‘Homeland’: la nueva normalidad
La serie pone en escena nuestra nueva y, al parecer, futura norma: miedo, odio y terror
Hasta su tercera temporada, la más débil de todas, la serie Homeland se mantuvo, con excepciones, dentro de los límites del libro de trucos de la guerra fría. Persecuciones, grabaciones, tortura y chantaje. Nuestros asesinos favoritos no entran de lleno en el aparatoso terreno del espionaje en el siglo XXI hasta la cuarta temporada. En ella vimos cómo en una gran mesa de póquer líderes con cara de yo no fui negociaban los términos de importantísimos pactos, mientras en la habitación de al lado, un dron perseguía al codiciado rey terrorista. Los celulares, los mensajes de texto, los drones y los USB son los verdaderos protagonistas de una temporada en la que Carrie Mathison asistió por control remoto a la captura que salvaría a su mentor.
Pero no ha sido hasta esta quinta y magnífica temporada cuando el poder de la inmediatez ha sido absorbido tanto por el drama de unos personajes cada vez más oscuros y adorables como por su intenso diálogo con una realidad global cada vez más complicada. Cuando varios artistas urbanos contratados para dar más realidad a un set de la serie con sus grafitis escribieron “Homeland es racista” y este, junto a otros comentarios críticos, apareció en uno de los episodios se inauguraba una disciplina artística nueva y también un nuevo y sofisticado vandalismo. Cuando en otro capítulo una agente alemana le pregunta a una periodista cómo se sentiría cuando ISIS atacase París, la serie profetizaba los ataques con semanas de antelación. Cuando en el último episodio, The New Normal, unos miembros de ISIS ponen en marcha un ataque con armas biológicas en Berlín se pone en escena nuestra nueva y, al parecer, futura norma, la del miedo, el odio y el terror.
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