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Columna
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Trump contra Europa

El magnate candidato odia a Europa; celebró el referéndum del Brexit como “algo estupendo”

Información sobre la caida de la libra en una calle londinense tras el Brexit
Información sobre la caida de la libra en una calle londinense tras el BrexitREUTERS

Angustia ante la elección presidencial de EE UU. También los europeos nos jugamos mucho. Más que en cualquiera anterior.

Donald Trump odia a Europa. Celebró el referéndum del Brexit como “algo estupendo” (a great thing). Y es que piensa profundamente (si eso no es en él un oxímoron), que “la Unión Europa se creó para derrotar a EE UU”.

Es un aserto contra toda evidencia, pues la UE como máximo parió el euro para sortear las turbulencias monetarias importadas por los desequilibrios (el añejo déficit gemelo, comercial y presupuestario) de la patria del dólar.

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Lo que se dirime mañana es si el populismo facha europeo, fragmentado, pero internacionalizado; impactante, pero ineficaz; aguerrido, pero miserable, adquiere o no una capitalidad: o sea, un altavoz, un liderazgo mundial, como con finura apuntaba la crónica de ayer firmada por Marc Bassets en este periódico.

Con Trump en Washington aplaudirían los Le Pen, Grillo, Wilders, Farage, Petry, Orban, Kaczcynski, García Albiol. La purria xenófoba y soberanista del continente. Sus señas de identidad son las de Trump: perseguir al inmigrante (este, en un país, oh dioses, en el que todos lo son) y exaltar la soberanía nacional, contra la interdependencia, el multilateralismo y el cosmopolitismo: “Nuestro credo es la americanización y no la globalización”, proclama el tycoon, campeón de no pagar al fisco.

Con Trump en la Casa Blanca, Europa sufriría su rampante proteccionismo comercial, que no se limita a perjudicar a México, a China y al Extremo Oriente: se extiende al TTIP en ciernes, a la OMC que considera “un desastre”, a la OCDE que persigue la elusión fiscal de las multinacionales. Exorbitando los litigios comerciales, el mundo, ya castigado por la adversidad de los emergentes, flirtearía con la recesión.

Con él al mando, la defensa occidental capotaría, la OTAN declinaría a favor de la Rusia de su compadre Putin, a quien se propone cancelar sanciones. Y los euro-orientales enloquecerían.

Con Trump, el Estado del bienestar norteamericano, que ha resucitado gracias al Obamacare —la asistencia sanitaria casi generalizada—, se fundiría, desprovisto de ingresos tributarios: proyecta rebajar el impuesto de sociedades del 35% al 15%.

Americanos europeístas: votad en nuestro nombre.

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