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¿Locos o visionarios?

Hay personas que detectan tendencias de futuro que la mayoría no ve La propensión a rechazar lo desconocido convierte a muchos genios en marginados

Anna Parini

En la antigüedad, a partir del siglo VI antes de Cristo, el paradigma científico estaba protagonizado por la teoría geocéntrica. Es decir, por la creencia de que el Sol y el resto de planetas giraban alrededor de la Tierra. Y, en consecuencia, la Tierra era el centro del universo. Nadie cuestionaba ni ponía en duda esta forma de pensar. Tanto es así que todas las hipótesis acerca del universo se desarrollaban a partir de estos supuestos. Con el tiempo, los más eminentes pensadores y científicos –liderados por los filósofos Platón y Aristóteles– llegaron al convencimiento de que se trataba de una verdad inmutable.

Años más tarde, Aristarco de Samos se atrevió a cuestionar el statu quo científico de la época, formulando la teoría heliocéntrica. Este sabio afirmaba que el Sol era el centro del universo y que la Tierra y el resto de planetas giraban a su alrededor. Por aquel entonces, la mayoría de sus colegas se burlaron y se opusieron a su hipótesis, que fue severamente criticada y condenada. No en vano, dar crédito a esta nueva teoría suponía asumir que ellos estaban equivocados.

Con el paso de los siglos aparecieron otros pensadores con nuevas maneras de mirar e interpretar el universo. Entre ellos destacó Nicolás Copérnico, quien retomó el relevo de Aristarco de Samos, asegurando que la Tierra giraba sobre sí misma una vez al día, y que una vez al año daba una vuelta completa alrededor del Sol. Dado que Copérnico contaba con elaborados cálculos matemáticos que sustentaban su hipótesis, en esta ocasión la teoría heliocéntrica fue acogida con menos escepticismo.

No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo

Victor Hugo

Cien años más tarde, y gracias a los avances tecnológicos, las hipótesis de Copérnico fueron demostradas por Galileo Galilei. Con la ayuda del telescopio –instrumento que él mismo inventó–, se desmontó la falsedad inherente a la teoría geocéntrica, consagrando así la veracidad de la heliocéntrica, descrita casi dieciocho siglos atrás por Aristarco de Samos. Así fue como se produjo uno de los más importantes cambios de paradigma que ha experimentado la humanidad.

Evidentemente no todos los locos son visionarios. Sea como fuere, este colectivo de genios está compuesto por personajes tan ilustres como Leonardo da Vinci, Nostradamus, Louis Pasteur, Julio Verne, Thomas Alva Edison, Nikola Tesla, Aldous Huxley, George Orwell, Arthur C. Clarke, Ray Bradbury y Steve Jobs, entre otros. Todos ellos tienen siete características en común.

1. Desafían el ‘statu quo’. Al investigar la historia que hay detrás de cada visionario, descubrimos que todos ellos padecen en algún momento una profunda crisis que les lleva a romper con la ancha avenida por la que transitan el resto de sus coetáneos, explorando sendas nuevas y alternativas. Para lograrlo, empiezan a cuestionar el núcleo de su identidad y el sistema de creencias con el que fueron condicionados por su entorno social y familiar. Así es como se convierten en una amenaza para el orden establecido.

Anna Parini

2. Inadaptados y excéntricos. No encajan con el patrón que impera en la sociedad. De ahí que tiendan a rechazar el modo de vida que les propone su tiempo. Y al hacerlo atraviesan una etapa en la que se sienten excluidos y marginados. La soledad y la incomprensión son el precio que pagan al principio por atreverse a escuchar a su intuición y seguir su propio camino. En ocasiones, para reafirmarse ante los demás, suelen adoptar actitudes bizarras y conductas excéntricas, provocando que se les tache de “raros” y “locos”.

3. Rebeldes e inconformistas. Al ganar en confianza y seguridad en sí mismos, se sienten con más determinación para rebelarse frente a las autoridades y los sinsentidos de su época. A todos ellos les causa cierto deleite transgredir las normas y romper los límites. No se resignan a vivir como se estila hoy, sino que lo hacen como se hará mañana.

4. Libres de pensamiento. Son personas que han construido un pensamiento propio e independiente, forjado por medio de experiencias. Tienen una mente abierta, libre de moral y de prejuicios. Suelen llevar un estilo de vida muy poco convencional que frecuentemente causa controversia en su entorno.

5. Idealistas y soñadores. Son personas adelantadas a su tiempo. Tanto es así que lo que un visionario piensa hoy es lo que asumirá la humanidad dentro de 50 años. Sin embargo, su exacerbado progresismo les lleva a ser personas orientadas hacia el futuro, con tendencia a abrazar quimeras y utopías.

Un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa

Mark Twain

6. Creativos e inventivos. La creatividad es su seña de identidad. Son inventores natos, cada uno en su campo. Muchas de sus ideas acaban dando lugar a innovaciones que significan un punto de disrupción con las propuestas actuales, que de pronto quedan obsoletas.

7. Revolucionarios orientados al bien común. Tremendamente humanistas, los visionarios terminan por convertirse en grandes reformadores, cuyo enfoque inspira un cambio de paradigma en la sociedad. En el momento en que la mayoría verifica la validez de sus ideas, empiezan a destruirse y transformarse las estructuras establecidas, generando una nueva realidad.

Todos los adelantos evolutivos señalados por este colectivo de locos-visionarios están sujetos a la denominada “ley de difusión de innovaciones”, popularizada en 1962 por Everett Rogers. Este sociólogo dedicó su vida a investigar el proceso por el cual los individuos que forman parte de un colectivo comparten y asimilan nuevas ideas y tecnologías que permiten el progreso de la humanidad. Según esta teoría, la población de cualquier país se divide en cinco segmentos, en función de su predisposición para adaptarse a los constantes cambios y avances relacionados con nuevos conocimientos y formas de hacer las cosas.

Para saber más

Libro

La singularidad está cerca. Ray Kurzweil. (Debate)

Esta obra de divulgación científica, escrita por el director de ingeniería de Google, se centra en los cambios más rompedores que se avecinan en relación con el ser humano y la tecnología.

Película

Ex Machina. Alex Garland

Este filme explora la posibilidad de que la tecnología, más que hacernos libres, puede llegar a destruirnos. Y lo hace explicando el invento de un genio de su época, quien trata de crear el primer robot con conciencia.

En un plano más profesional y empresarial, Rogers estima que el 2,5% de la sociedad está compuesto por los “innovadores”. Es decir, aquellos emprendedores de diferentes ámbitos que se atreven a cuestionar el statu quo, ofreciendo nuevos y mejores productos y servicios a los consumidores. La nueva oferta creada por estos pioneros, enseguida es utilizada por los “primeros seguidores”, que representan al 13,5% de la población. Este grupo se caracteriza por apreciar fácilmente las ventajas inherentes a este tipo de innovaciones.

En la medida en que el nuevo producto, servicio o conocimiento genera una sustancial mejora en la calidad de vida de sus usuarios, poco a poco va comunicándose por medio del boca a boca. Según Rogers, con el tiempo empieza a ser utilizado por la denominada “mayoría precoz”, formada por el 34% de la población. Es decir, aquellos que al conocer directa o indirectamente a uno de los primeros seguidores han podido verificar que se trata de algo útil y beneficioso, decidiendo incorporar esta novedad en sus vidas.

Es entonces cuando dicha innovación se pone de moda, generando que empiece a ser empleada por la “mayoría tardía”, constituida por otro 34%. En este caso, utilizan dicho avance cuando ya no se considera una “innovación” ni tampoco se percibe como una “novedad”. Por último se encuentran los ­“rezagados”, un grupo compuesto por el 16% restante, quienes empiezan a emplear las ­nuevas ideas, herramientas o tecnologías cuando el resto del mundo lo hace y no les queda más remedio.

Por más que la tendencia general sea ridiculizar o rechazar lo diferente, lo alternativo y lo desconocido, es imposible detener el avance y el progreso de la humanidad. Como individuos, podemos quedarnos estancados en lo viejo o abrir nuestra mente y explorar las innovaciones que trae consigo lo nuevo. Y es que la locura –la de verdad– consiste en seguir haciendo lo mismo que hemos venido haciendo hasta ahora esperando cosechar resultados diferentes.

elpaissemanal@elpais.es

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