La opresión amistosa
Teatro de debate: un pugilato entre fuerzas desiguales. A un lado de la mesa, John, profesor universitario a punto de conseguir su cátedra. Al otro, Carol, estudiante inteligente que no entiende sus clases: ha hecho un examen pésimo. La ha llamado a su despacho para ayudarla. Durante su entrevista, John, comprensivo, critica el ritual docente, le ofrece su complicidad y se comporta, sin darse cuenta, como un hombre cuando quiere impresionar a una mujer.
Tan entretenido está con Carol, que desatiende las llamadas de su abogado, urgiéndole a cerrar el contrato de compra de la casa que pagará con su nuevo sueldo: está claro que ella le atrae. En el segundo acto de este cara a cara dramático apasionante, la alumna lo ha denunciado ante la autoridad académica y él teme perder cátedra, casa y privilegios. No entiende lo sucedido. Carol intenta explicárselo: obligada a grandes sacrificios para hacerse un porvenir, le parece cínico que él, que anda luchando por una cátedra y lleva a su hijo a colegios privados, le diga que la enseñanza superior es inútil, que el derecho a recibirla es un prejuicio y que para colmo la invite a una serie de citas docentes a solas en su despacho.
OLEANNA
Autor. David Mamet. Versión: Juan
V. Martínez Luciano. Reparto: José Coronado e Irene Escolar. Luz: Mario Gas y Paco Ariza. Escenografía: Miguel Ángel Coso y Juan Sanz. Dirección: Manuel de Benito. Teatro Español, sala pequeña. Hasta el 12 de junio.
Para que esta interpretación de los hechos no parezca un delirio, los puntos de vista de alumna y profesor deben de estar equitativamente expuestos desde la dirección. En la de Manuel de Benito, las razones del profesor están mejor servidas que las de Carol: dónde, con el texto en la mano, vemos a un tipo que se sirve de su poder inconscientemente o no y se topa con la horma de su zapato, aquí encontramos a un hombre sin tacha, víctima de una bruja coruja.
El primer round de este montaje funciona: José Coronado destila encanto, y le imprime a John un aire cabal; Irene Escolar tiene la suerte de tener la edad justa de su papel, que hace con naturalidad encomiable: solo en la última escena anticipa sus malas intenciones. En el segundo asalto, sus respuestas, dramáticas y viscerales sobremanera, ponen al público decididamente de parte del profesor. El montaje resulta demasiado explícito y decantado: en el tercer round, él aparece como si lo hubieran zarandeado, con la camisa por fuera del pantalón, y ella, agitada, paranoide y odiosa. Para remate, el final de la versión primigenia (la chica, derribada de un golpe furioso, repite con la cabeza gacha un ambiguo: "Eso es") se sustituye aquí por otro donde ella sale triunfante.
Con todo, Oleanna sigue dando mucho de que hablar a la salida: el público del estreno, encantado, vitoreó a sus artífices. Cuando Blanca Portillo la hizo, tenía 31 años y bagaje escénico suficiente para matizar todas las sutilezas del papel: Irene Escolar, de sólo 22, se ha encontrado con él demasiado pronto. Con el escenario en medio del público, Manuel de Benito se ve obligado a mover a sus intérpretes más de lo que texto y situación piden.