidades de desarrollar alergia. Pero si ambos padres lo son, el riesgo aumenta hasta un 60%-80%. Por lo tanto, como cada vez hay más personas alérgicas, el riesgo de nacer con el potencial de serlo es cada vez mayor”, calcula. Pero hay otros factores, añade, que contribuyen también a ese incremento. “Por ejemplo, se sabe que el contacto con animales de granja en la primera infancia previene el desarrollo de la alergia y actualmente eso cada vez es menos frecuente. Lo habitual es que su hábitat sea aséptico”. De igual forma, Ibáñez Sandín también cree que el auge se puede atribuir, además, a cambios en la alimentación y hábitos dietéticos.
Aparte del crecimiento del número de alérgicos alimentarios, también ha crecido de forma significativa las pesonas que afirman serlo de forma equivocada, “alrededor de un 30% de la población europea”, apunta la experta en alimentos. Tales autodiagnósticos son normalmente erróneos, pues más de la mitad de las presuntas alergias no lo son”. Así, muchas personas deciden motu propio excluir innecesariamente de la dieta uno o varios alimentos con los efectos perjudiciales que puede acarrear. Además, como ese autodiagnóstico es erróneo, esa persona ni averigua la causa verdadera de su malestar ni, por tanto, recibe el tratamiento adecuado. A veces se desata una especie de moda sin fundamento sobre un determinado alimento y mucha gente lo deja porque sí. ¿Un caso claro? El del gluten.
¡Sin gluten, por favor! Entre la dolencia y la moda
Si forma parte de ese 1% de la población que es celíaca, sabrá que sufre una enfermedad autoinmune producida por la intolerancia permanente a las proteínas del gluten, una proteína presente en el trigo, cebada, centeno y avena. Su ingesta causa la atrofia de las vellosidades del intestino delgado, lo que puede causar dolor abdominal, diarreas, pérdida de peso... Pero puede que no sea celíaco y que lo que padezca sea o bien una alergia al trigo, o una intolerancia o sensibilidad al tan ubicuo gluten. “Se denomina sensibilidad al gluten no celíaca, y se refiere a un espectro de caracteres clínicos en los que se relaciona la ingestión de gluten y de otras proteínas de trigo con síntomas gastrointestinales y no intestinales, que a veces coinciden con los que afectan a pacientes celíacos. Pero no hay acuerdo sobre si esa dolencia tiene entidad clínica”, explica López-Fandiño. Restringir el gluten de la dieta sin más puede acarrear deficiencia de fibras y vitaminas. Cabe resaltar también que muchas personas evitan su ingesta porque piensan que “sienta pesado” o, incluso, que engorda. Pero no es nada infrecuente que en su lugar opten por otros productos con más valor calórico y menos calidad nutricional.
Es evidente que ha surgido una especie de furor gluten-free en Occidente que, sin duda, ha espoleado un negocio millonario. En Reino Unido, según The Guardian, solo en 2015 se vendieron productos libres de gluten por un valor de 213 millones de euros, y en EE UU 47.000 millones, más o menos el doble de lo alcanzado cuatro años antes. Pero cuidado: esas posturas radicales ante la dieta, frecuentemente van asociadas a efectos colaterales nocivos. En el caso del gluten, un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard ha publicado recientemente las conclusiones de tres estudios sobre 200.000 personas, las cuales evidencian una vinculación entre las dietas libres de gluten y un aumento en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, la forma más común de este trastorno metabólico que afecta hoy a unos 400 millones de habitantes en todo el mundo y que, de un tiempo hacia acá, no para de aumentar. Se estima que, hacia 2040, el número de afectados será ya de 642 millones.
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