Alemany elogia a Alemany

Hace unos días, en la primera página de algunos diarios, se ha visto a un caballero radiante y sonriente sentado en el banquillo de los acusados. Al común de los mortales, pasar por ese trámite suele causarle un cierto enojo, por convencido que esté de su inocencia, pero el periodista Antonio Alemany ha mostrado en esa situación, y ante los focos de la prensa, que está encantado de haberse conocido a sí mismo. Ha acudido al juzgado por el caso Palma Arena, en cuya primera vista el expresidente de Baleares y exministro de Medio Ambiente con el PP, Jaume Matas, se enfrenta a la posibilidad de pasar ocho años en la cárcel por haber invertido de manera fraudulenta cerca de medio millón de euros en los negocios de Alemany con el objetivo de gozar de su permanente aplauso.

Alemany, entre otras cosas, escribía los discursos de Matas y luego los comentaba en El Mundo / El día de Baleares. Como conocía de primera mano el material, no se limitaba a zanjar el asunto con un elogio previsible. Procuraba, más bien, afinar y resaltaba lo que había cuidado con más tesón a la hora de redactarlo.

Del discurso de Matas de investidura, en junio de 2003, dijo que se permitió "el lujo de desconcertar a sus adversarios", y subrayó que había sabido explicar "el armazón ideológico, conceptual y formal que subyacía a sus propuestas programáticas" en vez

de elaborar "un rosario tedioso de proyectos y compromisos reiteradamente expuestos y sabidos".

Ahí es nada.

Al Alemany analista político de un diario le encantaba el "irónico sentido del humor" que había utilizado el Alemany autor de discursos. Celebró (en su texto escrito por encargo) "la distancia sideral que hay entre los conceptos manejados por Matas y sus adversarios rebecos" e incluso aplaudió sus propias ocurrencias ("... la ikastolización, en afortunada y exacta frase de Matas").

El veterano periodista se enfrenta a una petición de cinco años y medio de prisión por diferentes delitos. No parece importarle gran cosa. Mira sonriente desde la altura de quien, supuestamente, se permitió cobrar 483.000 euros por un trabajo que consistía, entre otras cosas, en elogiarse a sí mismo.