El arte que España olvida: su ciencia
La colección dirigida por José Celestino Mutis y los dibujos científicos Santiago Ramón y Cajal y sus discípulos merecen conocimiento y reconocimiento
Que España es un país que rebosa arte e historia es algo que está fuera de toda duda. Por si hubiese alguna duda, la Unescao nos coloca bien arriba en su lista de monumentos Patrimonio de la Humanidad, y es internacionalmente reconocido el nivel de nuestro país desde el punto de vista de los museos, especialmente las pinacotecas, donde el triángulo formado por El Prado, el Museo Thyssen-Bornesmisza y el Centro de Arte Reina Sofía concentran en apenas 500 metros Madrid una de las ofertas más ricas y variadas del mundo. Pero no es solo en la capital donde podemos encontrar visitadísimos museos, sino que desde el Guggenheim norteño, pasando por el Teatro-Museo Dalí, en Figueres, el barcelonés Museo Picasso o su homónimo abierto en Málaga desde hace una década, nuestra geografía ofrece al visitante una gran cantidad de extraordinarios museos. Es por ello que choca más el objeto de este artículo: que sea precisamente España (sus clases dirigentes) quien olvide la riqueza y trascendencia también artística de algunos de sus tesoros científicos. Y me voy a referir, concretamente, a dos ejemplos flagrantes que, para colmo, están, físicamente, en Madrid, por lo que sería razonablemente fácil articularlos junto al triángulo El Prado-Thyssen-CARS arriba descrito.
Cronológicamente, el más antiguo es la colección de dibujos iluminados de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (1783-1816), dirigida por el gaditano fray José Celestino Mutis (1732-1808): se trata de más de 7.500 dibujos, fruto de los más de 30 años de trabajo en la actual Colombia, en los que se ilustran diferentes especies botánicas (algunas desaparecidas), que conforman el denominado estilo Mutis y que, aunque realizadas por diversos ilustradores (Eloy Rizo, Pedro Fermín de Vargas, Bruno Landete, etcétera) que trabajaban en la Casa Botánica de Mariquita bajo la coordinación de Mutis, conforman una soberbia colección, de una calidad, probablemente, única en el mundo. Linneo (1707-1778) mantuvo activa correspondencia científica con fray Celestino Mutis ya desde antes de que éste partiese a América, y las contribuciones del gaditano fueron fundamentales en la clasificación sistemática del naturalista sueco, y hasta tal punto resultaron imprescindibles para Linneo que éste decidió publicarlas como un Supplementum Plantarum a su Systema Naturae.
Los más de 7.500 dibujos que componen la colección de Mutis se conservan en el Jardín Botánico de Madrid
De la trascendencia de Mutis da idea el hecho de que Alexander von Humboldt (1769-1859) visitó durante dos meses al botánico gaditano en Bogotá, atraído por sus conocimientos, y, a su vuelta a Europa, adoptó la idea del gabinete de ilustración de Mutis para servirse de ello en su Viaje a América. Para más inri, los más de 7.500 dibujos que componen la colección de Mutis se conservan en el Jardín Botánico de Madrid, paredaño con el Museo de El Prado (no en vano el edificio de Villanueva nació como Museo de Ciencias Naturales y el actual Jardín Botánico era su continuación natural, lógica y necesaria)… pero solo pueden admirarse con ocasión de puntuales exposiciones, pues no se exhiben de forma permanente. Aunque, si eres lo que viene a ser denominado un visitante VIP, siempre se puede hacer una excepción, claro…
El segundo ejemplo al que quiero referirme es la mundialmente incomparable colección de dibujos científicos con que Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) y sus más destacados discípulos (Pío del Río-Hortega, Fernando De Castro, Rafael Lorente de Nó) ilustraron al mundo acerca de cómo se organizaba el sistema nervioso, una de las epopeyas científicas que comenzó en el último cuarto del siglo XIX, que sigue todavía en marcha y que, probablemente, mantendrá secretos por devanar durante mucho tiempo más. Las contribuciones de Cajal para que conociésemos cómo se organiza y funciona el sistema nervioso son fundamentales, al límite de considerársele como el padre de la moderna Neurología, y sus dibujos fueron la forma maestra de poder resumir sus observaciones: las aptitudes artísticas de Don Santiago fueron, sin duda, fundamentales para saber extractar y esquematizar los detalles de la fina organización de las células nerviosas, hasta el punto de clavar sus famosas flechas en los dibujos para indicar el flujo que debería seguir la información nerviosa en su continuo viaje por el cerebro.
Todavía hoy asombran a todo el mundo científico y los tratados donde se compendian (Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados –publicado en 1899- y la Histologie du systeme nerveux –publicado en 1905-) siguen siendo la base de partida imprescindible para los investigadores y estudiosos neurocientíficos. Es tal el reconocimiento de estas ilustraciones que algunos dibujos de Cajal han viajado al espacio (misión Neurolab), por ejemplo: un reconocimiento simbólico planetario. Dos de los discípulos más cercanos y brillantes del Nobel español, el vallisoletano Pío del Río-Hortega (1882-1945) y el madrileño Fernando De Castro (1896-1967), pusieron mano a algunos de los más perfectos dibujos científicos que produjo la denominada Escuela Neurológica Española, ilustrando con ellos sus descubrimientos capitales en la Historia de Neurociencia.
En Río-Hortega y en De Castro se intuye, sin duda, el reconocimiento del dibujo más detallista y, a la vez, inspirador que, de la mano del redescubierto paisajista romántico alemán Caspar David Friedrich (1774-1840), se puso tan de moda desde los albores del siglo XX y que inspiró a expresionistas y surrealistas hasta la IIª Guerra Mundial. Sorprende que haya sido apenas recientemente que la influencia de las recreaciones de los paisajes neuronales microscópicos de Cajal y sus discípulos se haya comenzado a estudiar en el Arte de su tiempo y posterior. Porque es muy reciente y creo que completamente novedoso al respecto lo que ha escrito el ensayista Ignacio Gómez de Liaño en sendas ocasiones.
Que estas colecciones científicas no tengan el conocimiento y reconocimiento debidos es un dislate más de nuestra querida España.
Atisbó ya el asunto en junio de 2012, cuando se asombró de que hasta la fecha no se hubiese explorado una influencia del mundo microscópico de Cajal en Salvador Dalí (1904-1989), a pesar de la infinidad de estudios sobre nuestro surrealista universal, sus influencias y, sobre todo, por el directo conocimiento que el joven Dalí tuvo en la Residencia de Estudiantes de los trabajos de Río-Hortega y demás discípulos de Cajal. Hace apenas un año, el propio Gómez de Liaño trató de primera mano el tema en su excelente prólogo al catálogo de la exposición del expresionista abstracto alemán y tachista maldito Wols (1913-1951), Wols: el cosmos y la calle, abierta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía entre febrero y mayo de 2014. También todos estos dibujos científicos se conservan en Madrid, en un denominado Museo Cajal que, aparte de ignorar a esa escuela científica que formó y que quizás no tenga parangón en la Historia, resulta que no está abierto al público y para poder contemplar sus contenidos o estudiarlos hay que hacer una instancia previa y poco menos que confiar en los hados.
Que estas colecciones científicas no tengan el conocimiento y reconocimiento debidos es un dislate más de nuestra querida España. Que no exista ya un Museo Cajal y de la Escuela Neurológica Española (o como se quiera denominar globalmente a Pío del Río-Hortega, Fernando de Castro, Rafael Lorente de Nó, Jorge Francisco Tello, Domingo Sánchez, Pedro Ramón y Cajal, etcétera), debidamente equipado y dotado, abierto al público y tan visitado por los colegios como el Museo Pasteur en el parisino Institut Pasteur (por ejemplo), bien lo deberíamos catalogar de crimen de lesa patria. O crimen de lesa humanidad, pues esta colección incomparable debería, quizás, pasar a ser propuesta como parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Y si no lo sabemos hacer los científicos españoles, ya sea por envidias, ignorancias, olvidos o falta de diplomacia, que lo sepan hacer nuestros compatriotas del mundo artístico, sin duda, más hábiles en este tipo de aventuras y que saben encontrar más apoyos y ecos en la clase dirigente y política. España y la humanidad entera lo agradecerán.
Fernando de Castro Soubriet es Científico Titular del CSIC y jefe del Grupo de Neurobiología del Desarrollo-GNDe en el Hospital Nacional de Parapléjicos.
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