Vestir con nota
A qué se dedicaría usted la víspera de ganar tres premios Grammy? Comerse todas las uñas de una mano o probarse una y otra vez su armario serían algunas de las alternativas que manejaríamos los simples mortales. Pero la gente que gana un Grammy -no digamos tres- no suele serlo. Jay Z, aunque tuvo una infancia humilde en Brooklyn, desde luego, no lo es. Por eso ha decidido organizar un brunch para matar el sábado previo a la gala de entrega de los principales galardones de la industria musical estadounidense. Mañana se impondrá en tres de las seis categorías en las que es candidato, pero hoy es la imagen de la flema y el carisma. Desde su traje hasta sus guardaespaldas -pasando por la forma en que recibe a Will Smith, Rihanna o Charlize Theron-, todo a su alrededor grita estrella. Sin complejos, falsas modestias ni remordimientos.
"David Bowie era más creativo que muchos diseñadores. Incluida yo misma", afirma Frida Giannini
"Nuestro cambio de dirección ha sido como ajustar en marcha el motor de un tren de alta velocidad"
El propósito de esta reunión no es solamente calentar la espera con hamburguesas y cócteles en la soleada terraza de Soho House en Los Ángeles. Se trata de agasajar a Frida Giannini, directora creativa de Gucci, que está en la ciudad para acudir a los premios. La compañía italiana -que comanda desde 2006- ha firmado un acuerdo con la academia de la música para financiar la restauración y preservación de grabaciones históricas. De ahí que Gucci nos haya invitado a cubrir, junto a otros tres medios internacionales, la 53ª edición de los Grammy. Esta alianza conduce una relación sobreexplotada -pero al parecer inagotable- en una dirección distinta. "La música y la moda son parte de mi personalidad y van de la mano", argumenta un Jay Z poco locuaz. "La música evoca una emoción, y la ropa es el producto tangible de esa emoción".
Cuando Giannini sustituyó a Tom Ford -su antiguo jefe- al frente de Gucci, se distribuyó un currículo bastante breve. No había hecho mucho más que encargarse de los accesorios, primero en Fendi y después en esta casa italiana. Tal vez por eso la nota se detenía en su faceta como coleccionista de vinilos. Mucho ha llovido desde aquella primera presentación en sociedad -entre otras cosas, entonces compartía responsabilidades con dos diseñadores que desaparecieron muy pronto de escena-, pero al menos da cierta veracidad a su declarada pasión musical. Giannini afirma que hoy posee unos 8.000 discos originales, sobre todo de los años setenta. No cuesta imaginar qué le atrajo del papel de protectora de su legado musical que la academia le propuso. "Me interesó de inmediato el proyecto", confirma durante una conversación en el hotel Four Seasons. "Ahora el reto es descubrir qué temas de los años veinte o treinta conviene restaurar primero. No conozco mucho la música de esa época, pero sí tengo curiosidad por descubrirla", afirma.
"Siempre me ha intrigado la forma en que los artistas crean su identidad estética. Evidencian cómo una persona puede transformarse en lo que imagine. Por eso los diseñadores estamos tan influenciados por ellos. David Bowie era más creativo que muchos de nosotros, incluida yo misma", opina. En un tiempo saturado por la ubicua estrategia de colocar productos en cualquier aparición de un famoso, las empresas buscan formas más ingeniosas de explotar la cercanía con los ídolos. Tal vez el mejor ejemplo sea Mugler. La marca francesa ha fichado a Nicola Formichetti, un estilista sin experiencia en el campo del diseño, como director creativo. Pero, claro, Formichetti es el ideólogo estético de Lady Gaga y esta parece dispuesta a implicarse íntimamente en la renovación de la firma.
"No estoy obsesionada con la alfombra roja", afirma Giannini. "Por supuesto, es importante. Pero es más interesante establecer una relación con la persona que mandarle unos vestidos". Como ejemplos, menciona el brunch que nos ocupa y también la colaboración con Jennifer López en el lanzamiento de la primera colección de Gucci para niños. La cantante y actriz aparece en sus anuncios con sus hijos. "La idea se nos ocurrió mientras comíamos, en Cannes. Estábamos divirtiéndonos y sus hijos se bañaban en la piscina. Es el tipo de vínculo que me interesa. No quiero obligar a alguien a llevar mi ropa por contrato". Además de su salario, López puso una condición para prestar su imagen: que un millón de dólares de la recaudación de la línea se donara a Unicef.
La diseñadora, nacida en Roma en 1972, está particularmente orgullosa de su colaboración con esta organización humanitaria. En su agenda figura también que Unicef le otorgue un galardón de nuevo cuño, Woman of Compassion (mujer de compasión), en reconocimiento de los nueve millones de dólares que Gucci ha recaudado para ellos en el último lustro gracias a varias líneas de productos. Precisamente Jennifer López fue la encargada de darle el premio, dos días antes de los Grammy. Fue durante una comida a la que asistió también la cantante Mary J. Blige, otra amiga y colaboradora. "El año pasado, por la recesión, muchas empresas recortaron sus gastos. Alguien podría haberme dicho que no era posible seguir apoyando a Unicef, pero la compañía me siguió", apunta Giannini.
Quién puede discutir que 2010 fue duro. Pero para Gucci, un poco menos que para el resto de nosotros. Hace unos días, la casa -que celebra su 90º aniversario en 2011- anunció sus resultados anuales. La facturación creció casi un 18% hasta los 2.666 millones de euros. "En términos de rentabilidad somos la segunda marca de la industria del lujo. Solo por detrás de Louis Vuitton", asegura su presidente, Patrizio di Marco. "Pero nuestro modelo de negocio es muy distinto. No solo somos una casa de marroquinería. Somos potentes también en ropa, en perfumes, en joyas o en relojes ".
Bajo el sol californiano, Di Marco se permite el capricho de la autocomplacencia. Las cifras de Gucci son especialmente significativas, ya que se han conseguido mientras la marca se sometía a un lavado de cara. Ante el miedo de que su imagen quedara mancillada por un exceso de productos muy comerciales pero poco prestigiosos -a menudo, cargados de logos-, se impulsó la creación y promoción de otros más caros y elaborados. Bolsos en pieles exóticas, trajes de costosos bordados y zapatos sofisticados. "No era el momento más fácil para un cambio de dirección. Era arriesgado porque los números funcionaban. Esta marca es esencial para la rentabilidad del grupo Gucci y también para PPR [Pinault Printemps Redoute, propietaria de Gucci]. Ha sido como ajustar una pieza del motor de un tren de alta velocidad en marcha".
Gucci y PPR han sido los últimos entre los grandes del lujo en presentar sus resultados en 2010. Tras el surtido de suculentas cifras proporcionado por LVMH o Hermès, el sector se acaricia su gran barriga complacido. La crisis se ha acabado para ellos. En un ambiente de euforia, Di Marco matiza: "Todo el mundo habla de la recuperación de la industria, pero eso no significa que vayamos a volver a la situación anterior. En Madrid, por ejemplo, el tráfico ha descendido y las ventas han aumentado. Hay menos gente, pero gasta más. Es importante obtener buenos resultados, pero todavía más cómo los consigas. Debes asegurarte de construir algo a largo plazo".
Di Marco no tiene aspecto de directivo. Con su estilizada figura y su melena podría ser una estrella más en la reunión de Jay Z. "Más allá de todo esto", dice con un gesto de la mano que parece englobar la música, el lujo, Los Ángeles y quién sabe qué más. Se pone las gafas de sol y remata: "Esta asociación se relaciona con el deseo de permanecer, de querer estar vivo para muchas generaciones. Gucci nos sobrevivirá a ti y a mí. Es una marca que ha vivido muchas vidas".
Del cine a la música
La propuesta de la academia musical estadounidense nace de la colaboración que Gucci estableció con la asociación Film Foundation de Martin Scorsese para financiar su proyecto de conservación de los originales de cintas clásicas. El director italo-estadounidense presentó, del brazo de Frida Giannini y en el último Festival de cine de Roma, la versión restaurada de 'La dolce vita', de Fellini (arriba, un fotograma antes y después) y en Cannes, la de 'El gatopardo', de Lucchino Visconti. "Queremos implicarnos en la preservación de las artes y de hitos culturales que guardan una relación estrecha con nuestra compañía", afirma Giannini. En el caso de la música, la colaboración se ha firmado por tres años y se materializa en una colección de joyas y relojes cuya recaudación irá al Museo Grammy y financiará el programa de conservación de grabaciones.
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