Para que vea la luz
No hay estanterías para colocar ordenadamente los sumarios judiciales, qué le vamos a hacer
Cuando se dice que la justicia está por los suelos, hay que entenderlo al pie de la letra, como muestra la imagen del Juzgado 34 de lo Social de Madrid, donde vemos también al secretario judicial Fernando Benítez mostrando a la cámara los ansiolíticos que se administra para hacer frente al caos con el que ha de lidiar cada día de su vida. No hay estanterías para colocar ordenadamente los sumarios, qué le vamos a hacer, ni presupuesto para encuadernar las sentencias. De ahí la dieta de orfidales y tranquimazines. De ahí asimismo que la toga, más que colocada en el perchero, parezca colgada de él, colgada, queremos decir, en el sentido de ahorcada. Como si se hubiera suicidado la pobre para evitar las adversidades de su dueño.
No es la primera vez que vemos una fotografía de este tipo. En cierta ocasión, en este mismo periódico, pudimos contemplar con asombro un retrete en el que los archivadores aparecían junto a las letrinas. Podía uno mearse, al pie de la letra, en la justicia. Cuando las metáforas como “estar por los suelos” o “mearse en” retroceden hasta su significado literal, mal asunto. Significa una regresión de proporciones épicas en las capacidades simbólicas del ser humano. La verdad, nos produce una extrañeza sin límites que el ministro de Justicia no haga nada por devolver lo que debería ser literal a la literalidad y lo que debería ser metáfora a lo metafórico. Es como si no fuera capaz de distinguir entre lo que pertenece al César y lo que pertenece a Dios. Cosa rara en una persona tan beata. Que le pasen este desastre, para que vea la luz
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.