_
_
_
_

Etiopía, 30 años después de la hambruna

El país ha progresado y superado las crisis humanitarias. Hoy es uno de los preferidos por la comunidad internacional, pero sufre un gran déficit en derechos humanos

Noviembre de 1984. Un niño camina por los alrededores de Addis Abeba, capital de Etiopía, es busca de sustento.
Noviembre de 1984. Un niño camina por los alrededores de Addis Abeba, capital de Etiopía, es busca de sustento.Michel Philippot (Sygma/Corbis)

Tras su llegada a Addis Abeba procedente de Washington, el millonario Mulugeta Tesfakiros, con aspecto de hombre sabio por su larga y poblada barba y su peinado al estilo de Einstein, se instaló en una moderna oficina con ventanas de cristal del suelo al techo y magníficas obras de arte. El magnate, que ha irrumpido en el negocio local del vino junto con el cantante Bob Geldof, reflexionaba de este modo sobre la nueva Etiopía: “La mayoría de la gente quiere tener ante todo seguridad. Después, comida y por último…. democracia”.

A una hora en coche de la capital se encuentra la cárcel con sus torres de vigilancia cubiertas de chapas de hierro. Entre los reclusos hay seis blogueros y tres periodistas acusados de terrorismo. Mientras esperan de pie en el sombrío patio la visita diaria de sus familiares, explican que han sido víctimas de torturas. “Siento como si ya no conociera Etiopía”, dice uno de los presos. “Ahora es un país completamente diferente”.

Son las dos caras que representan a la sociedad del segundo país más poblado de África. Una generación después de la catástrofe humanitaria que conmocionó al mundo, Etiopía se ha convertido en uno de los países favoritos de la comunidad internacional y en el azote de las organizaciones pro derechos humanos. A pesar de que en las conferencias de inversión se elogian los numerosos avances emprendidos y es mostrado como un país adelantado al que todo el continente africano debería imitar, organizaciones como Human Rights Watch lo describen como “uno de los lugares del mundo donde los medios de comunicación están sometidos a mayor censura”.

El país ha experimentado tasas de crecimiento de dos dígitos en 10 años

Estar en Etiopía es presenciar el milagro económico. El país ha experimentado tasas de crecimiento de dos dígitos en 10 años. El informe emitido por New World Wealth muestra que el número de millonarios ha aumentado más que en cualquier otro lugar del continente. Las calles de Addis Abeba vibran por el ruido ensordecedor que producen los martillos neumáticos en manos de los obreros, abundan las estructuras de hormigón de nuevos edificios y está en marcha un proyecto para la construcción de un monorraíl elevado. El Gobierno etíope afirma que van por buen camino para alcanzar la mayoría de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y para convertirse, en 2025, en un país de ingresos medios.

Sin embargo, la expansión urbana ha comenzado a destruir los campos y a desarraigar a miles de agricultores que son detenidos y encarcelados por mostrarse poco partidarios de ella, según denuncian algunos comentaristas. De los 547 diputados que forman el Parlamento etíope, solo uno pertenece a un partido de la oposición. Los activistas y periodistas describen a Etiopía como un estado orwelliano donde miles de burócratas vigilan los movimientos de los ciudadanos, registran las conversaciones telefónicas y controlan los correos electrónicos de un modo que recuerda a la Stasi en el Berlín Oriental. Los pocos que se atreven a salir a la calle a protestar son aplastados con fuerza excesiva. Para Amnistía Internacional se trata de “un ataque contra los disidentes” en el periodo previo a las elecciones del próximo año.

El arquitecto de este modelo de desarrollo supuestamente chino en África oriental –o más bien “desarrollismo autoritario”–, fue el difunto primer ministro Meles Zenawi que en cierta ocasión apareció para hablar de su proyecto con el comentario: “No hay nada que vincule a la democracia con el desarrollo”. Cuando Zenawi murió en 2012 tras permanecer 21 años en el poder, el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, le describió como un “inspirador para África”, y el ex primer ministro Tony Blair, cuya fotografía autografiada adorna el vestíbulo del hotel de cinco estrellas Sheraton Addis, manifestó su “profunda tristeza” por el fallecimiento.

Uno de los beneficiarios del legado de Zenawi es Mulugeta Tesfakiros, propietario de la inmobiliaria Muller, creador de un imperio comercial compuesto por empresas de logística, transporte y fabricación de productos alimenticios y socio de Geldof en la elaboración de vinos, un negocio que el año pasado obtuvo unos beneficios de cinco millones de dólares. “Estamos intentando que Etiopía se convierta en un país productor de vino como Sudáfrica o el estado de California”, afirma.

El Gobierno está aferrado a su conducta y convencido de la labor que está realizando

Cada año, Etiopía importa además cerca de 10 millones de litros de vino para satisfacer a una creciente clase media, un concepto impensable para los que en 1984 presenciaron las imágenes impactantes de la hambruna que golpeaba al país y que motivaron al grupo benéfico Band Aid lanzar un disco con el fin de recaudar fondos para paliar el hambre.

“La gente se sorprendería. Es muy difícil de creer”, asegura Tesfakiros. “En los últimos quince años se ha producido un crecimiento sorprendente. “La gente ya ha aceptado la cultura del trabajo y se está invirtiendo mucho. El mercado inmobiliario está en auge y seguirá así durante un tiempo”.

Aplaude la labor que está realizando el Gobierno del primer ministro Hailemariam Desalegn para garantizar la paz, estimular a los empresarios nacionales y promover las inversiones de los países occidentales y de China e India. Pero cuando le pregunto si se está sacrificando la democracia en aras de los intereses económicos, Tesfakiros responde: “¿Qué es la democracia? La oposición necesita el apoyo de la clase media. Cuando tengamos una clase media, tendremos una democracia más fuerte. Pero hasta que eso ocurra, tenemos un Estado que se porta como una niñera. La democracia es una mera cuestión de educación y civilización. Aquí, el 85% de la población son agricultores que no saben leer ni escribir. Cuando haya una clase media, podrán entonces luchar por sus derechos”.

Parece que Tesfakiros está dispuesto a aceptar que el progreso traiga consigo un recorte de las libertades individuales, incluyendo la grabación de sus llamadas telefónicas. “Si nos escuchan, y eso significa que el país es más seguro, no me importa. En Estados Unidos lo hacen. Y en Europa también se hace”.

Las autoridades controlan el sistema de comunicaciones y tienen acceso ilimitado a los registros de llamadas de los usuarios de teléfonos

Según explican los periodistas independientes, las conversaciones grabadas hace años se las reproducen cuando son interrogados. Human Rights Watch llevó a cabo este año una investigación que puso de manifiesto el intenso control que ejerce el Gobierno sobre el sistema de comunicaciones y el acceso prácticamente ilimitado a los registros de llamadas de los usuarios de teléfonos. La empresa de telecomunicaciones de China ZTE es el mayor proveedor de equipos de telecomunicaciones, aunque al parecer Etiopía utiliza también otro tipo de herramientas fabricadas por empresas inglesas, alemanas e italianas en sus respectivos países.

Algunos informadores creen que el programa de espionaje es tan sofisticado que probablemente el Gobierno cuenta con la ayuda de países occidentales. A Etiopía se le considera un aliado estratégico y fiable en la región. Estados Unidos posee una base militar en el país y aporta medios militares para luchar contra la milicia radical islámica Al Shabab en la vecina Somalia. Los defensores acérrimos de esta ayuda señalan que Etiopía está libre de atentados terroristas al contrario que Kenia, que también está comprometida para combatir el terrorismo en Somalia.

Los periodistas y blogueros detenidos en abril e inculpados por terrorismo en julio, están acusados de planificar atentados en Etiopía y de colaborar con Ginbot 7, una organización opositora con sede en Estados Unidos y calificada por las autoridades etíopes como grupo terrorista. Ellos niegan estos cargos y aseguran que han sido torturados. Durante nuestra visita a la cárcel situada en las afueras de Addis Abeba, uno de ellos nos explicó que le habían encerrado en una habitación de veinte metros cuadrados con otros cien reclusos.

“No son solo las bofetadas y los golpes que nos dan en los pies, es la forma en que nos despiertan por la noche en un cuarto cubierto de mierda en el que a duras penas se puede dormir”, explica uno de esos presos en medio de las conversaciones de sus compañeros con sus familiares. “Nos someten a una tortura física y mental. Para una persona como yo, acostumbrada a seguir por Internet los acontecimientos mundiales las veinticuatro horas del día, estar aquí significa además obligarme a no enterarme de nada. La única libertad que me permiten tener es pensar. Aunque a veces lo intentan, no pueden prohibirme pensar”.

De los 547 diputados, solo uno pertenece a un partido de la oposición

Poco a poco están perdiendo la esperanza de ser libres ya que se sienten atrapados entre los engranajes del sistema judicial. “Empezamos a sentir que esta es nuestra nueva vida. Por la experiencia que ya han pasado otros reclusos, sabemos que a partir de ahora esta es la vida que nos toca vivir. No vamos a conseguir ninguna libertad bajo fianza. Pero día tras día anhelamos salir de aquí. Y a pesar de que sabemos que somos inocentes, no nos queda otro remedio que aceptar esta situación. Solo nos queda reír o llorar. La verdad es que a veces tenemos ganas de llorar”.

No son los únicos periodistas o activistas que están entre rejas. En junio, Andargachew Tsige, un británico de origen etíope y secretario general de Ginbot 7, fue detenido en el aeropuerto de Yemen y extraditado de forma ilegal a Etiopía, donde podría enfrentarse a la pena de muerte. Los partidos de la oposición, que boicotearon el Parlamento después de las últimas elecciones, denuncian que algunos de sus miembros han sido como mínimo encarcelados.

El Congreso Federal de Oromo, que representa al mayor grupo étnico de Etiopía, está en contra del “plan maestro” que maneja el Gobierno para ampliar Addis Abeba, y asegura que 150.000 agricultores oromo se ven obligados a abandonar sus tierras sin ninguna indemnización. Algunos testigos afirman que durante las protestas que tuvieron lugar este año, la policía mató a al menos 17 manifestantes, incluidos niños y estudiantes, y que más de cien personas fueron detenidas sin presentar cargos contra ellos.

Mientras millonarios como Tesfakiros se enriquecen gracias al boom inmobiliario, otros tienen puntos de vista diferentes. “Nosotros creemos que a esto no se le puede llamar ‘desarrollo’”, afirma Bekele Nega, secretario general del Congreso Federal que cuenta con más de 10.000 afiliados. “Es sencillamente una usurpación de las tierras de las tribus indígenas, que perderán su cultura y su identidad. El Gobierno dice que están expandiendo Addis Abeba, pero en realidad se están quitando de en medio a los que no apoyan al partido gobernante, al Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope” (EPRDF, por sus siglas en inglés).

No comparte la percepción de los analistas occidentales cuando afirman que se está produciendo un cambio positivo en el país. “Los extranjeros ven todos estos edificios que se están construyendo y creen que en Etiopía se está creando desarrollo. Pero lo cierto es que no estamos disfrutando de ningún desarrollo. Aquí, la gente no tiene para comer tres veces al día. Algunas personas como Bob Geldof piensan que han ayudado a nuestro pueblo y, ¡por supuesto que lo han hecho! Pero no han profundizado en otros aspectos. El EPRDF ha utilizado el dinero que se recaudó entonces para construir el imperio que ahora controla. Alguien robó el dinero destinado a combatir el hambre. ¡Está más claro que el agua!”.

Etiopía sigue siendo uno de los mayores receptores de ayuda oficial al desarrollo del Reino Unido, que transfiere cerca de 485 millones de dólares al año. Pero el dinero también llega de Estados Unidos. Bekele Nega considera que es un dinero malgastado. “Occidente se ha olvidado de nosotros, de nuestro pueblo. Estados Unidos está ayudando a dictadores pero a nosotros nos ignoran. ¿Por qué? Lo mismo sucede con Reino Unido, un país que defiende los valores democráticos. Dan el dinero de los contribuyentes para comprar armas y para que la policía pueda detener a la gente”.

El Gobierno también está utilizando la ayuda que envían los donantes para espiar a sus ciudadanos e incluso para enfrentar unos contra otros a los miembros de una misma familia, denuncia Nega. “Se han dado casos de familias que han denunciado a alguno de sus miembros a la policía. Ha podido ser un hermano a una hermana o a la madre”.

Etiopía le ha dado la espalda al modelo de democracia liberal occidental, asegura Nega. “Nos guste o no, aquí se sigue el modelo de desarrollo chino. Occidente quiere que seamos demócratas y que construyamos una democracia. Pero a nuestros líderes no les interesa esa cuestión. Según ellos, lo único que necesitamos es comida. No comprenden que los pobres también queremos democracia. El hecho de que seamos pobres no significa que no seamos seres humanos. Pero no estamos de acuerdo con que nos quiten nuestras tierras y tampoco que nos torturen", afirma.

"Como seres humanos, nos merecemos una democracia, derechos humanos y un estado de derecho. Mientras no lo tengamos, no pararemos hasta conseguirlo, aun a costa de nuestras propias vidas. Lo exigimos por el bien de nuestros hijos. Tal vez hoy, tal vez mañana, o cualquier día de estos me meterán en la cárcel. Pero entonces dejaré que mi pluma hable por mí. No podrán hacerme cambiar de idea. Espero que el mundo sepa la realidad que vivimos”.

El dilema entre progreso económico y libertad política fue asimismo un asunto muy discutido y criticado en Ruanda durante el mandato de Paul Kagame. Pero Etiopía es mucho más grande. Y su Gobierno está aferrado a su conducta y convencido de la labor que está realizando. Cualquier indicio de duda puede ser interpretado como una debilidad. Un funcionario de alto nivel decía: “El derecho humano más básico es tener un plato que llevarse a la mesa. Eso ya lo tenemos. ¿Por qué hay que pensar que se están violando otros derechos humanos? Etiopía es un país seguro y es justamente lo que queremos. Haremos cualquier cosa para que sea así. Somos 90 millones de habitantes y hay que gobernar a todos”.

© Guardian News & Media 2014

Traducción de Virginia Solans

Las imágenes que conmovieron al mundo

La hambruna que azotaba Etiopía en 1984 entró en los ojos de Occidente a través de las imágenes que la cadena de televisión pública BBC emitió las primeras, tremendas imágenes de la catástrofe humanitaria que el país estaba viviendo. Los reportajes realizados por el periodista Michael Buerk despertaron la respuesta internacional cuyo principal escaparate fue el megaconcierto Live Aid.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_