El timo del cuentakilómetros
Trucar los coches viejos para que parezcan nuevos causará el mismo daño en el mercado de ocasión que el caso Gowex en la bolsa alternativa
A tiempos de crisis, delitos imaginativos. La policía ha detenido a 27 personas por trucar cuentakilómetros de automóviles. Dicho así parece un engaño de arte menor propio de pícaros desesperados; y lo es. Pero requiere una organización mínima, contactos bien coordinados, discreción y sangre fría. El modus operandi, como decían las fichas policiales en cartoncillo, era el siguiente: el cabecilla (asistido por dos pinches o monosabios) compraba flotas de automóviles bien exprimidos a empresas de renting; llamaba a expertos en rejuvenecer cuentakilómetros, a los que llegaba a pagar hasta 900 euros por cada trucaje; revendía los coches con lifting en los concesionarios —por un coche falseado podía obtener un beneficio del 100%— quienes, a su vez, los vendían a particulares con el precio convenientemente aumentado sobre el que habían pagado. El mérito es organizativo y paramafioso. Consiste en desvincular las actividades legales de los concesionarios (hasta 12, en Madrid, Toledo, Ciudad Real, Jaén y Alicante) de las ilegales. Pero un comprador de Ponferrada notó algo en su motor, presentó una denuncia y descubrió que el coche con 87.000 kilómetros tenía en realidad 207.000; era un anciano con rostro de adolescente.
Durante decenios una de las discusiones favoritas con cuñados marisabidillos en cosas mecánicas era la de si podía trucarse un cuentakilómetros; ahora sabemos que sí. Otra pregunta era si las revisiones de la ITV (un mercado cautivo, como los porteros automáticos en La escopeta nacional) servían para algo; ahora sospechamos que no. El timo del cuentakilómetros, con su bricolaje sofisticado, amenaza con tener el mismo efecto sobre el mercado de coches de ocasión que el que ha tenido Gowex sobre el mercado alternativo bursátil: devastador.
El bricolaje rejuvenecedor florece en España con lujuria ecuatorial. Lo mismo se maquillan los desconchones para vender pisos en semirruina como si fueran palacetes que se inyecta bótox de mala calidad en ideas rancias para hacerlas pasar por seminuevas o se blanquean instituciones que deberían estar eliminadas o cambiadas desde finales de los ochenta. En estos casos, el trucaje del cuentakilómetros se detecta bastante mejor que en los coches.
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