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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Arantza Quiroga se va

Los errores que le han llevado a la dimisión no deben impedir el debate

Las cámaras rodean a la presidenta del PP del País Vasco, Arantza Quiroga, en el acto en que comunicó su renuncia al cargo.
Las cámaras rodean a la presidenta del PP del País Vasco, Arantza Quiroga, en el acto en que comunicó su renuncia al cargo. Javi Etxezarreta (EFE)

La dimisión de Arantza Quiroga como presidenta del PP vasco era casi inevitable, salvo revelación de alguna circunstancia desconocida que explicase su extraño comportamiento de los últimos días. Pero puede que la fallida propuesta de una ponencia en la que participase EH Bildu acabe propiciando un debate menos rutinario de lo habitual sobre iniciativas orientadas a favorecer la disolución definitiva de ETA. Pues es bastante absurdo que cuatro años después del cese definitivo del terrorismo, confirmado por las policías española y francesa, con todo a favor para asentar la paz, siga sin producirse el desarme de la banda y la formalización de su autodisolución.

Editoriales anteriores

En el debate sobre política general celebrado el 24 de septiembre en el Parlamento vasco, Quiroga apreció cambios de actitud, que calificó de “importantes”, en las intervenciones del líder de Sortu, Hasier Arraiz, como decir que si alguien trataba de volver a la violencia “tendría enfrente a la izquierda abertzale”. O afirmaciones, en un artículo publicado poco después, como que “la violencia es siempre el peor camino”. Eso animó a la presidenta del PP a registrar una propuesta de ponencia que sustituyera a la de Paz y convivencia que llevaba tiempo bloqueada en la Cámara por falta de acuerdo con el grupo de EH Bildu, empeñado en hacer compatible su oposición al regreso del terrorismo con su resistencia a condenar el pasado terrorista de la banda. La propuesta de Quiroga evitaba la expresión “condena del terrorismo”, sustituida por la de “rechazo expreso de la violencia”. Y ardió Troya.

Es cierto que los herederos de Batasuna no se limitan a esquivar la condena sino que la contradicen con sus actitudes de glorificación de los etarras o el repudio, como contrarias a la paz, de las detenciones en Francia de sus dirigentes. Pero la confusión entre entonación rotunda y firmeza en la defensa de los principios extendió sospechas absurdas sobre el compromiso de la presidenta. Reflejo a su vez del sectarismo de quienes consideran insulto a las víctimas toda actitud que se separe un milímetro de las suyas. Y aunque la propuesta de Quiroga fue bien recibida en principio por el PNV y el PSE, sectores del PP se sumaron a la desconfianza y la propia presidenta se vió obligada a retirar la propuesta con el argumento de que la estaba capitalizando EH Bildu.

Ese mal argumento vino a sumarse a otros errores de planteamiento, como la precipitación que le llevó a lanzar su propuesta sin sondear a los demás grupos y sin hacer participar en la redacción de la misma a personas de su partido críticas con su presidencia. El episodio final de la reclusión en casa proyectó una imagen pésima que Génova no supo combatir. Por eso, la dimisión era inevitable. Pero no debería ser motivo para abandonar el incipiente debate que parecía aflorar.

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