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Tribuna
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En la guerra todo vale

Por sentido de Estado se justifica negar a Rajoy la presidencia y la estabilidad que pide

Mariano Rajoy e Íñigo Méndez de Vigo (izquierda) durante la reunión del Patronato del Instituto Cervantes, el 11 de octubre.
Mariano Rajoy e Íñigo Méndez de Vigo (izquierda) durante la reunión del Patronato del Instituto Cervantes, el 11 de octubre.Ballesteros (EFE)

Rudolph Giuliani, en defensa de unas declaraciones de Donald Trump, ha sostenido recientemente que hasta que se termina una guerra todo vale, pues en la guerra “cualquier cosa es legal”. A tenor de las dificultades que últimamente muestra el PP para cumplir reglas, ya sean jurídicas o morales, uno tiene la sospecha de que el PP de Rajoy está en guerra.

¿Y en qué consiste la versión castiza de lo que podríamos denominar doctrina Trump-Giuliani? Consiste en vulnerar las reglas de nombramientos de cargos para el FMI para premiar a un ministro que tuvo que dejar de serlo porque aparecía en los papeles de Panamá. Consiste en afirmar impúdicamente que con Rita Barberá en el Grupo Mixto el partido queda exonerado de cualquier responsabilidad política. Consiste en enviar mensajes de apoyo al tesorero imputado a sabiendas de que el tesorero probablemente pasará de imputado a culpable. Consiste en pedir la nulidad del caso Gürtel porque se afirma, en un ejercicio de cinismo glacial, que no se respeta la tutela judicial, o sea: ¡porque no se respetan las reglas!

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Pero si el PP ha decidido convertir el tablero político en el Campo de Marte romano es porque sabe que desprende el característico olor de las épocas que están viviendo su final. El PP de Rajoy huele a lo mismo que olía la democracia cristiana italiana a principios de los noventa. El PP de Rajoy huele a lo mismo que olían las últimas escenas de La caída de los dioses, de Visconti. Y no es un olor que remita a un cambio de ciclo político más o menos natural. El final de época del PP de Rajoy no tiene ningún barniz aséptico. Es la desaparición por degradación.

Y los que dirigen el perecimiento del partido tal y como lo conocemos hoy en día se revuelven con fiereza contra la dinámica crepuscular del partido. Los Rajoy, los Soria, como los Andreotti en su tiempo, saben que terminarán desapareciendo políticamente; pero mientras tanto resistirán, casi orgullosos, como si nada ocurriera. “Antes de ser espuma seremos indomables ondas”, decía Cesare Pavese. Y así se debe sentir Rajoy. Antes de ser espuma, será una onda que no se dejará domar por las reglas, porque el corolario de la doctrina Trump-Giuliani es que en la guerra solo sobreviven los que no siguen reglas.

Pedir la nulidad del 'caso Gürtel' ha sido un caso de cinismo glacial

Algunos sostienen que por sentido de Estado el PSOE tendría que abstenerse para convertir a Rajoy en presidente del Gobierno y, además, darle estabilidad parlamentaria. ¿Recuerdan que un ilustre barón del PSOE, después de las elecciones, dijo que los socialistas tenían que estar en la oposición, donde le habían mandado los ciudadanos? Pues resulta que el PSOE, al tener que dar estabilidad parlamentaria al PP, no podría —y nunca pudo— ser oposición. Así que ese astuto barón, como le ocurrió a un famoso par suyo, el barón de Münchausen, ya puede empezar a tirar de su propio pelo si es que quiere salir del agujero en que el PSOE quedaría si fuera a esa “oposición”.

Yo veo las cosas de una manera distinta. A mí me parece que precisamente por sentido de Estado está justificado negarle la presidencia y la estabilidad a quien parece actuar como si estuviéramos en guerra, vulnerando, cuando se presenta un mínimo resquicio para ello, el principio de legalidad. A mí me parece que justamente por sentido de Estado, y para preservar cierta estabilidad y salubridad en el sistema político, no se puede entregar el Gobierno a quien carece de sentido de Estado. Darle el Gobierno a Rajoy sería como haberle dado el Gobierno a la moribunda democracia cristiana italiana a principios de los noventa. No sé qué sentido de Estado denotaría una acción así.

Se insiste —y con buenas razones— en que es económica y políticamente arriesgado para el país estar tanto tiempo sin Gobierno. Pero lo que no se suele decir es que con un Gobierno que aplique sistemáticamente la doctrina Trump-Giuliani las instituciones corren el riesgo de implosionar. Tener sentido de Estado es intentar evitar ambos riesgos. Y si de verdad se quieren evitar ambos riesgos la única salida plausible, para superar este impasse, parece pasar por que el PP presente otro candidato, del propio partido o un independiente, cuyas afinidades electivas se alejen lo más posible de la doctrina Trump-Giuliani. Ha llegado la hora de saber si en el PP todo vale o si en su seno hay algunos que tienen sentido de Estado.

Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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