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Amianto, el enemigo latente

Distintas noticias han vuelto a poner al amianto en primera plana este verano. Aunque se prohibió su uso en 2001, las consecuencias todavía pasan factura. Las asociaciones de víctimas lo consideran un problema medioambiental

Agustín Gutiérrez tenía que ir a todas partes acompañado de una botella de oxígeno. Algo había colonizado sus pulmones: desarrolló asbestosis y placas y engrosamientos pleurales, enfermedades típicas producidas por la exposición al polvo de amianto. Gutiérrez lo había estado durante 22 años en la fábrica de Uralita de Getafe. Murió el pasado 24 de agosto a los 84 años. No es la única ocasión en la que se ha oído hablar del amianto este recién concluido verano. En El Ferrol, un grupo de neumólogos del hospital Arquitecto Marcide probó por primera vez la conexión entre el cáncer de pulmón y el polvo de amianto. La muerte de 30 operarios de los astilleros públicos de esa ciudad fue causada, según observaron los médicos en un estudio oficial, directamente por la exposición al mineral, que habían manipulado sin ninguna protección durante su vida laboral.

Se utilizó en la construcción de casas, coches, barcos, ferrocarriles, tejados y hasta 5.000 productos industriales, como cacerolas, trajes de bomberos, o planchas
Sus fibras se van almacenando en el pulmón, produciendo patologías como asbestosis o cánceres como el carcinoma de bronquio o pulmón

El amianto, también conocido como asbesto, es un grupo de minerales que se vienen utilizando de diversas maneras desde la Antigüedad, aunque vivió un boom particular a partir de la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando se le encontró gran utilidad en la construcción y la industria debido a sus excelentes cualidades aislantes o mecánicas y a su bajo coste. Se utilizó en la construcción de casas, coches, barcos, ferrocarriles, tejados y hasta 5.000 productos industriales (como cacerolas, trajes de bomberos, planchas o tablas de planchar). Pero el amianto tenías sus inconvenientes: es fácilmente transformado en fibras (que los antiguos llamaban "lana de salamandra") y, cuando estas son microscópicas y se inhalan (pueden permanecer tiempos largos suspendidas en el aire), se van almacenando en el pulmón, produciendo patologías como asbestosis o cánceres como el carcinoma de bronquio o pulmón, o mesotelioma pleural y peritoneal. El uso de este material se limitó en 1984 y 1993 aunque no se prohibió definitivamente hasta 2001. En vista de sus efectos perniciosos, el marco legal actual se ocupa principalmente de la protección de la salud de los trabajadores expuestos al polvo de amianto.

"Aunque se empezó tratando esto como un problema laboral, nosotros preferimos ir más allá y considerarlo un problema medioambiental", explica Juan Carlos Paúl, presidente de la Federación Estatal de Asociaciones de Víctimas y Colectivos del Amianto y de la asociación madrileña. "No solo se han visto afectados trabajadores sino gente que ha vivido cerca de las industrias o que ha sido víctima del mal tratamiento de los residuos. Hay que tener en cuenta que el amianto es indestructible y que, en todo caso, cada vez se hace más pequeño y, por lo tanto, más peligroso por inhalación", indica Paúl. A pesar de que en Europa el uso del amianto ya está regulado, en la federación se preocupan por que esa regulación se cumpla: "No existen controles para vigilar que los productos que se importan no contengan el mineral. Tampoco hay control de los procesos de desamiantado. Por ejemplo, a la hora de hacer una demolición de un edificio, que puede liberar amianto al medio, el criterio se deja a la empresa, cuando desamiantar correctamente podría incrementar hasta un 30% el coste del derribo". En demoliciones, obras y reformas o en catástrofes como el incendio del edifcio Windsor, en Madrid, el amianto se libera pudiendo afectar a cualquier ciudadano.

"Es necesario un proceso general de desamiantado", dice Paco Puche, de Ecologistas en Acción. "En Suecia se hizo un plan y en 15 años se consiguió erradicar el amianto que seguía instalado en tuberías, depósitos o tejados. Existe el problema económico, de la carestía del proceso, porque además hay que hacerlo en condiciones de seguridad para los trabajadores, al que hay que sumar el momento de crisis que vivimos. Pero además un problema político, pues parece que no se quiere alarmar con esto a la población".

La fábrica de amianto que Uralita tenía en Cerdanyola, lo que algunos llaman la "zona cero" del amianto, cerró en 1997, pero dejó una terrible herencia: un continuo goteo de afectados pulmonares. La empresa, sin embargo, alega que cumplió a rajatabla la legislación vigente. Muchos de los afectados ni siquiera trabajaban en la fábrica: "No es necesario que haya una exposición profesional. El cáncer de pleura se está dando en familiares y vecinos de los trabajadores de la fábrica. Los trabajadores, inadvertidos del peligro, llevaban su ropa del trabajo a casa y allí las personas de su entorno inhalaban las fibras", explica Ángel Carcoba, sociólogo especialista en el problema del amianto y presidente del grupo de trabajo al respecto en la Unión Europea. El pasado marzo se cerró el patio de un colegio en esa localidad por encontrarse restos de amianto enterrados en una zona sin pavimentar. "Tratamos de que las víctimas del amianto tengan una reparación adecuada como la han tenido en otros países. Aquí parece que hay una conspiración del silencio promovida por las empresas del amianto, como Uralita, y las entidades financieras que las apoyan. Debería crearse un Tribunal Penal Internacional para tratar este tema y buscar a los responsables, que tienen nombre y apellidos. Según las Organización Mundial de la Salud (OMS) hay 100.000 personas afectadas en el mundo. En España se estima que alrededor de 50.000 se verán afectadas en los próximos años", concluye Carcoba.

Trabajadores vestidos con trajes de protección desmantelan instalaciones con amianto.
Trabajadores vestidos con trajes de protección desmantelan instalaciones con amianto.FERROLEZAMA

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