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EL PULSO
Columna
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Una nueva sensibilidad (robótica)

Llegará un momento en que el interior de los cuerpos podrá manipularse sin necesidad de bisturíes. Podremos pasar las páginas del libro digital sintiendo la rugosidad del papel

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La realidad virtual evidencia hasta qué punto a la tecnología le gusta engañar a nuestros sentidos.
La realidad virtual evidencia hasta qué punto a la tecnología le gusta engañar a nuestros sentidos.Getty

Científicos investigadores de la Universidad de Bristol han puesto en marcha un sistema de ultrasonidos que permite palpar formas inmateriales. Ya es posible sentir el contorno y las aristas de un cubo en tres dimensiones colocado sobre una caja que, mediante ultrasonidos, contrae la serenidad del aire y crea perturbaciones lo suficientemente fuertes como para que nuestra capacidad sensorial se despierte y el cerebro sea engañado. Sí, ¡tenemos la sensación de tocar cuerpos en el espacio!

Si usted no ha entendido nada, no importa, sigue estando en sus cabales. Puede ver la acción en YouTube y salir de dudas. Vivimos un mundo embadurnado de ciencia y tecnología. Como afirma el biólogo molecular Craig Venter, estamos en la era digital de la biología, en el tiempo de las nuevas sinergias que conducirán a la evolución en direcciones radicales. Ya nada parece sorprendernos.

Aún queda camino por recorrer, pero gracias a estos avances en la tecnología táctil, los científicos vislumbran aplicaciones lúdicas y médicas. De aquí a poco nuestras manos accederán al universo informático para tocar, cubrir, explorar o abrir un hueco en el espejo por el que colarnos como si fuera una cortina. Llegará un momento en que el interior de los cuerpos podrá manipularse sin necesidad de bisturíes. Podremos pasar las páginas del libro digital sintiendo la rugosidad del papel. Hasta será sencillo acariciar a un tigre. Y hablando de acariciar, advierten los menos nostálgicos que una de las industrias que puede verse alterada por esta invención es la del porno, pues se podrán llevar a cabo fantasías sexuales incluso con Cortana, la morbosa y sensual asistente de voz digital de Microsoft. ¿Qué ocurrirá cuando desaparezca la separación entre lo sensible y lo virtual?

No hay nada como un paseo por el libro de Craig Venter La vida a la velocidad de la luz (Crítica) para recordar nuestra accidental naturaleza. ¿Qué más sorpresas puede depararnos esta era digital? “Doctor Arrowsmith, Frankenstein, Blade Runner…, la mitología y la cultura popular están llenas de relatos de vida sintética y robótica. Captar la distinción entre vida y no vida, entre vida biológica y vida de máquina, ha sido y sigue siendo un reto importante para la ciencia y para la filosofía”, cuenta Craig Venter, evidenciando hasta qué punto el mundo artificial fascina al ser humano.

El objetivo de la ciencia siempre ha sido comprender la vida, pero más aún controlarla. Lo admitía el biólogo alemán Jacques Loeb en 1905: “Es posible poner a los fenómenos de la vida bajo nuestro control, y ese control, y ninguna otra cosa, es el propósito de la biología”.

Resultados como los de Bristol o las últimas gafas de realidad virtual evidencian que a la tecnología le gusta engañar a la vista, al tacto, a lo que sea. Ay, este mundo es un espectáculo que va muy deprisa; y yo soy de los que piensan que uno nunca debe renunciar al privilegio de sus costumbres. Por eso pienso en Cortana y acudo a Jorge, amigo investigador en computación: ¿en serio podría tener sexo con Cortana? “En un futuro no muy lejano, sí. Ya hay robots japoneses que imitan el comportamiento humano. En breve se podrá instalar Inteligencia Artificial y te podrá proponer una sesión de Sombras de Grey”, sostiene imperturbable. ¿Y podría rechazarme? “Por supuesto, si la programación de Cortana evolucionase hasta el punto de ser consciente, podría dejarte por tu mejor amigo, como en la vida misma. Piensa que sentir o amar son estados bioquímicos y que, como dice Arthur C. Clarke, cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

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Sobre la firma

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Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

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