La revancha del músico Sly Stone
El gigante del 'funk' gana un juicio contra su antiguo representante, quien tendrá que pagarle casi 5 millones de euros. El artista vive en la indigencia
Según la famosa frase de Karl Marx, “la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa”. Convendría puntualizar: por lo que respecta al mundo del espectáculo, la farsa suele desarrollarse en un tribunal y los actores son abogados que luchan por cuantificar las dimensiones de la tragedia. Lo que resulta más raro es que el engañado, siempre el artista, recupere algo del dinero que se evaporó.
Sylvestar Stewart (Tejas, 1943), conocido públicamente como Sly Stone, al menos ya lleva algo ganado. Un veredicto de un jurado de Los Ángeles exige que le paguen 2.205.000 euros entre su exmánager, Jerry Goldstein, y el abogado Glenn Stone; otros tantos deben ser abonados por Even St. Productions, empresa montada por los dos condenados para ocuparse de los negocios del artista. Queda por ver cuánto dinero llegará a ver Sly: desde 2013, Even St. está en suspensión de pagos. Jerry Goldstein es un tiburón resbaladizo: tuvo sus años de gloria como compositor y productor pero decidió que era más rentable aprovecharse de músicos en horas bajas, dispuestos a vender su herencia por un plato de lentejas. Así, se hizo con los derechos del grupo War, creadores de numerosos éxitos durante los años setenta; los miembros originales de la banda no pueden usar el nombre y solo actúa como War un grupo designado por Goldstein.
Cuando se acercó a Goldstein en 1988, Sly Stone seguramente conocía esa historia. Era un tipo listo: bajo el nombre de Sly & the Family Stone, había cambiado el rumbo de la música negra a finales de los sesenta; aquella banda reflejaba el optimismo del hipismo de San Francisco, donde Sly ejerció como locutor radiofónico y productor discográfico.
Triunfadores en Woodstock, Sly & the Family Stone acumularon éxitos… y problemas. Aficionado a la cocaína y el polvo de ángel, Sly se encerró en su mansión-estudio de Los Ángeles, fallando a la hora de cumplir con los conciertos. Aunque sus turbulencias personales inspiraran discos memorables, como There's a riot goin' on (1971), según avanzaban los setenta se convirtió en una sombra de sí mismo.
Prince suele tocar sus canciones e incluso trabajó con alguno de sus músicos
Sus discos dejaron de venderse y las noticias solo hablaban de bolos cancelados, actuaciones frustrantes y arrestos por posesión de sustancias prohibidas. Cuando pactó con Goldstein, Sly parecía un caso perdido: nadie le contrataba y no le llegaba dinero. Estaba en números rojos con CBS, la discográfica donde grabó sus clásicos; los derechos de autor de esos temas iban a Hacienda, para compensar años sin pagar impuestos.
Goldstein calculó que, sin levantar un dedo, Sly podía ingresar anualmente al menos un millón de dólares, lo que hacía factible ir liquidando sus deudas. Por su parte, Sly debía preparar una reaparición en regla. Sus ideas todavía sonaban frescas: Prince suele tocar sus canciones e incluso trabajó con alguno de sus músicos. En 2005, artistas blancos y negros participaron en un homenaje, Different strokes by different folks.
Pero no: aunque ha aparecido ocasionalmente en escenarios y grabado sus viejos éxitos, Sly parece hoy incapaz de crear algo nuevo a la altura de sus grandes obras. Y no le faltan hinchas: Willem Alkema, un admirador holandés que rodó un documental sobre su situación, reveló que vivía de las prestaciones sociales y ni siquiera tenía un domicilio.
Efectivamente, aparecieron fotos de Sly viviendo en una caravana aparcada en un barrio de Los Ángeles. Algún reportero que profundizó en el asunto descubrió que Sly estaba dramatizando su situación personal, cara al juicio que había planteado contra Goldstein. Se trataba de una táctica para ganar la simpatía del público y parece haber funcionado. Hay que repetirlo: Sly no es tonto.
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