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Viva su propia película de 'Indiana Jones'

Esta ruta de senderismo rezuma misterios y aventura, en una travesía de 12 kilómetros donde puede que se encuentre algún muricélago sorpresa

Si ha leído El Clan del Oso Cavernario (Maeva), de Jean M. Duel, si es amante de los misterios que envuelven la Orden del Temple, si quiere iniciarse en la espeleología o, simplemente, disfrutar de la naturaleza durante este otoño, déjese atrapar por la belleza del parque natural del Cañón del Río Lobos, en el noroeste de Soria, a escasos 15 kilómetros de la bella ciudad medieval de Burgo de Osma, donde se separan la cordillera Ibérica y la meseta del Duero.

Este profundo cañón calizo se extiende a lo largo de 25 kilómetros y ocupa alrededor de 9.500 hectáreas a caballo entre las provincias de Soria y Burgos, entre los términos municipales de Ucero y Hontoria del Pinar y es una de las primeras zonas protegidas en Castilla-León. Está formado por una antigua e intensa erosión del río Lobos, declarado Parque Natural en 1985 por la riqueza de sus valores paisajísticos, geológicos, botánicos, faunísticos, históricos y arqueológicos. Y también mereció la denominación de Zona Especial de Protección de Aves (ZEPA), por su función como refugio de más de un centenar de especies entre las que destacan el buitre leonado y el águila real.

Antes de descubrir este fascinante entorno, déjese aconsejar por los guías de la Casa del Parque (los grupos deben concertar cita previa), situada a la entrada del Cañón: Piscifactoría de Ucero (Carretera Burgo de Osma - San Leonardo, kilómetro 16, Ucero, Soria).

Empieza la ruta…

Ermita de San Bartolomé.
Ermita de San Bartolomé.M. C.

Entre en el cañón desde el aparcamiento y camine dos kilómetros hasta la ermita de San Bartolomé (si aparca su vehículo ahí, tiene que calcular el doble de kilómetros que implicaría la vuelta al parking). Siga la senda del río, perfectamente señalizada, discurriendo paralelamente al río Lobos entre sabinares y pinares silvestres.

Sus aguas aparecen salpicadas por nenúfares que crean acuarelas naturales, perdiéndose en tramos por profundos sumideros para volver a resurgir a los pocos kilómetros. A lo largo del camino, desde el puente de Ucero hasta el de Los siete ojos, al final del recorrido, habrá que cruzar alrededor de cinco puentes formados por rocas planas alineadas. Por aquí se aconseja ir con precaución y pisar con firmeza. Si es necesario, apóyese en otros compañeros y evite usar bastones en las rocas. No son peligrosos, pero sí resbaladizos si ha llovido.

Por una profunda hoz que forma el río en la roca caliza, y mientras se puede ver cómo sobrevuelan numerosos buitres leonados y otras rapaces, llegará a la explanada de la ermita de San Bartolomé, junto a la cueva Madre y al Balconcillo del Diablo, que constituye un mirador natural excepcional.

Ubicada exactamente en el “eje vertical de la península ibérica”, la antigua iglesia del convento templario de San Juan de Otero es un pasaje estratégico utilizado como uno de los itinerarios de Mil Caminos de Santiago (Soriaymás), siendo aún un lugar de peregrinación para los amantes de los templarios y sus leyendas. Como curiosidad, el día de San Bartolo, el 24 de agosto, los lugareños se desplazan montados en burros en romería para celebrar su festividad sacando en procesión a la Virgen de la Salud.

La iglesia de San Bartolomé fue construida en el primer cuarto del siglo XIII, y se alza como una mezcla de arte románico y del emergente gótico. El interior del templo muestra una gran sobriedad en su traza, tiene planta de cruz latina y su ábside presenta forma de semitambor. La portada de acceso se abre en el muro meridional y cuenta con seis arquivoltas decoradas con motivos vegetales de formas cistercienses.

Llaman la atención los bellos rosetones y celosías estrelladas, así como los relieves que decoran la cornisa y los capiteles. Los símbolos iniciáticos templarios estimulan la imaginación: cabezas de lobo, guerreros, pentágonos estrellados, toneles, laberintos y hasta un buen número de marcas de cantero en sus sillares. Se puede visitar pagando un precio simbólico.

Bajo el influjo de este viaje en el tiempo, diríjase a contemplar las vistas desde el Balconcillo del Diablo, ubicado justo a la izquierda de la ermita y, a continuación, a la derecha, la cueva de San Bartolomé.

Situada junto a la ermita, la cueva Madre, también llamada Grande o de San Bartolomé, asienta sus cimientos en la firme roca formando un gran orificio ganado al terreno kárstico (formación caliza, producida por la acción erosiva o disolvente del agua) y conservando algunas pinturas rupestres. Desde su interior se puede contemplar la ermita.

Nenúfares en el río Lobos
Nenúfares en el río LobosM. C.

Si sigue por la senda paralela al río, desde el puente de madera ubicado junto a la cueva de San Bartolomé, el cañón se irá estrechando y el visitante se sentirá impactado por la espectacularidad de su relieve. De esta forma, llegará a una pared rocosa agujereada llamada Colmenar de los frailes, porque albergaba colmenas de la comunidad templaria.

Los paredones calizos despertarán su imaginación por sus originales y variadas formaciones kársticas, como la cueva Negra, Fría y Galiana, torcas (depresión circular con bordes escarpados en un terreno) y simas.

Caminando por la senda marcada por longevos ejemplares de sabina albar, llegará a la Fuente del rincón, marcada por un roquedal y un acceso bien señalizado en la ladera, que constituye la entrada a la cueva Galiana protegida por una verja. Esta es la única cueva visitable de los casi 300 sistemas, galerías o simas de esta zona. Y si le gustan las aventuras a lo Indiana Jones… cuente con murciélagos sorpresa.

A partir de este punto, nos dirigimos hacia la frontera con la zona burgalesa. El cañón se abre entre la frondosa vegetación y, dejando la senda, seguirá por una pista entre pinares donde el río Lobos serpentea por el fondo del cañón. A lo largo del recorrido se disfruta de nenúfares, juncos y espadañas, donde habitan ranas saltarinas que sirven de alimento a las culebras de collar y estas al águila culebrera. Es el ciclo de la vida.

Las raíces de los árboles que enraízan el camino señalan de forma natural y mágica la llegada al puente del siglo XVIII (denominado de Los siete ojos), que marca la mitad del recorrido de los 25 kilómetros del Parque Natural del cañón del Río Lobos. Y a estas alturas, habrá sido atrapado por la magia del lugar.

Ficha técnica de la ruta

Marco geográfico: El cañón del río Lobos se extiende a lo largo de 25 kilómetros entre los términos municipales de Ucero y Hontoria del Pinar. Esta ruta abarca el tramo comprendido entre la entrada al parque natural y el puente de los Siete Ojos.

Distancia: 12 kilómetros desde las alamedas de Ucero al puente de los 7 ojos.

Desnivel de subida: +25 metros.

Desnivel de bajada: -25 metros.

Tiempo: 4 o 5 horas de ruta.

Dificultad: Fácil. Desnivel escaso y corta distancia. Pequeña dificultad al cruzar los puentes naturales formados por piedras consecutivas.

Equipo recomendado: es importante llevar calzado apropiado para no resbalarse y prestar atención al terreno que se pisa. Vestir ropa, calzado y equipo de montaña adecuados, impermeable, mochila, 1´5 litro mínimo de agua, comida, gafas y protección solar. Los bastones son aconsejables, así como calzado y ropa de repuesto (en caso de amenaza de lluvia).

Recorrido desde Madrid: A-1 - Somosierra - N-110 - Riaza - Ayllón - San Esteban de Gormaz - Burgo de Osma - Puente de los Siete Ojos.

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