Conflictos que nunca terminan
Se está produciendo el mayor incremento en el número de conflictos armados, a nivel mundial, desde el final de la Guerra Fría; además, estos matan y provocan mucho más víctimas que en años pasados. Esta tendencia también se evidencia en África. Salvo algún caso positivo como es el de Túnez donde gracias al diálogo y al afianzamiento de la democracia se ha conseguido un equilibro nacional que ha evitado el conflicto, en el resto del continente las disputas y tensiones suelen terminar, en la mayoría de las ocasiones, echando mano de las armas. Además, cada vez parece más difícil ponerles fin.
Es el caso, por ejemplo, de la República Democrática del Congo, donde el optimismo vivido en 2013 ante un posible fin del conflicto ha dado paso a un incremento de actividades guerrilleras, especialmente en los últimos mese de 2014, tirando por tierra todas las esperanzas de paz.
Otra tendencia que apreciamos en los conflictos actuales es que tienden a la regionalización. Aquí es claro el caso de Libia, que ha derivado hacia una guerra civil, y que se encuentra en el origen de la inestabilidad que vive el Sahel actualmente, convertido ahora en un refugio de terroristas que viven de la extorsión y del tráfico de drogas y personas, principalmente. Hace poco José Naranjo, en este mismo blog, en una entrada titulada la hidra terrorista de tres cabezas, ponía de manifiesto estos temas y cómo los grupos yihadistas se están convirtiendo en una verdadera amenaza: Boko Haram en Nigeria y Camerún, Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y grupos satélites en el Sahel y Al Shabab en Somalia y Kenia. Se trata de grupos que no son solo meros terroristas, sino que aspiran a controlar y dominar territorios donde establecer su propia ley. También en el conflicto de Sudán del Sur podemos apreciar esta tendencia con la implicación de países vecinos como Sudán o Uganda, por ejemplo.
Si nos preguntamos por las causas detrás de estos conflictos no podemos ignorar el choque de intereses de las distintas potencias mundiales o emergentes. Así, la lucha de poder entre Arabia Saudí e Irán, sunitas y chiís, está afectando al norte de África, especialmente a Egipto o Libia.
Sin embargo, la confrontación más fuerte es la que se está produciendo entre los intereses estadounidenses y chinos por el control de las materias primas de África. El último conflicto de Sudán del Sur es clave para entenderlo: tras la independencia en 2011 de este país, los Estados Unidos esperaban que el control de las compañías chinas sobre los campos petrolíferos sursudaneses desapareciera a favor de las suyas. El presidente del país, Salva Kiir, no hizo nada para cambiar la situación por lo que las multinacionales norteamericanas forzaron a su gobierno a buscar un nuevo aliado y lo encontraron en el vicepresidente Riek Machar. Las dos posturas terminaron enfrentándose públicamente y llegaron a las armas. El conflicto ya ha cumplido un año y no parece que esté cerca del fin.
Con estos elementos en mente, este año que comienza queremos seguir muy de cerca los diversos conflictos que recorren el continente africano. Existen múltiples pequeñas disputas o de menor intensidad en el continente, pero nosotros consideramos que los que hay que controlar más de cerca son los ocho siguientes.
Nigeria
Es un país donde la brutalidad de Boko Haram sigue determinando la vida en gran parte del norte. Las actividades del grupo islamista se han extendido también a Chad y Camerún, país este último que se está tomado muy en serio la lucha contra el grupo islamista. La respuesta militar del presidente nigeriano Goodluck Johathan no consigue frenar la insurgencia y parece que cada día crea más enemigos al gobierno.
Un nuevo factor que puede incidir en el conflicto nigeriano es la caída de los precios del crudo, del cual depende alrededor del 70 % de los ingresos del país. Nigeria empieza a experimentar una crisis económica que ha llevado a la devaluación de la naira, la moneda local, tres veces durante el año 2014.
En tercer lugar, hay que considerar que las elecciones presidenciales programadas para el próximo mes de febrero pueden ayudar a desestabilizar el país. Los comicios nigerianos se caracterizan por las fuertes confrontaciones entre seguidores de los distintos partidos y la violencia, pero este año puede ser mucho más fuertes ya que por primera vez desde el regreso del poder a los civiles en 1999, el partido que desde entonces ha estado en el gobierno, el People’s Democratic Party (PDP), afrenta un verdadero reto: toda la oposición, bajo el nombre de All Progresive Congress (APC), se ha unido detrás de un solo candidato, el general retirado Muhammadu Buhari.
Si el candidato de la oposición pierde puede que se repitan los tumultos en el norte del país que siguieron a las elecciones de 2011, que esta vez contarán con el apoyo de Boko Haram, lo cual incrementará la violencia en la zona. Si Jonathan es el perdedor sus seguidores en el Delta serán los que desatarán las protestas, seguramente.
De una u otra forma parece que la violencia está garantizada en el país. Además, la organización International Crisis Group ha alertado del aumento del contrabando de armas que, en las últimas semanas, está experimentando el país, lo cual facilitaría los choques armados entre grupos políticos. La desestabilización de la economía más poderosa del continente puede tener graves consecuencias para toda África.
Somalia
Durante el último año hemos asistido a varios triunfos de las fuerzas de la Unión Africana y el ejército somalí sobre Al-Shabab. Sin embargo, el gobierno federal somalí todavía no consigue imponer su autoridad sobre el país. En los últimos meses tensiones entre el presidente y el vicepresidente han dado lugar a la última crisis; además, discordias tanto a nivel federal como regional ponen en peligro la celebración de elecciones y un referéndum constitucional previsto para inicios de 2016.
A pesar de los avances en el control del país, todavía existen gran cantidad de señores de la guerra que mantienen el poder sobre sus propios territorios. La misión de la Unión Africana, AMISOM, ha sido tildada de parcial y de defender más los intereses de sus propios países que los de Somalia y sus intentos de unidad y estructuración como un estado.
Aunque ha sufrido varios reveses durante el pasado año, como el asesinato de su líder por un drone estadounidense, Al-Shabab retiene gran parte de su habilidad para seguir golpeando tanto en casa como fuera, especialmente en Kenia. En Somalia se dan todos los ingredientes para que la situación no cambie, los donantes extranjeros se cansen de aportar medios y el conflicto se extienda a países vecinos.
Libia
La transición libia que se abrió tras la caída de Gadafi en 2011 ha fracasado. El país se encuentra dividido, con dos parlamentos: el reconocido internacionalmente con sede en Tobruk y el denominado Congreso Nacional General, de corte islamista, con sede en Trípoli. El gobierno libio no tiene prácticamente ningún poder y las instituciones del estado han desaparecido en la práctica.
La verdadera división del país no tiene tanto que ver con islamistas o anti-islamistas sino con el control de los campos de gas y petróleo codiciados tanto por los grupos armados como por los grupos tribales. Detrás de ellos está la sombra de las potencias internacionales que nos se ponen de acuerdo en cómo estructurar un país que corre un riesgo real de fraccionarse y su verdadero interés, controlar el petróleo libio.
La Unión Africana ha pedido una intervención directa en el país, mientras que los países vecinos, como Malí y Senegal optan por una acción de los países occidentales, pero estos, liderados, en esta ocasión por Francia, no parecen estar por la labor. Así las cosad, el sur del país, abandonado por todos, se ha convertido en el santuario de diversos grupos armados que desde allí desestabilizan el Sahel.
El Sahel
Es sabido que la caída de Gadafi produjo un influjo de armas y mercenarios en esta zona que conllevó, entre otras cosas, la independencia del norte de Malí, Azawad, en 2012 y un golpe militar en Bamako. Gracias a la intervención francesa los grupos yihadistas y tuaregs que estaban detrás de esas acciones se retiraron al norte del país, zona que siguen controlando y en la que se siguen produciendo encuentro con las tropas allí desplegadas.
También Níger, país en el que Francia tiene fuertes intereses económicos debido a las minas de uranio, está experimentando un aumento de las actividades terroristas. En esta zona, donde los diversos países ven difícil controlar sus zonas más desérticas y proteger sus porosas fronteras, la rivalidad entre Marruecos y Argelia es un factor más que da alas a los grupos terroristas, los cuales controlan las rutas de la droga, las armas y las personas, como decíamos anteriormente, que tantos beneficios les aportan.
La República Democrática del Congo
2013 fue un año que levantó grandes esperanzas de que el conflicto vivido en el este del país pudiera tener un fin. Pero estás se han desinflado a lo largo de 2014.
Las reformas, sobre todo en el sector de la seguridad, que el presidente Joseph Kabila prometió no se han cumplido. La derrota del M23, la guerrilla apoyada por Ruanda, gracias a las acciones conjuntas del ejército congolés y de fuerzas especiales de las Naciones Unidas hizo creer que muchos otros grupos armados empezarían a desarmarse, pero no ha sido así.
Estos grupos siguen actuando. La operación del ejército congolés contra las Fuerzas Aliadas Democráticas (FAD), no ha conseguido debilitar a esta guerrilla que cuenta con el apoyo de Uganda. También sigue muy activas las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), un remanente de paramilitares hutus que participaron en el genocidio de su país. Parece que el ejército congolés tiene cuidado en no enfrentarse directamente con ellos. Además, el grupo no ha aceptado la última propuesta de desarme presentada por la comunidad internacional y que tenía como fecha límite el 2 de enero de 2015.
Ante esta realidad, la situación no parece cambiar mucho. En los últimos meses se han producido nuevas matanzas de civiles en el este del país, especialmente en la zona de Beni (Kivu norte).
Con este panorama de fondo, pronto Kabila tendrá que enfrentarse a unas elecciones que parece estar retrasando el máximo posible, probablemente con la idea de plantear una reforma de la constitución que le permita un tercer mandato. Este hecho, que se podría proponer a la largo de este año, sería, seguramente, el detonante de grandes protestas en todo el país, que podrían ir acompañadas de mucha violencia.
República Centroafricana
A pesar de que las dos partes en conflicto, Seleka y Antibalakas, se pusieran de acuerdo en 2014 para elegir a una presidenta del país en la persona de Catherine Samba-Panza y se formase un gobierno de transición, el conflicto está lejos de llegar a su fin.
En las últimas semanas, grupos de personas que viven principalmente de la ganadería y que son identificados como seguidores de los seleka, han sido atacados en los enclaves en los que se encuentran confinados por miembros de los antibalakas.
Las causas que financian y mantiene este conflicto no están siendo tenidas en cuenta: el robo y tráfico de ganado y marfil y el control de los yacimientos de oro y diamantes, principalmente.
El conflicto de la RCA parece estancado y la presencia de la Misión de las Naciones Unidas (MINUSCA) da la impresión estar aportando soluciones al mismo. Además, es un conflicto que podría fácilmente extenderse al sur de Chad, donde la llegada masiva de refugiados está poniendo mucha tensión sobre la población local.
Sudán
El gobierno de Jartum tiene abiertos varios frentes: Darfur, Kordofán del Sur, Nilo azul… todos los cuales parecen haberse intensificado durante el último año, debido, principalmente, a la falta de reformas del gobierno central había prometido acometer. Da la impresión de que la tendencia durante el 2015 va a ser la misma y continuará subiendo la tensión.
Las elecciones legislativas y presidenciales programadas para el próximo mes de abril pueden traer un aumento de la violencia en las zonas en conflicto; sin embargo no deberían suponer una amenaza real para la renovación del mandato de Omar al-Bashir.
Sudán del Sur
El país acaba de entrar en su segundo año de guerra, de la que tampoco se atisba el fin. En este conflicto se ha acusado a Sudán de, a pesar de las promesas hechas al gobierno de Juba, estar armando a los rebeldes seguidores de Riek Machar. Por su parte Uganda y los rebeldes sudaneses apoyan al ejército partidario del presidente Salva Kiir. Esta implicación regional hace temer una extensión del conflicto fuera de las fronteras de Sudán del Sur.
Al final de la estación de las lluvias, en diciembre, hemos asistido a un repunte de la violencia, la cual está llegando a zonas que habían estado ajenas al conflicto durante el primer año del mismo.
El país está al borde de la bancarrota ya que la mayoría de la producción de petróleo está detenida, los precios del crudo han caído y el gobierno de Juba destina la mayoría de sus recursos a pagar la guerra. Como señalábamos más arriba, es esta materia prima y su control lo que yace detrás de este conflicto.
Evidentemente, la resolución de este conflicto necesita una mayor implicación de China y Estados Unidos, principales interesados en él. Pero hasta el momento parece que prefieren la violencia, dando la impresión de que en Sudán del Sur se estuviese dilucidando la hegemonía y control de una u otra potencia sobre los recursos naturales del continente.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.