_
_
_
_
PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Todos! ¡Los santos!

Escribo esta columna un día antes de lo acostumbrado porque mañana, que será martes, los periodistas de este diario haremos la huelga: cosa de que el día de la huelga no estemos presentes, o estemos poco. Por eso, así de repente, no se me ocurre nada. No puedo escribir, como tantos están haciendo ahora, si seremos otros o no tras el evento.

Dándole vueltas al asunto me he ido a comer, y he pensado en castañas y en carbones encendidos e iba vestida de verdes hojas. Otoño, pronto será noviembre. Todos los Santos. ¡El socorrido artículo de Todos los Santos! Como he compartido almuerzo con un buen amigo, mientras nos repartíamos un plato de rossinyols amb llagostins (setas de esas amarillas y pequeñas, abiertas como pompones; con langostinos) le he hecho la pregunta pertinente:

"A falta de niños que me hagan agarrarme a los angelitos, me aferro a lo que conocí"

-¿Tú rezas?

El otro, que jamás me ha hablado de creencia alguna, me ha mirado estupefacto.

-¿Yo? ¡No! -pausa-. Muy poco.

Íbamos por el segundo plato -steak tartar bien picante- cuando ha salido de un breve ensimismamiento.

-Cuando se tienen hijos muy pequeños y se les acuesta -ha dicho-, se reza, ya lo creo que se reza.

Le he mirado con atención, muy interesada.

-¿Por qué?

-Son tan frágiles, tienes tanto miedo por ellos, por lo que es este mundo… ¿Cómo no vas a rezar? ¿Cómo no vas a pedir que les guarden los angelitos? ¿Cómo no vas a intentar creer que existen los angelitos?

Me lo he tomado muy en serio. He ahí una buena razón para, razonablemente, rezar. Por miedo. Por los niños.

Yo, cuando se acerca Todos los Santos -o el Día de los Muertos-, festividad que me gusta mucho y que gloso siempre que puedo, voy pensando cada año más en aquellos santificados míos por libre a los que rindo devoción. Santa Romy Schneider, dame paciencia para soportar los males del corazón y haz que no me quede calva. San Gregory Peck, enséñame a montar a caballo antes de que sea tarde. Santa Jean Simmons, haz que el paraíso esté lleno de gin tonics. San Marco Ferreri, protege mi mecedora de aquí y la que dejé en Beirut como si estuvieran en El pisito. Santa Jayne Mansfield, si tengo un accidente de coche, que el parabrisas no me decapite, y que si alguna vez me detiene la pasma, que sea tu hija Mariska, que está en Ley y orden.

Ustedes se reirán, pero a falta de niños que me hagan agarrarme presurosa a los angelitos y otras leyendas, me aferro a aquello que conocí. Prosigo. San Macallan Doce Años, permite que en los últimos lustros de mi vida pueda disfrutar de ti como si no hubiera un mañana. San Inodoro Desatascado, propicia que haya en el barrio, en la ciudad, en el país, en el Estado -¡español, ea!-, en el continente europeo, en el mundo occidental, un fontanero que me arregle de una pinche vez ese lavabo que tienes enfrente y que se atasca cada dos por tres. Santa Himenia Lubricante, qué te voy a rezar que no sepas.

San Político el Plasta, te ruego que no hables en vano. San Comentarista Edificante, líbranos a todos del pedante. Santa Tecla -esta, junto con San Pancracio el Genuino, en mi mesa-, mantén mis ordenadores en orden. San Pilule Quenofarte, que las farmacias de turno se turnen para turnarse. Santa Lumbalgia Impedida, organízate para que no me despierte contigo todos los días. Santa Rótula y Santa Imprenta, tenedme en cuenta.

¿Me dejo algo? Sí, esa ternura que mi amigo me ha metido dentro, rezos de descreída por los niños pequeños de todo el mundo, los inocentes que ahora mismo abren los ojos.

-¿Cuatro esquinitas? -le pregunto.

-Cuatro esquinitas, y lo que haga falta.

Después de comer hemos caminado lentamente, agarrados del brazo, hasta mi casa. Luego nos hemos separado, y se ha ido como loco a por el coche. San Aparcamiento Fortuito, he rezado, deja que este hombre acueste a sus niños todas las noches, con confianza y paz.

Y como quien no quiere el tema, aquí tienen mi artículo escrito dos días antes de la huelga de ustedes, y uno antes de la mía.

marujatorres.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_