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El nuevo proyecto de Macaulay Culkin es mezclar Velvet Underground con pizzas

El protagonista de 'Solo en casa' presenta una banda que convierte cada canción de Lou Reed en un himno a la pizza Tiene hits como 'I’m waiting for delivery man', 'All the pizza parties', 'Take a bite of the wild side' o 'Cheese days' Repasamos este y otros logros de apariencia brillante del actor que siempre encarnará los años noventa

Macaulay Culkin en Los Ángeles en marzo de 2006
Macaulay Culkin en Los Ángeles en marzo de 2006David Livingston (Getty Images)

Cuando Jean Dubuffet acuñó en 1945 el término art brut, quizás no sospechara que alguien lo aplicaría a una constelación de las estrellas más dispares del espectáculo: Michael Jackson, Adam Green, Pete Doherty, Dinio y… Macaulay Culkin. Este chico, eterno juguete roto de Solo en casa, cara disociable de la década los noventa y número dos de la lista de las 100 mejores estrellas infantiles de la VH1, acaba de sorprender al mundo entero con su último proyecto: The Pizza Underground, un grupo que, musicalmente, hace versiones de Velvet Underground pero que cambia las letras para centrarse, temáticamente, en la pizza. Como suena.

¿El secreto de su masa de fans instantáneos? Cambiar la palabra clave de cada canción por “pizza”; por ejemplo, sustituyendo al camello por otro dealer de comida rápida: el pizzero. Hits como I’m waiting for delivery man, All the pizza parties, Take a bite of the wild side o Cheese days (al fin y al cabo, canciones de Reed sobre la heroína como Perfect Day habían sido mancilladas antes involuntariamente sin reparar jamás en su letra dramática; al menos Culkin, que aquí canta y toca percusiones con cajas de pizza vacías, lo hace con sentido del humor) se suceden en la primera demo de la banda, que ya ha ofrecido un concierto en Nueva York.

De hecho, esta aparición ha sido un varapalo para las lenguas viperinas que se han congratulado con sus desgracias (lo hicieron con su arresto por posesión de marihuana en 2004 y también con las fotos filtradas el año pasado del estado físico del actor), ya que aparece más rollizo, con cara de salud razonable, y al frente de un proyecto de indudable gracia. Su idea entronca con otros proyectos como el de Personal and the Pizzas, con sus versiones temáticas de los Ramones o los Dictators. “Esta es mi casa y tengo que defenderla”, decía Culkin en su película más famosa. También alimentar a sus habitantes pidiendo pizza por teléfono. La vida está llena de geniales ironías.

Pero esta no es, sostenemos, la única vez que Macaulay Culkin demuestra tener un pelo de listo. De hecho, he aquí cinco muestras de que aquel querubín travieso que defendía su fortín como si fuera el Teniente Coronel Custer en Little Big Horne puede resultar interesante.

5. Ferraris (de juguete). Las canciones de The Pizza Underground poco tienen que envidiar a los himnos descacharrados, irreverentes pero tiernos, que lanzaron a la fama a la banda The Moldy Peaches (famosa en circuitos más independientes hasta su salto al éxito masivo gracias a la película Juno). De hecho, Culkin es amigo íntimo de uno de sus dos componentes: Adam Green. Con él participó en la película de culto The Wrong Ferrari. Si Culkin ha caído en el cliché del juguete roto, aquí es un coche de juguete el que sirve como leitmotiv para un filme seudodadaísta jaleado por los efectos de la ketamina y grabado con iPhone en el verano de 2010 durante una gira. Con el anticantautor tiene, también, una iniciativa de arte chalado: 3MB Art Collective. El colectivo se reúne en su delirante apartamento. Durante la gestación de The Wrong Ferrari, Culkin conoció a otro precoz derribado por las drogas, Pete Doherty, con el que, peligro, dijo compartir piso (e inquietudes: “El arte y la poesía”) en París en mayo de 2012.

4. El DJ de los niños. The Pizza Underground no es la primera incursión de Macaulay Culkin en la esfera musical. Versión sofisticada de Kiko Rivera, el actor también ha mantenido una residencia como pinchadiscos en el club La Poisson Rouge de Nueva York. Allí ha celebrado cada mes unas sesiones bautizadas como Macaulay Culkin iPod. Los responsables de la sala, que siempre lo han defendido a capa y espada, definen sus sets como desprejuiciados (como todo lo que hace), descacharrantes y rompepistas. Se le anuncia con flyers con motivos de Nintendo y con reclamos como “Mack’s back”. La cabecera Newsweek ha añadido que también se gana el pan como anfitrión de unas misteriosas y algo decadentes soirees temáticas de inspiración infantil.

3. El mejor anfitrión. Aunque se hizo famoso despachando a mandobles a sufridos visitantes de su casa y ha ejercido de anfitrión en copetes como los ya mencionados, Culkin también ha oficiado como maestro de ceremonias festivas en la ficción. Abandonado el circuito comercial de Hollywood, Culkin quiso escorarse hacia el cine marginal (sinónimo de este tipo de arte outsider) y más arriesgado. Vida y ficción se entremezclaban de forma tenebrosa en la película Party Monster, de 2003, donde exploraba la ambigüedad sexual y el desfase opiáceo del King of the Club Kids.

Esta película, inspirada en el promotor neoyorquino Michael Alig, no cosechó el éxito esperado (o no tan esperado). Tampoco lo hizo cuando, cuatro años después, Sex and breakfast pasó directamente al circuito de vídeo. Definitivamente deportado de la escena mainstream, volvió a ella a través de la autoparodia personal (algo triste pese al tono cómico) en anuncios como el de la compañía de seguros en el que preguntaba “¿Te acuerdas de mí?” o como el de Orange, retrato en clave spoof de sus veleidades:

2. Leche templada con galletas. Lidiando con cifras excesivas (se llegó a decir que gastaba 5.000 euros al mes en heroína y Oxitocina), Culkin se enfrentó a otro momento difícil. Su defensa sin ambages de otro Rey del Pop (especialmente en los ochenta y noventa, como él) lo puso de nuevo bajo los focos en 2005 durante el juicio a Michael Jackson. Después de decir que no se había blanqueado la piel, Jacko había confesado en un par de entrevistas que no había abusado de niños, que sólo les había dado “leche templada con galletas”. Culkin protegió esa honorabilidad. Si en series como Black mirror se intenta parodiar, reduciéndolo al absurdo, el arte contemporáneo, el circo que se montó entonces sería la obra definitiva del nuevo arte pop más kitsch (superando con creces la versallesca escultura del cantante con su mono Bubbles firmada por Jeff Koons). Culkin se convirtió, de nuevo, en protagonista de esa obra de arte de dudoso gusto.

1. ‘Mi chica’, en España: Culkin siempre ha tenido una dimensión internacional como artista, pero en España la ha cultivado en circuitos más subterráneos. El 17 de enero de 2011 se dejó ver en la fiesta barcelonesa Nasty Mondays (se vampirizó un poco su fama con un perfil de Facebook con fotos para los más incrédulos). No era la primera vez: ya había asistido a numerosos conciertos y copetes (los promotores deslizaban el nombre poco antes de la cita).

De hecho, su relación con España no acaba ahí. Después de finiquitar su relación con Mila Kunis, la estrella alternó con Irene López, que puede tener a gala tanto haberse ceñido la corona de Miss Ourense 2009 como destacar en los créditos de diversas películas pornográficas o alardear de una supuesta relación (no sólo sexual) con Dinio, autor de una frase aplicable a muchos juguetes rotos: “La noche me confunde”. De Hollywood al porno online, del cine del establishment al más marginal, una vez más. Su próxima visita debería ser para defender, ahora que afirma haberse desintoxicado, su maravilloso proyecto The Pizza Underground en las salas españolas y viviendo felices “cheese days” de sofá y pizza.

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