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Columna
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El mundo anterior

Somos muchos los que pensamos que con los recortes que estamos sufriendo en nuestro paísestamos haciendo un viaje en el tiempo hacia el pasado

Somos muchos los que pensamos que con los recortes sociales, educativos, sanitarios, de servicios, de derechos y de libertades que estamos sufriendo en nuestro país como consecuencia de las políticas que vienen aplicando los Gobiernos de España y de Europa, estamos haciendo un viaje en el tiempo hacia el pasado, hacia los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Pero no estábamos viendo lo que nos ocurre en su más desoladora dimensión hasta que Javier Marías, con su lucidez habitual, nos ha hecho ver, en su artículo Como antes de la Revolución Francesa (El País Semanal, 18-5-2014), cuál es la terrible realidad a la que nos dirigimos. Nada menos que a la época anterior a la Declaración de los Derechos Humanos, a los días, que fueron siglos, del absolutismo, al mundo anterior a la modernidad. ¿Será posible que no nos estemos dando cuenta de la atroz deriva que bien señalan las tan lamentables palabras de Mónica de Oriol denunciadas por Marías?

(Correo electrónico)

Insano e insostenible

Por Alejandro Prieto, (Gijón)

Los datos de la vergüenza y de buena parte de la desgracia global señalados en el escrito de Javier Marías del 18 de mayo son consecuencia de unas reglas del juego dictadas por la codicia, de un sistema social que, como apunta el ejecutivo Rainer Voss en el artículo de EL PAÍS Confesiones de un banquero arrepentido, parece haberse echado en brazos de la amoralidad y la indiferencia. Y al loro con poner en duda la esencia y el funcionamiento del chiringuito, porque sobran pegatinas con el texto antisistema subrayado.

Nuevos ‘Episodios nacionales’

Por Modesto Pozo Lárez, (La Roda, Albacete)

Señor Marías, dentro de no mucho tiempo algún editor se tomará la molestia de recopilar en un único volumen los artículos que usted viene publicando regularmente cada domingo en El País Semanal. Ese exquisito libro llevará sin duda un prólogo en el que algún afamado escritor calificará los artículos allí recogidos como “certeros y preclaros Episodios nacionales de los últimos lustros de la historia de España”. “Certeros”, por la agudeza y ecuanimidad –rara entre nuestros compatriotas– con que usted aborda los más variados avatares de este nuestro asendereado país; “preclaros”, por el ingenio y maestría literaria que despliega en cada una de esas pequeñas joyas.

Mientras esto sucede, algunos apasionados devotos suyos seguimos peregrinando cada domingo hasta el quiosco más próximo para ser los primeros en degustar esos exquisitos bocados periodístico-literarios con los que usted nos obsequia.

Maravillas del ser humano

Por Fernando Orihuel, (Madrid)

Soy uno de los muchos lectores que aplauden los muy acertados artículos que firma Javier Marías cada semana. Admiro sinceramente su gran capacidad de crítica acerca de nuestra actual realidad política y social. De manera muy particular, me gustó su comentario del 11-05-14, titulado Empobrecimiento y embrutecimiento. En él hace un relato muy atinado sobre la crispación, la intolerancia y el envilecimiento crecientes que se observan en la vida política española y que acaban impregnando la forma de pensar de buena parte de la sociedad. Entre otras consecuencias, estos fenómenos tan indeseables se manifiestan en un afán simplificador a la hora de valorar o enjuiciar a los demás, a quienes se colocan etiquetas con demasiada facilidad.

Como muy bien explica Marías, esta manera de pensar tan miope ignora la complejidad, la multidimensionalidad y la riqueza del ser humano, que puede ser polifacético y albergar no sólo convicciones, sino también dudas y contradicciones (¡naturalmente!). Lo maravilloso del ser humano estriba precisamente en su capacidad de aprender, ampliar sus perspectivas, probar sus ideas previas, flexibilizar sus juicios y, en definitiva, perfeccionar continuamente su propia interpretación de la realidad.

¡Basta de masoquismo!

Por Carlos Carro, (correo electrónico)

El número de El País Semanal del 15 de mayo se abre con cartas de lectores comentando el artículo Gobernación de Javier Marías del día 4 de ese mismo mes. Tales intervenciones me han sonado como las trompetas del Apocalipsis, aunque no llegaban a ser siete. Afortunadamente, y felicito a la revista por ello, casi a continuación leo el artículo Basta de depresión de Santiago Roncagliolo que proporciona adecuado contrapunto al poner acentos en importantes aspectos de la realidad española de hoy. Y no solamente estoy de acuerdo con la demanda que se expresa en el título, sino que me permito añadir un ¡basta de masoquismo inmovilizador y estéril! No somos los españoles esencialmente mejores ni peores que otros ni incapaces de hacer cambios ni, desde luego, las elecciones al Parlamento Europeo son el fin del mundo ni, por tanto, las únicas en las que podremos decir algo.

¿Podemos exigir?

Por Juan C. Muñoz, (México DF)

Acerca del artículo Basta de depresión del señor Roncagliolo publicado el domingo 18 de mayo, estoy de acuerdo en que no hay que centrarse exclusivamente en las cuestiones negativas del país, y es muy cierto que lo que en España es una crisis grave, en otros sitios no es sino el pan de cada día (vivo en México). Sin embargo, me parece que no es para sacar pecho estar mejor que Latinoamérica en cuestión de derechos sociales o mejor que China en cuanto a libertad de prensa, es tanto como presumir de que en España hay menos machismo que en Arabia Saudí.

Y en cuanto a las elecciones, tengo la impresión de que nuestro voto no hace sino validar las decisiones (sean cuales sean) de los políticos que en realidad, una vez finalizadas las campañas, no nos representan a nosotros sino a este sistema económico que se sirve de eso que llaman “democracia” y que cada vez muestra más su podredumbre. Toda la vida nos han dicho que si no votamos luego no podemos exigir nada, y si votamos… ¿podemos?

Un poco más de cautela

Por Dionisio Rodríguez, (Villaviciosa de Odón, Madrid)

“Le pondría cianuro en las natillas”, dice Millás, en La imagen, refiriéndose al cardenal Bertone. Y me horrorizo piadosamente al leerlo. Según la nueva moral que se está implantando, igual que decir en una red social que un muerto concreto está bien matado te lleva directo ante el juez acusado de no sé qué delito, supongo que ese inocente comentario a pie de foto puede causar la misma acción disciplinaria, y, aunque no nos lo creamos, legal.

Cuidado señor Millás, más cautela al escribir si no quiere acabar en la cárcel, porque de ella sabemos que sólo se escapan los famosos y los corruptos, también presuntos, afiliados al partido que gobierne.

Cianuro y natillas

Por Horacio Torvisco, (Alcobendas, Madrid)

Qué acertadas y lúcidas las dos preguntas que Millás, con sabia ironía, formula en su artículo del pasado 18 de mayo, respecto a los votos de pobreza y castidad de monseñor Bertone, al pie de una foto del sujeto en cuestión, con un rictus tenebroso y de poseído por la verdad trascendental de la nada. Un monseñor Bertone que parece señalarnos el camino de salvación eterna con el hipócrita consejo de: “Haz lo que te digo, pero no lo que hago”. Cualquier reflexión que se haga respecto a la vida de derroche desmedido que exhibe de forma indecorosa en su futuro más inmediato, confluye en el mismo punto: ¿cómo es posible que pase esto, sin que ocurra una rebelión entre sus adeptos, en una organización que predica la pobreza como fórmula de salvación eterna?

En estos momentos tan críticos para tantos millones de personas en el mundo, muchos de ellos católicos, esta exhibición impúdica de riqueza y de lujo son un insulto a toda esa gente que pasa grandes dificultades para llevar una vida mínimamente digna, y un acto de hipocresía entre lo que dicen estos príncipes de la Iglesia católica que hay que hacer y lo que, éste en concreto, hace.

Otras caras del lujo

Por Vicenta Aguilar, (correo electrónico)

Asombro y alivio sentí cuando leí la carta de Juan Ríos Mestre sobre su extra Lujo del 27 de abril. Siempre me ha gustado leer su revista El País Semanal, aunque siempre he notado ciertas contradicciones en su semanario. Me encantan sus artículos: Javier Marías me entusiasma, incluso a veces me agota con su agudeza; disfruto leyendo a Rocangliolo y a Juan José Millas; me pone carne de gallina leer las historias de Almudena Grandes…

Me interesan la mayor parte de sus reportajes. Sin embargo, su sección de Estilo, su publicidad… y algunas otras de sus publicaciones me hacen pasar página. Me agobia su publicidad de productos inalcanzables para el 95% de sus lectores. Me agobia ver sus listados de consejos para regalar cuando se acercan fechas señaladas. Ni yo ni ninguno de mis conocidos podemos comprar esos artículos. Me agobia que en cada pie de foto se lea lo que llevan puesto los personajes. Creo que si yo, “pobre de mí”, humilde profesora de Física y Química, con mucha cultura sí, pero con limitados recursos económicos, tuviera el gusto de ser entrevistada por ustedes, no permitiría que me disfrazaran con ropas carísimas ni que me pusieran esos adornos absurdos que para nada se identifican con mi persona. ¿O sí? Todo es relativo, como el movimiento… El dinero hace milagros.

Supongo que a sus redactores también les pasará algo similar a lo que me pasa a mí. El lujo es el lujo, y los ricos son los ricos, al fin y al cabo, son los que resultan rentables… ¡Qué lástima!

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