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Los precios vuelven a territorio negativo y presionan al BCE de Draghi

El IPC de la eurozona soreprende con una caída del 0,2% en febrero por el petróleo

Claudi Pérez

Una de las grandes historias de la crisis es la del fracaso de los bancos centrales. La inflación no se movió del mítico 2% durante años y eso no evitó la Gran Recesión. Cuando estalló el huracán, la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo (BCE) echaron a la basura su proverbial ortodoxia y se embarcaron en una política extraordinariamente expansiva. Puede que en Europa el BCE haya evitado lo peor, pero no consigue sacarse de encima unos resultados decepcionantes: la inflación de la eurozona volvió ayer por sorpresa a territorio negativo; el paro sigue por encima del 10%, y la recuperación no ha permitido aún volver a los niveles de PIB previos a la crisis.

Los precios cayeron en febrero un 0,2%, el primer retroceso desde septiembre, según Eurostat, la agencia estadística de la UE. El tipo de cambio del euro recogió ayer ese mal dato y cedió el 0,5%, hasta los 1,08 dólares. El desplome del petróleo —un 40% en un año— explica solo una parte del problema: el desafío es mucho más profundo, con Europa metida en una trampa, aturdida, propensa a caer en un estancamiento a la japonesa. Sin los precios energéticos y alimentarios —los más volátiles—, la inflación subyacente se sitúa en el 0,7%, incapaz de despegar a pesar de toda la artillería del BCE. Cada vez está más claro que la política monetaria está cerca de sus límites: hace falta política fiscal. Pero Berlín no está por la labor.

El IPC en territorio negativo es un recordatorio de que el veneno de la crisis sigue activo. Se supone que las caídas de precios ayudan a Europa a recuperar competitividad y las familias y las empresas mejoran su renta disponible. En la práctica, los mandarines del euro tiemblan cada vez más: temen que el continente se meta en una trampa en la que caen los precios, caen los salarios y la economía languidece ante una crónica falta de demanda. El botón de alarma salta cuando los agentes económicos empiezan a retrasar decisiones de consumo o inversión: ese fantasma, el de la deflación, no ha aparecido aún, pero empieza a merodear alrededor del euro y hace pensar en un nuevo movimiento del BCE en la reunión de la semana próxima.

La recuperación europea sigue ahí, pero acechada por multitud de riesgos: la crisis de los emergentes, el petróleo, las dudas sobre la banca y la volatilidad de los mercados son solo los económicos. Por el flanco político hay que sumar, al menos, la crisis migratoria y la posible salida del Reino Unido de la UE. Goldman Sachs cree todo eso cristalizará en los próximos meses en un “sentimiento negativo del mercado”, sea lo que sea eso, dominado por el miedo a la deflación y los riesgos geopolíticos que afronta Europa.

Nadie esperaba una caída tan abrupta de los precios en febrero, tras el alza del 0,3% en enero. Esa rápida reversión mete presión al BCE: se espera que el banco central haga una nueva incursión en los tipos de interés negativos, y una ampliación de las compras de bonos —60.000 millones mensuales— e incluso del menú de activos que puede adquirir el BCE. La pelota está en el tejado de Mario Draghi mientras Berlín sigue de perfil. Por enésima vez en esta crisis.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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