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Con toda la comida que se ha tirado este año en España podrían cenar más de 2 millones de familias esta Nochebuena

La cantidad de alimentos que desperdiciamos es tan sonrojante que nos hace preguntarnos qué estamos haciendo mal y cómo lograr que no nos pase esta noche

No paramos de hablar de los excesos navideños: se queja nuestro bolsillo, se lamenta nuestro estómago, pero seguimos sin soportar el horror vacui de una bandeja en la que se vea el fondo. "En España nos gusta comer, y nos gustan los platos llenos", comenta David Esteller, responsable del Proyecto contra el Desperdicio Alimentario de la organización empresarial AECOC. Esta preferencia por la abundancia (al menos en la mesa) nos acompaña durante todo el año, pero quizá hagamos más la vista gorda durante estos días en los que todo se nos presenta de un modo más abusivo. El reverso de esta fiesta del paladar es evidente: el desperdicio en los hogares españoles es de unos 76 kg de alimentos anuales, según la Confederación española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios, Hispacoop, lo que supone una pérdida de 7.700 toneladas al año en el total de la población. 

Cantidades por persona para no tirar nada

Para evitar el desperdicio de comida, la revista gastronómica El Comidista recomienda no pasarse de las siguientes cantidades por persona:

400g de cordero

250g de langostinos

150g de patatas

*Lo que suma 800g para cada comensal y 3,2 kg de comida en un hogar de cuatro personas. Ciñéndonos a estas cifras, las 7,7 mil toneladas de alimentos que se tiran anualmente en España equivaldrían a 2.406.250 cenas de Nochebuena.

Las cifras del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente (MAGRAMA) dicen que el 42% se pierde en casa, el 39% durante los procesos productivos, el 14 % en hostelería y restauración, y el 5% restante en los distribuidores y puntos de venta. "Podemos pensar que se desperdicia más en los bares y restaurantes, pero el error es a quién atribuimos la pérdida. Si el cliente pide una hamburguesa completa y deja las patatas, no es el restaurador el que las desaprovecha, sino el consumidor, que no se las lleva a casa". El objetivo de AECOC es identificar donde se está produciendo el desperdicio en el trayecto de la huerta a la mesa, y proponer soluciones, organizar campañas de concienciación y elaborar guías de buenas prácticas. Esteller opina que el problema es que ya no existe una cultura de aprovechamiento, en ninguna de las fases. "Desde la restauración también podrían colaborar para que no se desperdiciara, por ejemplo, creando menús de distintas tallas para que la gente pidiera siempre lo que se va a comer", sugiere.

Los resultados del primer estudio Hábitos de aprovechamiento de los alimentos de la AECOC muestran que los motivos principales por los que los consumidores desperdician alimentos son fácilmente salvables. La razón del 70% de los encuestados es el olvido de los alimentos en la nevera, despensa o congelador. También la investigación concluye que existe un desconocimiento de cómo aprovechar y conservar los alimentos. "La gente joven desperdicia más, principalmente por un tema de disponibilidad de cambio de planes. Los mayores tienen unas rutinas que se ven menos interrumpidas".

Algo que puede resultar curioso porque la conciencia ecológica está más asociada a la gente de menor edad: "Es cierto, tienen una conciencia ecológica muy elevada, pero también se han criado en una falta de cultura que les permita saber qué hacer con lo que ha sobrado. Me han sobrado dos piezas pequeñas, como no sé qué hacer con ellas, las tiro. Las abuelas lo aprovechaban todo y nosotros tiramos con mucha facilidad".

¿Qué podemos hacer los consumidores?

Si bien los jóvenes contribuyen de manera especial a este gasto, los niños son, hoy en día, "los embajadores del reaprovechamiento", dice el responsable. Hay campañas, como la que realiza la Agencia Catalana de Residuos que enseñan a los más pequeños qué hacer en casa para no desperdiciar. "En estos temas, son los niños los que educan a los padres, del mismo modo que pasó en las generaciones anteriores con el reciclaje", comenta.

El pan, junto con la fruta, es el producto más desperdiciado, según el informe. "La explicación es que es muy barato. Más allá de que, dependiendo de su calidad y su proceso de fabricación, puede durar tierno más o menos tiempo, deberíamos entender que, incluso duro, el pan puede aprovecharse: como pan rallado, para elaborar migas, torrijas, salmorejo o sopas de pan", ejemplifica Esteller. Un ejemplo de lo que se puede hacer aprovechando la comida son las recetas que propone Cruz Roja en su página web: platos elaborados por cocineros catalanes como Paralada o Isma Prados, que cuestan menos de un euro. Estos son algunos otros trucos que le ayudarán a que su desperdicio sea menor:

Hacer tortillas (de cualquier cosa): El emblema de la cocina de aprovechamiento siempre ha sido la croqueta. Sin embargo, "no solo las croquetas pueden con todo, también se puede hacer una tortilla con cualquier cosa, cualquier sobra mezclada con huevo puede ser una receta exquisita", propone el Esteller.

Pedir las sobras para llevar: "En España nos da vergüenza, pero en países como EE UU es tremendamente habitual llevarse la comida a casa, nadie se la deja en el restaurante. Aquí quizá nos llevamos el vino, porque es caro. Nosotros, en los congresos y certámenes que organizamos, tenemos unas cajitas que llamamos 'cajitas no lo tiro' por una campaña que hizo la empresa San Miguel, que pretendía que no tiráramos lo que nos sobrara en los restaurantes".

Envolver productos envasados con film transparente: "Las generaciones más jóvenes consumen habitualmente platos cocinados o productos que se pueden cocinar a la plancha. En el estudio que hemos hecho, se podía ver que el mayor desperdicio venía porque el producto se seca en la nevera. Como compramos los productos envasados y muchos no tienen autocierre, somos tan cómodos que no lo metemos en una bosa de zip ni lo envolvemos en papel transparente, así se acaba estropeando". Hemos trasladado las inquietudes de los consumidores a producción y distribución porque, por ejemplo, un envase con autocerrado evitaría este problema. Las soluciones pueden tomarse en distintos puntos del proceso, pero todas tienen que enmarcarse en una cultura del no desperdicio.

No comer con los ojos: Un truco es ser honestos con nosotros mismos a la hora de servirnos la comida. ¿Me lo voy a comer todo o lo hago porque me gusta ver el plato lleno? "Es cierto que aquí nos sentimos estafados si en un restaurante no nos sirven un plato hermoso. Pero luego no nos los terminamos. En los grandes banquetes como bodas, o en Navidad, las comidas tienen que ser fastuosas, con todo lujo de entrantes y entremeses, y no nos conformamos con menos, aunque luego vaya gran parte a la basura", opina el experto, para quien esto se arregla con campañas que nos conciencen de que no hace falta excedernos en la comida.

Dejar el pan para el final: Muchas veces, en los autoservicios o comedores, el pan se considera como un servicio de cubertería más y se pone al principio. "Lo ideal es considerar si con la comida que escoges, ese pan va a ser necesario o no y no cogerlo por defecto. Al final se acaba desperdiciando mucho por no tener en cuenta este tipo de detalles", asegura.

Guardar los congelados fuera de su bolsa: A veces pasa que, aunque la fecha de caducidad no haya pasado, una bolsa que lleva meses abierta en el congelador nos hace desconfiar. "Los alimentos se deben guardar en bolsas herméticas y con la fecha de caducidad apuntada, nunca con su bolsa original abierta. Así no dudaremos de su conservación y no lo tiraremos por si acaso", recomienda el especialista, que además considera que en el congelador deben guardarse las porciones individuales. Y otra indicación más: "se puede congelar todo, hasta el pan. No hay excusas para dejar que se ponga duro"

Comprar en función a una receta: La planificación es esencial para no desperdiciar. "Si sabemos qué vamos a usar, no tiraremos nada por olvidarlo en la nevera. Es una cuestión de responsabilidad del consumidor: no debemos perder la cabeza por las ofertas. Si sale más barato comprar en grandes cantidades, pero lo vamos a desperdiciar, no vale la pena", explica.

No confundir caducidad y consumo preferente: Es un error tirar los alimentos que hayan excedido de su fecha de consumo preferente. "Los yogures, por ejemplo, no caducan, pero pueden perder sus propiedades organolépticas. Está más ácido, tiene más suero... puede no gustarnos, pero no nos hará daño".

Guardar el queso en aceite: Un queso curado puede durar meses, pero ante el riesgo de que se quede muy seco y haya que tirar gran parte de su volumen, el responsable de AECOC ofrece una receta: "Conservarlo cubierto de aceite de oliva con una hoja de laurel, a la espera de que lo vayas a utilizar. No solo no lo desperdicias, sino que el queso acaba siendo exquisito".

Escoger las latas de atún abolladas: Muchos de los productos con imperfectos estéticos se tiran a la basura. Sin embargo, su contenido es perfectamente comestible: "Si elegimos comprar las latas de conserva que despreciamos porque están abolladas, ayudaremos a que no acaben en el contenedor. El problema es que muchos de los supermercados los eliminan antes de ponerlos a la venta", aconseja Esteller.

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