Vive la France!
Francia ha acogido durante décadas a personas de todo el mundo para las que ha sido un refugio, además de escenario de su progreso profesional y éxito social. Miles de españoles son ejemplo de ello
De un balazo. Lo remataron de un balazo. Hoy somos todos Charlie Hebdo, pero también soy Ahmed Merabet, el policía francés, musulmán y de origen árabe, caído y rematado en el suelo. Hoy soy libertad, igualdad, fraternidad, e hijo de emigrantes (españoles) que ha crecido en Francia.
Lo ocurrido en Francia dará para muchos silencios y tertulias, acciones y reacciones. El hashtag de repudio al ataque en París, #JeSuisCharlie, se ha convertido en el más difundido en la historia de la red social Twitter, con más de 5 millones de mensajes. Pero hoy soy también Ahmed, hijo de inmigrantes, allegado a un país que ha recibido cientos de miles y millones de españoles, portugueses, marroquíes, argelinos, tunecinos, y muchos otros. Cruzaron la frontera francesa y han hecho lo que sigue siendo hoy en día Francia: una gran potencia económica, pero también cultural y moral. Gente valiente como Ahmed que no dudó en cumplir con su deber.
Mis padres llegaron a Francia, como muchos españoles, buscando un mundo mejor. Y lo encontraron en una ciudad pegada a París, cerca del palacio del rey Sol. Como los de Ahmed, cruzaron fronteras. Y la República nos ha permitido a mi hermano y a mí crecer. He podido estudiar en las grandes écoles francesas, Sciences Po y HEC, cuna de las élites francesas desde Napoleón, y de ahí saltar a Oxford y Boston. Francia es ese país de oportunidades donde meritocracia y excelencia no son palabras vacías, no son ficciones ni cuentos de hidalgos. Deberíamos tomar nota. Allí las instituciones funcionan: en la Cour des Comptes, el Tribunal de Cuentas francés, no hay cientos de familiares; sólo premiados por los concursos republicanos, y cuando la institución saca su informe anual es noticia en los telediarios del país.
Se abre el año sobre una tragedia. Mi deseo para 2015 es que Francia salga más fuerte que nunca y recobre confianza. Nuestro país vecino, mi segunda patria, es grande por esa capacidad única de recibir con los brazos abiertos savia nueva. Los españoles lo sabemos muy bien: hoy en día el primer ministro del país, Manuel Valls, es catalán, nacido en Barcelona. La alcaldesa de la capital, Anne Hidalgo, es gaditana. Si uno mira hacia las grandes corporaciones francesas, muchas tienen en sus comités directivos españoles, y a veces dobletes. ¿Quién sabe, por ejemplo, que la número uno mundial del grupo publicitario Havas es una hija de emigrantes catalana, Mercedes Erra (también estudió en HEC), y que su cúpula directiva alberga otro español en el máximo nivel, Alfonso Rodés? En los comités de dirección mundial de Renault hay también dos españoles, al igual que en el grupo Airbus, con un español al mando de la división militar y otro consejero delegado de Eurofighter. ¿Quién sabe que el consejero delegado de la mítica marca del cocodrilo, Lacoste, es un español, José Luis Durán, años atrás también consejero delegado de Carrefour?
Francia tiene que recobrar confianza en sí misma. La barbarie podría ser el catalizador
Durante años, el presidente de Rungis, el mayor mercado de abastecimiento del mundo, se llamó Xavier… España, una persona deliciosa, compatriota nuestro, asentado todavía, hoy en día, en Francia, su segunda patria. Y la lista es (muy) larga: en Danone, en Schneider, en Sodexo, en la FNAC, en Suez Environnement, en Alcatel Lucent y en Arcelor Mittal, en el grupo de lujo Kering y en su rival Louis Vuitton, en la multinacional Hachette (propietaria de Anaya), en todos ellos también hay españoles en los comités de dirección mundiales.
Pensemos en nuestros grupos del Ibex 35: ¿cuántos extranjeros están en sus comités de dirección? La diversidad no es sólo de género, sino también de trayectorias, historias, culturas, nacionalidades. En el ámbito cultural, también abundan los ejemplos. Sin ir más lejos, el Premio Goncourt de 2014, uno de los más prestigiosos del país, ha recaído en Lydie Salvayre, una hija de republicanos españoles, de padre andaluz y de madre catalana. Su lengua materna no era el francés; y escribió con un estilo digno de los grande estilistas del país Pas Pleurer, una novela que cuenta la juventud de su madre en la España de la Guerra Civil, y con ella se llevó uno de los más prestigiosos premios literarios.
El ataque —algunos hablan de guerra— que se ha producido en Francia es de esperar provoque también un sobre-salto de esa (gran) nación. Esperemos que del horror y del barro salga luz y oro, que ese acto refuerza el país en su cohesión: católico, protestante, judío y musulmán. Francia se lo merece: tiene que recobrar confianza en sí misma. La barbarie de los atentados sufridos podría ser el catalizador.
Los atentados de París muestran que se han transcendido las fracturas del país
2014 demuestra, si fuera necesario, la enorme vitalidad del país. Nada menos que dos Premios Nobel, el de Literatura, con Patrick Modiano, y el de Economía, con Jean Tirole, han recaído en Francia. Por si fuera poco, Thomas Piketty, otro economista francés, se ha convertido en estrella mediática mundial con su best seller sobre el capital. Una de las mayores salidas a Bolsa de una startup “californiana” ha sido Lending Club, una financiera tecnológica fundada por… un francés, Renaud Laplanche. Una de las más recientes introducciones europeas en el Nasdaq es… francesa: Criteo. Hasta en España, alguna de las startups más prometedoras, como Kantox, tiene como CEO y CFO a dos franceses (y sus financiadores son en parte fondos de capital riesgo franceses, Partech e Indinvest).
A principios de 2015, Francia ya no sería la quinta sino la sexta potencia mundial económica, rebasada por Reino Unido. No importa: el país sigue en primera liga mundial. No hay prácticamente ningún sector económico donde no haya un campeón francés, sea en el automóvil, el aeronáutico, la energía nuclear, la ingeniería civil, los servicios, la banca o los seguros, el mundo del lujo o el de la alimentación, la producción de vidrio, de cemento, de energía petrolera o de trenes de alta velocidad. Francia tiene una profundidad industrial de la cual carecemos. Y no hemos desmerecido estos últimos años a la hora de crear grandes grupos, algunos de ellos rebasando a los galos.
La reacción de Charlie Hebdo debería inspirar a todo el país: provocar un sobresalto vital de cohesión nacional y social. El periódico satírico, que tenía tiradas relativamente modestas, apenas 60.000 ejemplares, saltó en los kioscos a un millón justo después de los atentados. Una manera de decirlo alto y fuerte: estamos vivos. Las manifestaciones masivas en toda Francia, después de los atentados, han demostrado que se han transcendido las fracturas del país. Un país que respeta a todos, cualquiera que sea su religión, su cultura o su procedencia, un Estado laico como Francia que ha dado oportunidades a tantos (hay que recordar de nuevo: muchos hijos de españoles) merece que se respeten sus valores de libertad de expresión.
Quizás de la desgracia ocurrida salga algo positivo. Un país reforzado, que recupere la confianza para poder desplegarse a lo ancho, y que levante su tríptico universal. Libertad. Igualdad. Fraternidad. Estas palabras, en Europa y en España, también importan. Nos toca de nuevo levantarnos con valor y valores. No perdamos el norte. Ni el sur. Seamos Charlie y Ahmed.
Javier Santiso es profesor de Economía de ESADE Business School y autor de España 3.0: Necesitamos resetear el país, Planeta, 2015.
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