_
_
_
_
_

La Liga Árabe tropieza en Siria

Los soldados sirios se han retirado, según aseguraba ayer el secretario general de la Liga Árabe, Nabil al Arabi, desde el centro de las ciudades sirias a la periferia. Los tanques y la artillería han abandonado su emplazamiento en las zonas urbanas, pero los francotiradores siguen haciendo de las suyas y la muerte de civiles continúa su ritmo habitual: más de 5.000 desde que hace 10 meses estallara la revuelta contra el régimen de Bachar el Asad; casi 400 desde que los 60 observadores de la Liga Árabe llegaron a Siria hace una semana. La citada misión debía verificar la aplicación de un plan que debía concluir con la retirada de los militares a los cuarteles, el inicio de negociaciones con la oposición política y la liberación de los miles de detenidos por las fuerzas de seguridad del régimen.

Casi nadie cree que esta iniciativa vaya a prosperar. El Parlamento árabe, organismo asesor de la Liga Árabe, dijo el domingo que los observadores, que carecen de la confianza de la población, debían salir de Siria porque la violencia persiste. Más allá de llevar alimentos a varias ciudades y de la liberación de unos 3.500 detenidos, la misión no ha conseguido frenar la orgía violenta. En más de una ocasión miles de vecinos de alguna ciudad se han congregado en el centro de su localidad para recibir a los observadores. Una presencia que no disuadió a los francotiradores, que provocaron muertes más de una vez.

"He hablado con el jefe de la misión y sí, todavía se dispara y hay francotiradores en acción. Queremos que todos los signos de violencia desaparezcan", afirmó Al Arabi en El Cairo.

Solo ayer, según el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos, unas 15 personas murieron en Siria, diez de ellas en la ciudad de Homs, la más castigada por los soldados del régimen. Pero también los rebeldes y los desertores del Ejército son cada día más activos en el campo de batalla. Portavoces del régimen calculan que unos 2.000 miembros de los cuerpos de seguridad han fallecido desde que a mediados de marzo comenzara la revuelta en la sureña Deraa, en la misma frontera con Jordania.

Grupos de rebeldes capturaron ayer a docenas de soldados en tres controles militares. En uno de ellos, un número no determinado de militares murieron o fueron hechos prisioneros.

A diferencia de Libia o Túnez, países cuya relevancia estratégica es limitada, Siria es el corazón del mundo árabe y un país crucial -Egipto también lo es- para el devenir de los acontecimientos en Oriente Medio. Si en el caso libio la Liga Árabe fue eficaz -algo nada habitual- a la hora de decidir su apoyo a la misión militar internacional que concluyó con el derrocamiento y muerte de Muamar el Gadafi, en Siria no cabe esperar una intervención militar extranjera abierta -la OTAN y los países occidentales la han descartado de plano- y tampoco que la Liga Árabe imponga una solución aceptable para los bandos. Para los rebeldes no hay vuelta atrás: el régimen, tras medio siglo en el poder, debe desaparecer.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_