Somos (casi) los peores
El rechazo a los perseguidos y hambrientos no es achacable a Europa. Es culpa de algunos Gobiernos, como el nuestro
¿Se acuerdan de nuestras pateras? Cuando la oleada migratoria, en cuantía muy inferior a la actual, aterraba en nuestras costas, España gimoteaba, protestaba, clamaba al cielo.
Exigíamos solidaridad al conjunto de Europa, denostábamos a los “ricos del Norte” por desentenderse de nuestros problemas, mientras no hacíamos ni nuestros deberes. Peor: arrinconábamos la política de pactos y subvenciones a los países subsaharianos de origen (y jibarizábamos la ayuda oficial al desarrollo): aquel empeño de Curro Moratinos, que había resultado.
Pero ahora que la cosa se agrava y exaspera, ya no por cuenta de la pobreza negra (emigración económica), sino de la violencia y las guerras civiles mediterráneas en Siria o Libia (migración política, en busca de asilo), el esfuerzo recae en otros, y nosotros, calladitos, racaneando.
¿Qué diríamos si en los siete primeros meses del año nos hubieran caído del mar 124.279 fugitivos, como a Grecia, o 98.500, como a Italia? ¿Qué diríamos si los más de 2.000 ahogados del año abocasen a nuestras playas? Lo que sabemos es lo que hemos dicho. Hemos dicho, el 20 de julio, que de la cuota de 4.288 que nos adjudicaba la Comisión Europea (sobre el lote global de 40.000) no aceptábamos ni siquiera un tercio, 1.300. ¡Y somos el segundo país que más fondos recibe del presupuesto de la UE para asuntos de asilo, migraciones y fronteras!
Hay otros peores (Reino Unido, Austria, Hungría), que practican cuota de solidaridad cero. Pero otros mejores, como Francia. Y Alemania, destino final de la mayoría de escapados. Los insolidarios, egoístas y reaccionarios alemanes se preparan para recibir este año... 800.000 refugiados, cuatro veces más que en 2014, el doble de lo previsto. Sin rechistar, igual que nosotros, ¿verdad? A ver cómo les denunciamos ahora.
Así que la tragedia del rechazo a los perseguidos y hambrientos no es achacable a Europa. Es culpa de algunos Gobiernos, como el nuestro. No del pueblo europeo, si tal cosa existe. Sino de pueblos como el español, de usted y de mí, que toleramos lo que sucede. Y de que la UE no mande de verdad a los birriosos Gobiernos nacionales. No puede ni imponerles cuotas.
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