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¿Es este biólogo el próximo nobel español?

La comunidad científica reivindica el papel del alicantino Francis Mojica, quien descubrió que las bacterias utilizan un método para inmunizarse que abrió la puerta a la revolución en la manipulación genética

Juan Francisco Martínez Mojica, investigador de la Universidad de Alicante.
Juan Francisco Martínez Mojica, investigador de la Universidad de Alicante.PEPE OLIVARES

“Si alguna vez tuvimos un científico en España cerca de ser candidato a un premio Nobel, ese es Francis Mojica”. Son palabras del Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología. Montoliu considera que “el descubrimiento de que las bacterias tienen su propio sistema inmune” ya merecería el reconocimiento de la Academia sueca. Pero son algunas de las aplicaciones prácticas derivadas de ese trabajo, como la posibilidad de “editar genes como editamos palabras en Word” con el llamado sistema CRISPR, más sencillo, rápido y eficaz que los utilizados hasta ahora, lo que ha llamado la atención de la comunidad científica y ha llevado a Mojica a las páginas no sólo de las revistas especializadas sino de publicaciones como The Wall Street Journal o The New Yorker.

Juan Lerma, director del Instituto de Neurociencias de Alicante, corrobora los merecimientos de Mojica, investigador de la Universidad de Alicante, y anuncia que la comunidad científica española “ha comenzado a moverse” para respaldar su candidatura. Su primer logro ha sido “involucrar a la Secretaría de Estado, que nos ha manifestado el apoyo del Gobierno”. Lerma se ha puesto en contacto también con colegas extranjeros y está convencido de que la técnica basada en el descubrimiento del investigador español “recibirá el Nobel en los próximos cinco años”, y que la inclusión de Mojica en el galardón “es tan importante para España como para él, porque significaría un premio a todos los esfuerzos en investigación que se han hecho en nuestro país desde los años 80”.

Juan Lerma,  director del Instituto de Neurociencias de Alicante, está convencido de que la técnica basada en el descubrimiento del investigador español “recibirá el Nobel en los próximos cinco años”

Juan Francisco Martínez Mojica (Elche, 1963), que firma sus trabajos como Francis Mojica, disfrutó de su momento eureka. Ocurrió en agosto de 2003 cuando, harto del calor de la playa, que no figura entre sus aficiones preferidas, decidió aprovechar la tranquilidad de las vacaciones para seguir observando algunos cultivos procedentes de las cercanas salinas de Santa Pola. Después de años de estudiar las secuencias repetidas regularmente en el ADN de arqueas y bacterias que otros investigadores se habían limitado a describir (secuencias CRISPR), cayó en la cuenta de que entre las sucesivas repeticiones del genoma se espaciaban otras que eran fragmentos procedentes de virus y otros elementos invasores que entraban en la célula. De pronto, Mojica comprendió que las bacterias utilizaban ese método para inmunizarse. De algún modo, la bacteria “se vacunaba” frente al virus. “Aquél fue el momento más feliz de mi vida científica con mucha diferencia”, asegura, “la recompensa de muchos años intentando averiguar sin ningún tipo de pista qué podía ser aquello. Entonces vi claramente que era un sistema inmunológico de las bacterias”.

Su equipo llevaba desde 1995 detrás de esa respuesta, que publicaron en 2005 y hoy se cita por los mejores especialistas mundiales en microbiología como un hito imprescindible para que las aplicaciones en manipulación genética derivadas del mismo merezcan ser consideradas el avance científico más relevante de 2015 por la revista Science. Según la prestigiosa publicación, la comunidad científica internacional postula el hallazgo y a sus múltiples aplicaciones al Premio Nobel. Se trata de la posibilidad de revolucionar la lucha contra el cáncer de origen genético y enfermedades como el alzhéimer… Aunque la Academia sueca no elabora listas de candidatos, en las habituales quinielas que realizan las publicaciones especializadas, eso equivale a figurar entre los candidatos a ser reconocidos con un galardón que no ha logrado ningún científico español desde Severo Ochoa (en 1959). Sólo obtuvo anteriormente Santiago Ramón y Cajal.

El hecho de sonar como candidato a un Nobel en Medicina acarrea una repercusión “inaudita”. Está seguro de que la tecnología derivada de su descubrimiento cuenta con muchas posibilidades de ser premiada, pero es consciente de que, para que su nombre figure entre los escogidos, será necesario que no se tenga en cuenta sólo “el final del proceso”, sino la investigación básica que él y su equipo realizaron durante años.

La revolución de la tecnología CRISPR

Logre o no el Nobel, Mojica puede presumir de haber incorporado un verbo al diccionario científico; un verbo que en castellano sonaría como “crispear”. La tecnología CRISPR es una herramienta utilizada para editarcorregir el genoma de cualquier célula, incluidas las células humanas. Sería algo así como unas tijeras moleculares que son capaces de cortar cualquier molécula de ADN de una manera muy precisa y totalmente controlada. Esa capacidad de cortar el ADN es lo que permite modificar su secuencia, eliminando o insertando nuevo ADN. “Crispear” sería “modificar la información genética de cualquier región del genoma”, explica Mojica, “puedes inactivar genes, reemplazarlo…”

El investigador ilicitano resalta que el descubrimiento del sistema inmunológico de las bacterias “no ha sido apenas reconocido hasta ahora”, pese a que, por ejemplo, “podemos programar bacterias para generar unos antimicrobianos específicos que maten exclusivamente a patógenos”. Los antibióticos actuales “matan los patógenos y matan las bacterias buenas que hay en nuestro organismo y nos protegen de otras infecciones”.

Pero “el boom tremendo” que ha convertido a Mojica en foco de la actualidad científica mundial lo causa que este sistema, “si lo transfieres a células no bacterianas, plantas o animales, funciona también a la hora de cortar el ADN y, gracias a la actividad de la célula, lo repara y tú lo editas”. Eso hace que “en cualquier enfermedad que sea debida a un defecto genético, una mutación, con este sistema puedas modificarlo”.

Fue en 2012 cuando se dio el paso clave para convertir este descubrimiento en una herramienta molecular útil en el laboratorio, cuando un equipo de investigadores dirigido por las doctoras Emmanuelle Charpentier en la Universidad de Umeå y Jennifer Doudna, en la Universidad de California en Berkeley, publicó un artículo en la revista Science en el que se demostraba cómo convertir esa maquinaria natural en una herramienta de edición “programable” servía para cortar cualquier cadena de ADN in vitro. Es decir, lograban programar el sistema para que se dirigiera a una posición específica de un ADN cualquiera (no solo vírico) y lo cortaran. Ambas recibieron el Premio Princesa de Asturias de Investigación.

Deberíamos ser por lo menos diez investigadores; nos hacen falta  bioinformáticos y bioestadísticos

Se trata además de una técnica muy barata y muy fácil de utilizar, lo cual resulta muy relevante para los investigadores que, como Lluis Montoliu, pueden “diseñar en dos meses una mutación para probar un modelo en ratones contra una enfermedad genética, lo que antes nos llevaba 18 meses y con peores resultados”.

El tiempo resulta fundamental en el trabajo de Francis Mojica. Existen multitud de equipos científicos que investigan en este campo, y resulta difícil competir; en el laboratorio de Microbiología de la Universidad de Alicante Mojica cuenta con dos investigadores fijos y otros dos colaboradores. “Deberíamos ser por lo menos diez”, afirma, “nos hacen falta por ejemplo bioinformáticos y bioestadísticos”.

Ética y guerra de patentes

Siempre que se habla de manipulación genética surgen reparos éticos al respecto. Mojica, que considera su opinión no más relevante que la de cualquier ciudadano, cree que el límite ha de situarse en la manipulación de embriones humanos. Y que, en cualquier caso, cualquier restricción a los experimentos en este campo debería tener un alcance global. El investigador cree fundamental la experimentación con animales para poder trasladar los resultados a humanos, “pero nunca se debería permitir modificar un embrión para generar un individuo adulto no para evitar una enfermedad, sino para modificar alguna característica genética, eso no se puede hacer”.

Existen más implicaciones éticas que Mojica no olvida, como la “guerra” de patentes desatada en torno a una tecnología con enormes intereses económicos a su alrededor. Poco después del artículo de Doudna y Charpentier, los laboratorios de George Church en Harvard y Feng Zhang en el Broad Institute del MIT fueron los primeros en publicar artículos demostrando que CRISPR servía para células humanas. En abril de 2014 Zhang y el Instituto Broad obtuvieron la primera de entre varias patentes generales que cubren el uso de CRISPR en eucariotas. Eso les otorgaba los derechos para usar CRISPR en animales y humanos, en cualquier criatura que no fuera una bacteria. A partir de ahí, se ha desatado una batalla legal cuyo efecto más negativo, según Mojica, sería retrasar la llegada de los importantes beneficios que esta técnica puede aportar a la salud humana. Mientras tanto, cada vez hay más voces que piden que, debido a la gran capacidad de curar enfermedades por parte de CRISPR, la tecnología no quede protegida por patente y se permita la libertad de acceso a la misma.

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