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Columna
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Con Schubert a todas horas

Los datos que deja la séptima edición de Musika-Música en Bilbao son contundentes y ponen en tela de juicio la tan cacareada crisis de la música clásica en nuestros días. 28.000 personas han asistido durante el fin de semana (de jueves a domingo) a los 63 conciertos dedicados a todos los mundos de Schubert -con precios de cinco, siete y nueve euros- y un puñado más a los 17 gratuitos a cargo de diferentes conservatorios de media España. Públicos de todas las edades, con un grado de concentración ejemplar, han participado en esta ceremonia festiva en que sobresalía el placer del descubrimiento. Muchos extranjeros, particularmente franceses, se han desplazado estos días a Bilbao. La componente popular ha dominado la maratoniana convocatoria.

Ha llamado la atención el nivel de calidad de las interpretaciones, pero no se queda atrás la entusiasta actitud receptiva de los asistentes. El modelo de programación nacido en Nantes (Francia) con el nombre de La loca jornada tiene cada días más incondicionales. Bilbao, Tokio y Río de Janeiro son las ciudades que repiten este año, cada una a su manera, las pautas marcadas en Nantes. En Japón superan ya en número de conciertos (unos 350) a Francia. En Bilbao se mantiene una dimensión más humana.

Luz propia

Los intérpretes españoles han brillado con luz propia en esta edición. Inconmensurable el Cuarteto Casals y sobresaliente la nueva generación de pianistas: Javier Perianes, Luis Fernando Pérez, Iván Martín, Judith Jáuregui. La orquesta Filharmonia de Galicia sorprendió con un sonido dúctil muy apropiado a Schubert y se dejaron la piel los de casa: las corales de Bilbao y Pamplona, la Sinfónica de Bilbao.

De la docena larga de conciertos a los que asistí, me dejaron una especial impresión, además de los citados, el de Spering con la infrecuente ópera Cuatro años en el puesto de guardia, Corboz en la Misa número 6, los cuartetos Ysaÿe y Prazák, el trío Chausson, el barítono Stephan Genz o el quinteto de figuras formado por Charlier, Caussé, Engerer, Marder y Demarquette con una interpretación antológica de La trucha. De interés histórico fue la reproducción del concierto organizado por Schubert en homenaje a Beethoven en el primer aniversario de su muerte. Todo desprendía frescura e imaginación. Los intérpretes se divertían y el público se lo pasaba en grande. Qué más se puede pedir.

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