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CLAVES
Columna
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Nacional-egoísmo

La 'renacionalización' es un movimiento preocupado por aquellos cuyo resentimiento se puede explotar con mayor facilidad

Jorge Galindo
El político británico Nigel Farage.
El político británico Nigel Farage.Alastair Grant (AP)

Occidente y sus periódicos se han llenado de perdedores de la globalización. Es el colectivo de moda, o uno de ellos. La historia es más o menos como sigue: el proceso de integración económica ha provocado que un nutrido grupo de personas en Occidente hayan salido perdiendo. Se les pinta normalmente como la vieja clase obrera, con empleos manuales amenazados por la deslocalización o por su sustitución por mano de obra extranjera. Por eso votarían a Trump, o al UKIP, o a Le Pen. Estos líderes, por su parte, se presentan como los defensores del hombre común frente a una élite que solo piensa en negocios globales. Para evitar el triunfo de los populismos, concluyen no pocos, es necesario ceder e iniciar un proceso de renacionalización.

¿Pero qué pasa entonces con todo lo bueno que ha traído la globalización a las clases emergentes en países menos ricos? En lugar de ellos, el centro de atención lo ocupa un colectivo que de hecho se pasó décadas mejorando su estatus, hasta el punto de que hoy día esos supuestos perdedores son en realidad acomodados a escala mundial. Incluso en sus propios países componen a duras penas las capas más vulnerables, pues el 10%-20% de pobreza e inseguridad suele quedar reservado a personas sin estudios ni empleo, con dificultades crónicas, y en muchos casos, sí: inmigrantes.

La renacionalización no es un movimiento preocupado por los más débiles, sino por aquellos cuyo resentimiento se puede explotar con mayor facilidad (véase el trabajo del politólogo Roger Petersen). Quienes lo hacen no son sino parte de la élite a la que dicen plantar cara. Algunos, como el exalcalde de Londres Boris Johnson, solo se disfrazan para ganar elecciones. Otros, como Le Pen o Farage, son extremistas que pretenden impulsar una agenda xenófoba. Los que pierden son los mismos de siempre: sin ir más lejos, este miércoles Europa amanecía con la noticia de que el Gobierno británico quiere que las empresas del país señalen a sus trabajadores extranjeros. Se parece demasiado a cuando, en los años treinta, otros querían hacer listas similares. Porque, decían, les preocupaban los más débiles. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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