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También es cosa de hombres

Definirse como feminista ya no es un tabú, tampoco entre los varones. Cada vez más hombres se mojan contra la violencia y la discriminación. Campañas en las redes como Heforshe dan visibilidad a este fenómeno.

El dramaturgo Miguel del Arco.
El dramaturgo Miguel del Arco.Caterina Barjau

Una investigación acaba de concluir que los chimpancés machos ejercen la violencia contra la hembra porque ello facilita que tengan descendencia. Venimos de ahí. Hace más de dos millones de años que el simio se irguió y se convirtió en homo, pero fuimos salvajes hasta anteayer. La humanidad solo domina la agricultura desde hace 12.000 años; la escritura o el dinero, desde hace 5.000. Llevamos cinco siglos de revolución científica; solo hace dos siglos que se definieron los derechos humanos. Apenas hace un siglo que las mujeres pueden votar en los países más avanzados; en España no podían firmar un contrato o abrir una cuenta sin su marido hace 40 años. Acabamos de lograr que una nave espacial se pose en un cometa, pero el mayor riesgo para las habitantes del planeta Tierra es, todavía hoy, que las mate su pareja masculina, la causa del 38% de los homicidios de mujeres según la OMS. Existen aceleradores de partículas y burkas, impresoras 3D y prostitutas esclavizadas, una de progreso y otra de represión.

El feminismo no es el extremo opuesto al machismo como algunos quieren hacer creer. No es el machismo de las mujeres. Se puede ser hombre y no ser machista, como ser blanco sin ser racista, o adinerado sin ser clasista. Depende de la sensibilidad que cada uno muestre hacia los problemas de su prójimo. De su concepto de la justicia.

Lo nuevo, el fenómeno incipiente, es que ponerse la etiqueta de feminista ya no es un estigma. Tampoco entre hombres. Durante mucho tiempo, las personas implicadas con la igualdad evitaban definirse con este ismo, por no aparentar radicalidad, para que no se pongan a la defensiva los otros varones. Hoy hasta las más sensuales estrellas del pop, léase Beyoncé, se declaran feministas. Y una actriz, Emma Watson, ha movilizado a todo tipo de varones desde la ONU para la campaña Heforshe. La última frontera que está cruzando el feminismo es la militancia de los hombres. Proliferan iniciativas a escala global y local. De repente, las redes se llenan de solidaridad masculina con la mujer, de fotos de ciudadanos anóni­mos o figuras de Hollywood sosteniendo letreros contra la violencia y sobre otras injusticias: el techo de cristal, la brecha salarial, el peso desequilibrado del hogar, la mayor exposición a la pobreza. Por no hablar del acoso laboral o callejero, de que a ellas se las juzgue por su aspecto, la presión por un ideal de belleza inalcanzable. Problemas que han entrado en la agenda de muchos hombres en unos tiempos propicios a las movilizaciones de todo tipo.

El rapero El Chojín. Rosa Parks, mítica luchadora por los derechos civiles de EE UU en los cincuenta, es su inspiración.
El rapero El Chojín. Rosa Parks, mítica luchadora por los derechos civiles de EE UU en los cincuenta, es su inspiración.Caterina Barjau

¿Es que ser feminista ahora es cool, un rasgo del nuevo hombre, una seña de modernidad? No corramos tanto. Los sociólogos sí observan hasta qué punto ha cambiado la percepción masculina de la desigualdad. En un sondeo de Metroscopia de este año, el 63% de los hombres (y el 72% femenino) contestaron que ven situaciones de discriminación contra la mujer. Un 62% de los varones están de acuerdo con el 82% de las mujeres en que la vida de ellas es más dura y difícil. En ambos sexos ha aumentado con fuerza la denuncia de la discriminación respecto a 2011, lo que indica mayor conciencia de la lacra, pero también que la crisis ha hecho estragos en la igualdad efectiva.

En España operan unos 250 colectivos de hombres por la igualdad, según un estudio del sexólogo Erick Pescador, con 15 años de experiencia en la prevención del machismo en jóvenes. “Cuando empezamos cabíamos en un taxi”, bromea. Pero esta militancia aún acarrea incomprensión. “En ocasiones he notado incomodidad por parte de aquellos hombres a los que ponen en evidencia su estatuto privilegiado y su complicidad, por acción u omisión, en la discriminación”, explica Octavio Salazar, profesor universitario y autor de Los hombres también tenemos género (Dykinson). “Pero he sentido incluso reacciones más negativas en determinados colectivos feministas que me han contemplado como un usurpador de su discurso más que como un cómplice”. Salazar aconseja a los feministos que tejan alianzas con grupos de mujeres para evitar el riesgo de “prorrogar la autoridad de lo masculino” incluso en este terreno.

¿Qué dicen las mujeres con larga trayectoria en esta lucha? Responde Soledad Murillo, profesora de Sociología, ex secretaria general de Igualdad y autora de El mito de la vida privada (Siglo XXI): “Hay un rechazo al machismo explícito: remiten las expresiones groseras porque no es lícito expresar opiniones profundamente discriminatorias, ni en clave de broma o de ironía. Pero al mismo tiempo se ve con sospecha la igualdad, se duda de las cuotas, cuando las mujeres son mayoría (50,8% del censo de población), como si fueran una malversación de la justicia en búsqueda de privilegios”. Mientras, destaca, el machismo en las declaraciones de dirigentes políticos, y hay montones de ejemplos, “goza de impunidad”. Para Amelia Valcárcel, filósofa, catedrática de Ética y autora de Feminismo en un mundo global (Cátedra), “es esperable en una sociedad abierta el compromiso público de la gente. Pero es difícil para el que pierde beneficios apoyar el cambio. Es de agradecer que haya varones dispuestos a sumarse a una buena causa, pero también muchos tienen un pensamiento muy reactivo. Solo hay que ver algunos blogs. Les tratan como a esquiroles”.

El sexólogo José Ángel Lozoya, de la asociación Foro Hombres por la Igualdad.
El sexólogo José Ángel Lozoya, de la asociación Foro Hombres por la Igualdad.Caterina Barjau

En tiempos de exposición colectiva permanente son más visibles los unos y los otros. Recorren la Red infinidad de mensajes de odio contra la mujer y contra los hombres que defienden la igualdad. Quien esto escribe ha leído comentarios que le llamaban “feminazi” o, más original, “comebragas” por coordinar el blog Mujeres de EL PAÍS y escribir en él. Prueba de lo que queda por hacer.

Si alguien cree que la tensión entre machismo y feminismo está superada, no sabe en qué planeta vive. Los estudios revelan que los adolescentes reproducen muchos de los peores tipos de sexismo. Que todavía hay relaciones, dicen que de amor, basadas en la sumisión y el control de la vida del otro, el “con quién vas”, el “cómo vas a vestir así”, el “dame la contraseña de tu correo”. En tiempos de incertidumbre, reflexiona Pescador, muchos jóvenes vuelven a modelos del pasado. Esos que parecían seguros.

También se ha levantado un discurso de resistencia a las leyes por la igualdad, ese que trata a la víctima como sospechosa, que dice que el problema no son las agresiones sino las denuncias falsas, que ofrece una desinformación que no resiste el chequeo de los datos. Y se demoniza desde ciertos púlpitos la “ideología de género”, como si fuera posible mantener hoy ese viejo ideal de esposa abnegada que soportaba estoicamente un bofetón o una cana al aire para salvar la estabilidad familiar.

En el siglo XXI hay mujeres movilizadas en todo el mundo, y hombres que quieren estar a su lado. Este escenario está sirviendo a algunos de estos colectivos para abrir el debate sobre el rol del varón, sobre si es necesaria otra idea de “masculinidad”. Soledad Murillo la define como “otra manera que ser un hombre, distinta del duro canalla, y que no es débil por mostrar abiertamente los afectos”. Octavio Salazar lo explica así: “Son necesarios la renuncia a los privilegios, el reparto paritario del poder y el aprendizaje de las capacidades que nos hemos negado por identificarlas con lo femenino”. Erick Pescador se sincera: “Las mujeres se han puesto las pilas buscando soluciones. Los hombres vamos a años luz. Pero no me creo un cambio hacia la igualdad si no están los hombres”.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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