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Seis meses para evitar un suicidio colectivo

"Desde que se largó Ben Ali todos aquellos que tenían la oportunidad de trabajar han hecho huelgas en cascada para exigir aumentos de sueldo". "Esta agitación social ha puesto de rodillas a la economía y amenaza con destruir aún más empleos ya de por sí precarios", comenta desolado el empresario agrícola Sofiane Dehissy.

Junto con la democracia, a Túnez llegó también la crisis económica en parte achacable a motivos internos -disminución del turismo- y en parte a causa de la mala racha que atraviesa Europa, su principal socio comercial e inversor (caída del 32% en 2011), y de la interrupción de las remesas de los emigrantes de Libia que han regresado a sus casas.

El gobernador del Banco Central, Mustafá Kamel Nabli, vaticinó que el crecimiento será nulo este año y que las dificultades "corren el riesgo de agravarse". El paro, medido con criterios menos rigurosos que en Europa, ya alcanza al 18,3% de la población, un 5% más que en mayo.

El programa electoral económico de Ennahda (islamista), que ya empezó a gobernar, es irrealizable. Prevé un crecimiento del 7%, para crear 120.000 puestos de trabajo anuales, y reducir el paro al 8,5% en 2016.

De ahí que, en su primer discurso a la nación, el recién elegido presidente Moncef Marzuki, un antiguo preso político, haya lanzado "un llamamiento a todos los tunecinos para que concedan una tregua política y social de solo seis meses" que implique la cancelación de todas las huelgas. "Si seguimos como ahora será como un suicidio colectivo", advirtió.

Él, por su parte, va a sacar a subasta todos los palacios presidenciales menos el de Cartago, donde reside.

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