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Reportaje:SI LOS EDIFICIOS HABLASEN

Un barrio levantado entre vecinos

Las familias del PAU de Canillas participaron en la construcción de sus casas

Patricia Gosálvez

"Construir esto fue un triunfo; teníamos cuatro perras, la gente las estaba pasando canutas, se iban en masa a Alemania". Antonio García Burgos pasea orgulloso por el barrio que vio nacer a sus tres hijos y que él mismo dibujó hace más de 50 años. Fue el delineante ("jefe, porque era el único") de Luis Cubillo, arquitecto del Poblado Dirigido de Canillas.

Los PAU no son un concepto nuevo. Con el lenguaje alambicado del régimen, Luis Valero, director general del Instituto Nacional de Vivienda escribió en 1956 que había que "agudizar el ingenio

para resolver a la española el enorme afán de la patria para dar hogar digno y alegre a todos los compatriotas que de él carecen". La situación era insostenible, los inmigrantes del campo no cabían en la ciudad. La gente se hacinaba en infraviviendas. La solución: nuevos barrios subvencionados en los que los propios vecinos participaban en la construcción a cambio de una rebaja en la entrada. Les llamaban las "cuadrillas de domingueros". "No habían visto una pala en su vida, pero ponían empeño", dice Antonio.

Cubillo se inspiró en los diseños de arquitectos escandinavos

"Fue el proyecto del que más disfrutó mi padre", explica Luis Cubillo, hijo del arquitecto. "Se sabía la vida de todos, cuántos hijos tenían, si se ponían enfermos...". Lo que más valoraba era el agradecimiento de aquella gente que hacía verbenas cada vez que acababan una obra. "Si alguien se moría o le ocurría algo, los demás seguían con su vivienda y le daban la casa a la familia. Había unos lazos de solidaridad que no se dieron en otros poblados", explicó Cubillo padre en una entrevista. "Cuando la prestación personal se hace con viviendas unifamiliares es hasta cierto punto comprensible, pero es que yo me lancé a hacer viviendas de cuatro plantas, y hubo que echarle mucho valor. Todos los días pensaba en la que se iba a armar". Al final no se armó nada. Salvo un barrio. Y un futuro para 1.500 familias. Y una pequeña revolución arquitectónica.

Los poblados fueron una grieta por donde se coló la arquitectura moderna en la España franquista. Se los encargaron a un grupo de arquitectos jóvenes que miraban hacia Europa. Cubillo adoraba el neoplasticismo (inspirado por los cuadros de Mondrian) y a su coetáneo danés Arno Jacobsen. Eliminó todo lo superfluo ("le ponían nervioso los aleros", dice su hijo), buscó la pureza geométrica y la belleza abstracta. Las hileras de casitas (entonces "hoteles", ahora, "adosados") repetían patrones en la cerámica de sus fachadas; las torres jugaban con los claros y las sombras. Incluso la caseta de obra era modernísima y estaba hecha con tablones finlandeses.

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Hoy queda muy poco del barrio nórdico que soñó Cubillo. "Cada vecino ha personalizado su casa; el resultado no es nada escandinavo", ironiza el hijo del arquitecto frente al pastiche estético. Un adosado tiene un toldo a rayas, otro una entrada tirolesa, el de más allá ha cerrado el jardín para ampliar el salón. Un vecino incluso ha construido un tercer piso al que se accede por una escalera de caracol externa. El proyecto original era hermoso, pero no tan funcional. Las cubiertas invertidas (como una uve) dejaban escapar la calefacción y la mayoría ha colocado encima tejados a dos aguas. En las torres, la expresiva fachada de madera no aguantó el paso de los años y fue sustituida por otra de chapa.

Sólo permanece prácticamente igual la exquisita parroquia de Nuestra Señora del Tránsito. Es el triunfo de la abstracción geo-métrica: un triángulo. Por dentro, sin embargo, es territorio Kiko y le han colocado sobre el altar un cuadro con muchos dorados del mismísimo Argüello y una piscina de mármol donde se bautiza por inmersión. Originalmente era un templo austero con una pila de piedra.

Cuesta imaginar una iglesia tan vanguardista en un barrio donde la basura se recogía en carro y en un país que cerraba los ojos a lo que pasaba fuera. Cuenta Antonio que cuando se inauguró la iglesia vino a visitarla Franco. El barrio se vistió de gala, pero el coche oficial pasó de largo sin que el generalísimo se bajase. Como en Bienvenido, Mister Marshall. Estábamos aún muy lejos de ser Escandinavia.

Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito, en el PAU de Canillas.
Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito, en el PAU de Canillas.CLAUDIO ÁLVAREZ

Canillas

- Autor. Luis Cubillo de Arteaga.

- Construcción. 1956-1963.

- Estilo. Neoplástico, escandinavo.

- Ubicación. Calle de Gomeznarro (Esperanza).

- Función actual y original. Residencial.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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