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Reportaje:

El fotógrafo que sabía mirar y al que nadie vio

Vicente Nieto dona a Cultura una colección de más de 5.000 negativos

Tereixa Constenla

Vicente Nieto (Ponferrada, 1913) miró por un recuadro de hojalata para hacer su primer retrato. Su sobrina Cecilia leía un periódico de 1933 recostada sobre la cama. Es un retrato armonioso, limpio, natural. El primero que Vicente Nieto obtuvo con su flamante Kodak Baby Brownie, comprada en los almacenes Sepu por 13 pesetas. "No sabía que era un trípode, no sabía nada de técnica", recuerda ahora, 77 años después, en su piso de Madrid.

En estos 77 años le han pasado muchas cosas. Una guerra que Nieto vivió en parte como taquígrafo en la retaguardia. Una vuelta a la anómala normalidad de la posguerra. Una atracción indomable hacia la cámara que le llevó a ingresar en 1955 en la Real Sociedad Fotográfica. Una multitud de excursiones por la España rural. Una crisis de autoestima. Una necesidad económica. Y finalmente un corte radical con la fotografía, un adiós para siempre. "Nunca he hecho una foto en color". Y las que ha hecho en blanco y negro serán, a partir de ahora, propiedad del Ministerio de Cultura, que prepara una exposición y un libro sobre su trabajo.

Dejó de hacer fotos en los sesenta por necesidad y porque dudaba de sí mismo

Alrededor de 1965 Vicente Nieto miró por un visor por última vez. Su suegra, ciega, escuchaba la radio en un salón en penumbra. De nuevo, arranca a las sombras un retrato armonioso, natural. Todas sus fotografías lo son. Un vistazo arbitrario a su colección de negativos -entre 5.000 y 6.000- revela a un fotógrafo que, incluso cuando no sabía de técnica, sabía mirar.

Su ingreso en la Real Sociedad Fotográfica le familiarizó con la técnica, le pulió la mirada y, sobre todo, le catapultó hacia el documentalismo social de la conocida como Escuela de Madrid, donde Francisco Ontañón, Gabriel Cualladó, Ramón Masats, Leonardo Cantero, Rubio Camín y Francisco Gómez ejercieron el papel hegemónico desde el grupo de La Palangana (1957), llamado así a partir de la foto de una palangana donde flotaban los retratos de todos ellos. "Abandonaron los estudios y platós y salieron a los pueblos para tomar imágenes de lo pobre, lo feo, lo rústico. Es evidente que los escenarios y personajes elegidos no siempre estaban de acuerdo con la versión oficialista de aquellos años", sostiene Pedro Taracena Gil, miembro de la Real Sociedad Fotográfica y autor de un ensayo sobre la Escuela de Madrid, que permitirá recuperar a 13 fotógrafos poco conocidos de esta corriente.

A Pedro Taracena, Amando Casado y Marcos López, también fotógrafo, se debe en gran medida la recuperación de Vicente Nieto. La recuperación para los demás, que lo desconocen, y para él mismo. "Nunca he estado seguro de mis fotos. Creía que lo mío no valía gran cosa", confiesa con pudor el nonagenario fotógrafo.

Ahora que recibe felicitaciones a mansalva tras sus primeras exposiciones comienza a enjuiciarse a sí mismo con más alegría y a detenerse en su álbum para recrear el contexto: unos guardias civiles disparando en una barraca de feria, pescadores vascos cargando un atún por la playa, curas paseando junto a la muralla de Ávila, campesinos descalzos conversando en La Mancha, niñas rurales que reparten leche o apresuran el paso ante los nubarrones. Vio expuesto su trabajo por vez primera a los 89 años, en Guadalajara, y después en Madrid, en la Real Sociedad Fotográfica, y Ponferrada.

Nieto, 77 años después de su primera foto, está ilusionado con la gran exposición que organizará el Ministerio de Cultura tras la digitalización de su obra. "En la vida", sostiene, "todo es fotografía. El problema es saber traducirlo".

Una fotografía de Vicente Nieto tomada en Ávila en 1959.
Una fotografía de Vicente Nieto tomada en Ávila en 1959.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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