Así se cuenta una idea sin que se duerma hasta el apuntador
Cuando pensábamos que 'conferencia' y 'diversión' eran conceptos antagónicos, llegaron las TED y nos enseñaron nueve cosas
La conferencia, dentro del imaginario colectivo, es una de las formas más grises y aburridas de transmitir el conocimiento. Un ponente en un atril o sentado en un estrado, una hora y media por delante, diapositivas llenas de texto o de gráficos incomprensibles, una sinfonía de bostezos. Más tedioso que un mal recital de poesía en una tetería. Ineficaz, porque las mentes de los presentes huyen, dejando el cuerpo presente como un zombi, y las ideas a transmitir se pierden en el enciclopédico limbo.
Pero, hoy en día, se estila un nuevo tipo de charlas, que acaban con este cliché. Son cortas, interesantes, conjugan la información con la anécdota y el humor, están trabajadas para conectar plenamente con el público y, casi siempre, se impone un tono desenfadado. Hay algunas que llegan a emocionar. Las TED talks, creadas en 1984 en Estados Unidos, son el máximo exponente de este modo de comunicar: en ellas han participado figuras como Bill Gates, Bill Clinton, Al Gore, los creadores de Google: Sergey Brin y Larry Page, o los premios Nobel James D. Watson y Murray Gell-Mann. Y se han extendido por todo el mundo bajo la licencia TEDx, otorgada a eventos TED organizados independientemente de la matriz. Tal vez, la crítica posible a este tipo de conferencias es su ambiente de coolness, de molonitud optimista o de gafapastastismo hipster. También cierto elitismo: una entrada a un evento TED original, que se celebran anualmente en Vancouver (Canadá), puede costar miles de euros. Pero como argumentan sus defensores, siempre es sin ánimo de lucro y el conocimiento se comparte gratuitamente mediante vídeos. Y es cierto. Además, en Madrid, por poner un ejemplo, también se celebran eventos TED en los barrios periféricos, donde se recogen iniciativas vecinales.
"La habilidad para hablar en público es eso, una habilidad, y se puede aprender con la práctica, como a tocar la guitarra” (Antonella Broglia, promotora de TEDxMadrid)
Este sábado, 10 de septiembre, se celebra TEDxMadrid, en el centro cultural Matadero, donde las charlas versarán sobre un concepto: confianza. Participarán el pianista James Rhodes, la activista científica Sile Lane, el guionista Javier Olivares, la trabajadora doméstica Rafaela Pimentel, el joven emprendedor Néstor Palao o el escritor Sergio del Molino. Otras iniciativas parecidas han surgido en España, como las organizadas por la empresa El Ser Creativo. Por ejemplo, el Congreso de Mentes Brillantes, que tiene lugar los días 13 y 14 de octubre en Madrid, o las charlas del encuentro de emprendedores Zinc Shower, en primavera.
Pero veamos cómo se da una charla de este tipo, porque nunca se sabe cuándo podemos ser requeridos para una: los caminos del Señor son inescrutables. Un buen manual podría ser el libro Charlas TED (ediciones Gestión 2000), escrito por el fundador de estos eventos, Chris Anderson.
Tenga una buena idea o retírese
Está claro que, sin ella, los guardias de seguridad nos cerrarán el paso a cualquier escenario y solo nuestra madre nos escuchará, aburrida, durante la comida del domingo. “Ideas que merece la pena compartir” es el lema de las charlas TED, así que lo fundamental es tener algo que decir. Algo que, en ocasiones, ponga en tela de juicio las creencias del público. “Muchas veces se piensa que las charlas TED son inspiracionales o motivadoras, pero ese no es el fin primero. Lo importante es tener algo novedoso e interesante que contar, y contarlo bien. La inspiración que se provoca en el público es solo la consecuencia de esto”, dice Antonella Broglia, la promotora de TEDxMadrid. Ejemplos: Tim Urban explicó cómo funciona la mente de un procastinador, Latif Nasser relató de dónde vienen los camellos (se refería a los animales), James Veitch contó lo que pasa cuando se responde al correo basura.“Solo una persona entre mil puede hacer buena una mala historia. Pero solo una persona entre mil puede estropear una historia buena”, explica Joaquín Zulategui, presidente de El Ser Creativo. Tratemos, claro está, de formar parte de las otras 999.
No cuente su vida, vaya al grano
“Los primeros momentos de la charla son decisivos, porque son los instantes en los que el público está expectante y receptivo”, explica Broglia. Aquí no está tan claro que haya que empezar por el principio: más que comenzar con una autopresentación o una descripción de lo que va a ser la charla (a estas alturas ya estaría todo el mundo dormido), es conveniente hacerlo con una pregunta o acertijo que excite la imaginación de los espectadores, con una buena historia o con una estadística de esas que no te crees hasta que no confirmas en Google. “Hay que entrar a matar y ganarse a los que nos escuchan”, dice la promotora.
Resuma en dos minutos su teoría maestra sobre atarse los zapatos
Hoy en día es difícil concentrarse, acostumbrados como estamos al continuo bombardeo del las redes sociales y los emails, al estímulo constante: así que no dé usted la brasa o la gente se pondrá a mirar Twitter. Las charlas TED duran un máximo de 18 minutos y las organizadas por El Ser Creativo pueden llegar a 21. “La capacidad de atención de las personas es limitada y en solo cinco minutos ya se puede montar una revolución”, dice Broglia. Así, en tres minutos Terry Moore explicó en TED cómo atarse los zapatos y Joe Smith clarificó en cuatro minutos y medio cómo hay que secarse las manos utilizando el mínimo de papel. Como se hace evidente, cualquier tema puede ser válido para una de estas charlas si logra hacerse interesante. Dejen volar su imaginación y saquen jugo a lo que a primera vista puedan parecer minucias. “Las conferencias tradicionales se han convertido en muchos casos en una hora y media de aburrimiento para expertos. La gente demanda cosas más frescas”, opina Zulategui.
Explíquelo para que lo entienda su abuela
Aunque la materia a tratar sea muy abstrusa, hay que buscar la manera de explicarlo de forma sencilla, que el público no está para descifrar jeroglíficos. Que lo entienda todo el mundo, sobre todo los profanos en cada materia. “Cuando me planteé organizar charlas, pensé que tendrían que ser aptas para mis hijas, para que conocieran las maravillas que hay en el mundo y que asombran al ser humano”, dice Zulategui. Como suele decirse: si no puede contarse en un par de frases, no es una buena idea. Es importante no usar jerga técnica ni abrumar con miles de datos.
Deje el moonwalk a los expertos
Aunque ustedes hayan visto al difunto Steve Jobs presentar sus gadgets moviéndose por todo el escenario como Axl Rose en la época de Guns n’ Roses, no es conveniente moverse tanto. “En TED ponemos un círculo rojo para evitar que el ponente deambule demasiado por varias razones: una, porque hay que tomar un buen vídeo y, dos, porque muchas veces la fuerza se va por los pies”, dice Broglia. Así, uno puede moverse un poco entre párrafo y párrafo, pero siempre que hable es mejor poner el ancla: los dos pies quietos a la altura de las caderas y la vista levantada hacia el público. Dar pequeños pasitos adelante y atrás o pasar el peso de una pierna a otra puede ser perjudicial para nuestra oratoria.
Haga el humor con el público o lo perderá
“El humor tiene que estar por todas partes, porque es una herramienta de los seres inteligentes. Cuando pierdes el sentido del humor, caes un escalón más abajo”, dice Zulategui. Así que los chistes son cosa habitual en la charlas TED, aunque esto puede ser peligroso. “Hay veces que la gente ya conoce la gracia o que, simplemente, no funciona, por eso lo mejor es hacer bromas sobre uno mismo y su peripecia”, dice Broglia, “no hay que tratar de ser un gran comediante, de esos hay pocos y son muy valorados”. Ríase de usted mismo, que no pasa nada. En estas charlas, reina cierto desenfado, mediante el cual se busca la complicidad del público. Es bueno trufar la exposición más teórica con anécdotas o pequeñas historias con las que la gente se identifique.
Póngale un broche de oro
El final es fundamental, un remate que meta el gol por la escuadra de nuestro corazón: “Ahí es cuando tienes que entregarle a la audiencia en la mano y bien empaquetado lo que has querido explicar”, dice Broglia. Hay varias maneras: volviendo al principio y creando así una charla circular, haciendo un llamamiento a la acción, especulando con cómo sería el mundo si se cumpliese lo que propones o, una vez más, con una buena anécdota. Si todo ha salido bien, el resultado será una gran ovación con todo el auditorio en pie. Aunque quizás tendrá que aprender a conformarse con un poco menos.
Hable en público hasta que no le dé miedo hablar en público
Garganta seca, un puercoespín girando en el estómago, manos empapadas de sudor, miles de ojos inteligentes y creativos traspasándonos como espadas: el horror. Muchas personas creen no tener habilidades para hablar en público o, simplemente, les da miedo. “Pero la habilidad para hablar en público es eso, una habilidad, y se puede aprender mediante la práctica, igual que se aprende a tocar la guitarra”, dice Broglia. Lo importante es practicar, practicar y practicar, dar cera y pulir cera, sobre todo, delante de público: cuanto más tiempo se invierta en una charla, mejor será el resultado. “Hay grandes introvertidos que han dado grandes conferencias”, concluye la promotora.
Y no se tome nada demasiado en serio, ni a usted
Como muchas otras cosas que han conseguido gran éxito y difusión, este tipo de charlas también han sido objeto de divertidas parodias. Conviene revisarlas para quitarle hierro al asunto. Una de ellas explica cómo no decir nada, otra explica que los patos dicen cuac y los pollos cluc, otra demuestra cómo el público puede llegar a necesitar cosas que en realidad no necesita, y las hay que demuestran que para dar una charla TED solo hace falta una idea. Aunque sea una idea imposible.
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