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Reportaje:

"La lucha como camino, no destino"

El escritor Ramiro Pinilla habla con orgullo y emoción de la reedición de su novela 'Las ciegas hormigas' 50 años después de ganar el Premio Nadal

En el tren que, ese día de Reyes, le transportaba de Bilbao a Getxo, Ramiro Pinilla recorrió apresuradamente las páginas de los diarios locales esperando leer el fallo del Premio Nadal 1960. Ni una línea. El joven escritor de 37 años, algo decepcionado, no se percató que el jurado del ilustre galardón aún estaba deliberando en Barcelona, y regresó a su casona del barrio de Uri en Getxo, a la que dos años antes bautizó Walden, en honor al escritor americano Henry Thoreau.

Pocas horas más tarde, ese sábado día 7, saltaba la noticia en casa de los Pinilla, y Ramiro compartía las primeras páginas de los periódicos con titulares como "Cuba continúa preparándose para la invasión", "El Caudillo: Conservemos nuestra unidad en la seguridad de que en el naufragio del mundo saldrá siempre España victoriosa", y "Un bilbaíno, Nadal 1960". La concesión del premio por su novela Las ciegas hormigas sacó al escritor de su vida cotidiana repartida laboralmente entre la fábrica Municipal de Gas de Bilbao, donde trabaja en administración por las mañanas, y la editorial Fher, donde traduce y edita cuentos por las tardes.

"Podría estar escribiendo trescientos años sobre Getxo"
"Es un orgullo que esta novela escrita en plena dictadura esté vigente"

Hoy, cincuenta años después, en la misma casa familiar, con su ya legendaria camisa a cuadros, rodeado de libros, de fotos familiares o de la playa de Arrigunaga, (descrita en tantas de sus novelas), pero también de los hermanos Marx, o de Laurel y Ardí, y delante de su mesa escritorio que da al jardín, Ramiro Pinilla se siente aliviado. La reedición de Las ciegas hormigas por la editorial Tusquets, ha terminado con cincuenta años de "secuestro por parte de Destino", y el primer sorprendido de "este final feliz", después de tantos sinsabores y un "contrato leonino" que enconaron las relaciones con la anterior editorial, es el propio autor el que recuerda con afecto a Antonio Lamadrid, recién fallecido, quién rescató el libro después de una ardua "negociación". Así, Las ciegas hormigas volverán a las librerías esta misma semana, sin haber perdido nada de su formidable fuerza épica.

Como un ejército de hormigas que faenan por puro instinto y a ciegas, y obedecen a unas leyes de una tribu que trabaja para nada, los protagonistas de la primera novela publicada de Pinilla hacen casi lo mismo. "El trabajo ciego del ser humano es también igual, y sobre todo, cuando tiene un riesgo épico como en la novela, en que a pesar de todas las calamidades reales, la tozudez de Sabas Jauregui y de su familia obliga a seguir adelante". Un mundo rural que Pinilla conoce desde los trece años, cuando con su amigo Juanito el de Arrune aprende a pescar, a cazar, y al que dedica esta nueva reedición de la novela, como "gran maestro de la naturaleza, comparable al protagonista de El viejo y el mar. "Para Juanito o Sabas el eje es la propia lucha, es el camino no el destino". La obligación que tiene el hombre de luchar, de sobrevivir en una pelea heroica, es el camino, la ruta y el esfuerzo del hombre humilde. Como una copia del destino de la hormiga, la vida humana, como la de Sabas, consiste en trabajo y sacrificio.

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Su novela era una crítica de la sociedad, una crítica de fondo, sumergida en pleno franquismo. Y todos esperaban que la censura hiciera de las suyas. "Si hubiera colado una sola frase como "Franco es un cabrón", -que hoy todavía suscribo-, evidentemente me la quitaban. Pero esa ostentación, ni cabía en la novela, ni era inteligente hacerlo. Para mí, es un orgullo que una novela que se escribió en plena dictadura, hoy todavía sea vigente, y no haya tenido que quitar ni añadir nada". En esa época, en esos meses de escritura para Las ciegas hormigas, Pinilla recuerda que logró un enorme salto en su madurez narrativa, que fue acompañada por una intensa lectura de la obra de William Faulkner.

El premio Nadal le lanza a la fama, y es finalista del Planeta con su obra Seno, pero de nuevo algunas desavenencias y "cabronadas" con la editorial le embarcan para un largo periodo de ostracismo, en gran parte voluntario, roto después de 30 años con la aparición de su gran obra Verde valles, colinas rojas. "Fue un segundo nacimiento". El joven Ismael de su primera novela se convierte en Asier de Verdes valles. En el fondo son un mismo personaje de una amplia saga que reconstruirá en un mundo aparentemente reducido pero tan amplio que confiesa, "podría estar escribiendo 300 años sobre Getxo y no lo agotaba".

A sus 87 años, Ramiro Pinilla sigue trabajando varias horas a diario, y en estos momentos después de Sólo un muerto más, su última novela publicada el pasado año, tiene muy avanzada. El cementerio vacío otra policíaca que le permitirá recordar el pasado, porque la memoria histórica no se puede poner en duda.

Visiblemente enojado, el escritor insiste en que es una vergüenza procesar al juez Baltasar Garzón por intentar revisar el franquismo. "Se juzga a los jueces por querer recordar eso, y los que promueven la querella se llaman Falange Española, la mafia de entonces que hoy estaría prohibida en Alemania o Italia. Falange Española no se hizo famosa por haber ido a luchar a Rusia junto con las tropas de Hitler, sino por sus llamados paseos; no por su ideología patriótica, sino por sus paseos. Pinilla sigue siendo el mismo.

El escritor Ramiro Pinilla en el estudio de su casa de Getxo.
El escritor Ramiro Pinilla en el estudio de su casa de Getxo.LUIS ALBERTO GARCÍA

Ramiro Pinilla

- Ramiro Pinilla nació en Bilbao en 1923. Con su primera novela Las ciegas hormigas ganó en 1961 el Premio Nadal y el Premio de la Crítica. Diez años más tarde fue finalista del Planeta con Seno. Pero tras ese comienzo exitoso, Pinilla se apartó de los circuitos comerciales y publicó en pequeñas editoriales artesanales durante más de 30 años. La publicación a partir de 2004 de Verdes valles, colinas rojas, una amplia trilogía, le valió el Premio Euskadi 2005, el Nacional de la Crítica y el Nacional de Narrativa en 2006 y devolvió su nombre a la actualidad.

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