La geografía del miedo y el deseo
Estudias el mapamundi y gran parte del planeta está lleno de zonas de miedo. Sabes que es iluso imaginar un mundo sin miedo
Alguien que ha trabajado en una granja avícola me explica que lo más importante es evitar la creación de “zonas de miedo”. Todo el relato me resulta inquietante. Me explica que a los pollos BB, los más pequeños, se les echa una ración de azúcar en el agua para que no se estresen. Yo también necesito un poco de azúcar, le digo. Me siento estresado como un pollo BB. Esos espacios cerrados de crecimiento y engorde rápido, de producción masiva y artificial de animales, por muy organizados que estén, granjas inteligentes, dicen, y a veces situados en un entorno idílico, me provocan un miedo antiguo y futurista a la vez. Como el que llevó a García Lorca a escribir uno de los grandes poemas de la literatura universal, ‘Oficina y denuncia’, en Poeta en Nueva York, ese que comienza:
Debajo de las multiplicaciones,
hay una gota de sangre de pato…
Este poema de Lorca es un injerto bíblico, realidad y profecía, literatura no estupefaciente donde se habla, además del maltrato a los animales, de la masacre industrial, de lo que hoy llamamos destrucción medioambiental y cambio climático, con imágenes visionarias y precisas de nuestro presente: “Un mundo de ríos quebrados”, “Desiertas oficinas que no radian las agonías, que borran los programas de la selva…”. Y esa denuncia, sí, porque Lorca apostaba la cabeza al escribir: “Yo denuncio a toda la gente que ignora la otra mitad”.
Me gustaría, sí, vivir en un país deseado, limpio de miedo, donde acude la gente con la maleta llena de esperanza
–¿Qué son las “zonas de miedo” en una granja? –le pregunto a mi informante.
–Las aves más fuertes ocupan los comederos y expulsan a las más débiles o enfermas. Lo que ocurre es que estas se amontonan en unos pocos comederos y se aplastan unas contra otras. Tienen hambre, pero la causa de la muerte es el miedo.
–¿Y qué se hace? ¿Cuál es la solución?
–Lo que hay que hacer es limpiar el miedo. Las aves evitan las zonas de miedo hasta que no perciben que están limpias de miedo.
Pienso en nuestras “zonas de miedo”. Estudias el mapamundi y gran parte del planeta está lleno de zonas de miedo. Sabes que es iluso imaginar un mundo sin miedo. Pero otra cosa, diferente, es el dominio del miedo. Que haya tantas partes del mundo enseñoreadas por el miedo. El miedo de las guerras declaradas o no declaradas. El miedo del terrorismo, sea de grupos fanáticos o de Estados gobernados por facciones criminales. El miedo que ejercen los traficantes de personas, la esclavitud y explotación de la mujer en las redes de prostitución. El miedo que ejercen todavía grandes oligarquías, “temperamentalmente inclinadas al asesinato”, en definición de Rodolfo Walsh, que hacen de sus territorios zonas impenetrables para la justicia. El miedo a los regímenes totalitarios, donde la disidencia política o religiosa, un verso libre, puede costar la vida.
Pienso en esas zonas de miedo más o menos localizables en el mapa. Pero ¿cuántas otras zonas de miedo están ocultas, son ignoradas, o incluso tienen la apariencia de zonas tranquilas donde “nunca pasa nada”? Gran parte de las industrias productoras de armas están en los países más seguros, con fábricas rodeadas de pantallas forestales donde anidan los pájaros. El gran mercado son las zonas de miedo.
Es una suerte para un país ser un destino deseado por la gente que huye de las zonas de miedo. Por el contrario, debería ser muy inquietante para un país no ser deseado por la gente que huye del miedo. Es significativo lo que ocurre con los refugiados, y también con los inmigrantes. En su peregrinación, en su calvario, van trazando la verdadera geografía, las verdaderas fronteras que delimitan la humanidad y la inhumanidad. Las zonas de miedo y aquellas donde todavía se limpia el miedo.
Es significativo que los países europeos con más rechazo a refugiados e inmigrantes sean, precisamente, los que tienen menos diversidad de origen. Hay estadísticas pasmosas. El mayor miedo al inmigrante se manifiesta en pueblos y aldeas donde no hay inmigración, envejecidos, que se van vaciando de jóvenes y poblándose de malhumor. ¿Por qué? Porque cada día reciben una sobredosis de miedo. Cada una de esas personas, por más que viva en un lugar tranquilo, es en sí misma una zona de miedo. Lo que se percibe con temor, como amenaza, sería una bendición. Lo que puede hacer mejor a España y a Europa es que sean lugares deseados. Me gustaría, sí, vivir en un país deseado, limpio de miedo, donde acuda la gente con la maleta llena de esperanza.
Alguien, en alguna zona de miedo, sin otra salida que la huida, busca en un mapa con el dedo un destino soñado. Me gustaría que ese dedo nos estuviese señalando. Qué suerte para nosotros.
elpaissemanal@elpais.es
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