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Entrevista:

Luis Fernández: el piloto de la tele

Juan Cruz

Es el primer presidente de la Corporación de Radiotelevisión Española nombrado por el Parlamento. Y además es periodista, un profesional que en treinta años de ejercicio ha hecho de todo en medios audiovisuales. Ahora se enfrenta a un nuevo reto: pilotar una nueva etapa de RTVE.

"Es injusto que se hable siempre de televisión basura y ese adjetivo no se aplique también en la radio o en la prensa"
"Dicen que la calidad es incompatible con la audiencia, pues no. Los telediarios son los mejores y tienen audiencia"

A muchos les sorprendió que Luis Fernández, de 49 años, periodista, riojano de Santo Domingo de la Calzada, recriado muy pronto en Madrid, hijo de una familia de cinco hermanos, fuera en Vespa al Congreso a inaugurarse como el primer presidente de la Corporación de Radiotelevisión Española. Fruto de un consenso insólito entre los partidos políticos que por todo lo demás andan a la greña, ese nombramiento unánime ?ratificado también unánimemente? sorprendió mucho menos que ver en Vespa a este acérrimo seguidor madridista cuyos tres hijos son también del club merengue. Y es que probablemente le conocen poco. Fernández, Luis Fernández, es un hombre campechano y cordial, ha vivido muchos años en Estados Unidos, donde gestos como aquel forman parte de la vida misma, y además no es un estirado. Si por él fuera, no sólo iría en Vespa al trabajo ?al que tiene ahora, en Prado del Rey: un despacho inmenso que su diligencia ha limpiado de papeles?, sino que también iría sin corbata, en mangas de camisa, y estaría trabajando simultáneamente en ese enorme despacho y en las redacciones de informativos de la radio y la televisión públicas. También ha sorprendido, pero internamente, porque eso no ha sido fotografiado, que vaya por las salas y por los despachos saludando a todos los funcionarios que se encuentra. Forma parte de su formación, de sus hábitos y, sobre todo, de ese carácter campechano y abierto con el que ha transitado casi por todos los medios o grupos que pueden imaginarse. Trabajó, en efecto, en la Cope, en la SER, en Canal +, en Tele 5, en empresas televisivas del Grupo PRISA o de Globomedia; ha vivido en España y en Estados Unidos, y en todas partes ha mostrado un entusiasmado entrañamiento con la información. Cuando hizo un alto en el camino, que inició cuando era un chiquillo, haciendo hockey sobre patines en los informativos de Radio Popular, se tomó siete meses de sabático; nos lo contó después de la entrevista, como si se hubiera olvidado de lo más importante: en esos siete meses leyó a Pérez Galdós; La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza; la historia de España de Fernando García de Cortázar, y todo aquello que se le había quedado en la mesilla de noche? Luego volvió al tajo, encariñado con Miami y con Estados Unidos, resuelto a hacer de aquel territorio el nuevo sitio de su experiencia profesional. Hasta que el consenso político le señaló como el primer presidente de la radiotelevisión del Estado. En su despacho enorme nos recibió un jueves de enero; no sonó el teléfono, ninguna secretaria le vino a pasar recado urgente alguno, y aunque el ambiente era silencioso y relajado, a Luis Fernández se le veía debutar también en lo que se refiere a las entrevistas de larga duración. Sobre la mesa ante la que conversamos desplegó un gran número de papeles que alguna vez miró de soslayo. Empezó contándonos una anécdota que a él le hizo mucha gracia. Le sucedió en un restaurante japonés de Miami, cuando se supo que en España le requerían para el cargo que ahora ostenta. El camarero que dirige la barra de ese restaurante ?el Nobu, uno de los diez mejores del mundo? le invitó a cenar. Para agradecérselo, Luis le envió después de medianoche un SMS. Le respondió su anfitrión: “Es un placer compartir cena con el futuro ex presidente de RTVE”.

¿Y qué pensó usted de ese mensaje?

Me dije: “Este tío es cojonudo”.

¿Cuál fue su propio pensamiento cuando le nombraron?

Que caía sobre mí una gran responsabilidad. ¡Qué he hecho yo para merecer eso!

¿Con esto se sueña?

No, nunca. Todo lo contrario. De chico soñaba con ser periodista, desde muy chico.

¿Y cómo era de chico?

Un niño muy bueno, muy querido por toda la familia. No daba guerra, no hacía trastadas. ¡Al contrario de cuando soy adulto!

¿Cómo es su familia?

Somos cinco hermanos. Mi padre, que fue empleado de banca, murió cuando yo tenía 24 años; fue un golpe muy duro. No tengo a nadie cercano en la familia que fuera periodista ni nada parecido. Y yo a los diez años ya tenía claro que quería ser periodista. Me iba al Bernabéu solo. Cuando volvía a casa les escribía a mis hermanos la crónica del partido, puntuaba a los jugadores? ¡Era ya un periodista!

Se vino pronto de Santo Domingo de la Calzada.

Mi madre era de Málaga, mi padre era de Santo Domingo. Cuando llegó la edad de estudiar, y para que la familia no se disgregara, él decidió que viniéramos a vivir a Madrid, para estar todos juntos. Fue un gran gesto por su parte. Cuando llegué a Madrid parecía que venía a otro planeta. ¡Cuando entré en el colegio, solo, con pantalón corto, quise que me tragara la tierra!

Y por entonces se fue haciendo periodista.

A los trece ya tenía claro que tenía que estudiar Ciencias de la Información. Mi padre quería que hiciera Derecho, y yo estaba empeñado en estudiar Periodismo. El primer día que entré en la Universidad sentí lo mismo que aquella vez que entré en el colegio.

¿Y esta profesión es como la soñó?

Sí, totalmente. Es lo que más me gusta del mundo. Para mí, ser periodista es, además de un lujo, una obligación y una responsabilidad con los ciudadanos, con la sociedad. Un día le dije a un jefe mío: “Tengo pocos principios, pero los que tengo son muy sólidos”.

¿Cuáles son esos principios?

El primero, irrenunciable, es la defensa de los derechos humanos, la igualdad entre las personas, la lucha contra la violencia, la honestidad. Y la independencia.

Estudió y trabajó al mismo tiempo.

Estudié Periodismo, e hice algunos cursos de Derecho, en homenaje a mi padre. Pero cuando terminé el primer año de facultad decidí que ya tenía que hacer algo, porque si no me iba a ir fatal el resto de mi vida. Me pateé las emisoras de radio de Madrid, y en todas me dijeron que no había nada, ni prácticas ni nada. Hasta que fui a Radio Popular, que todavía no era la Cope. Mi insistencia le hizo pensar a quien me atendió ?Ramón Barca? que quizá merecía la pena probarme?

Ése debe de ser para usted un nombre inolvidable?

Absolutamente. Una persona a la que debo una gratitud total. Me encargó hacer una crónica de un minuto en un programa deportivo local. Así empecé. Después se crearon los primeros informativos en conexión y me metieron ahí?

¿Había ya algún modelo, se fijaba usted en alguien?

Yo tenía una gran admiración por los periódicos de la época: Ya, Informaciones, y luego EL PAÍS en cuanto nació. Después se formó Diario 16? Y me encantaba una revista, Por Favor, donde escribían Josep Ramoneda y José Martí Gómez, a quienes tuve el honor de llevar luego a la Cadena SER y a Canal +. En los albores de la democracia, la que marcó la pauta fue la prensa, y luego se sumaron la radio y la televisión.

Luego usted vivió toda la transición como periodista. ¿Qué queda en su memoria civil y profesional?

Casi se juntan. Lo que recuerdo con total nitidez y contundencia, con dramatismo y rabia, es el golpe de Estado del 23-F. Yo estaba en el hemiciclo. Pasados los primeros treinta segundos, en los que pasé mucho miedo, en medio del tiroteo hice un repaso mental y me fijé en un recuerdo: la imagen de la Guardia Nacional somocista matando a un periodista en Nicaragua. Cuando se acabaron los disparos, lo que sentí fue rabia, una rabia tremenda contra la intolerancia, contra la barbarie.

Siempre, o casi siempre, ha sido directivo?

Hice hockey, cubrí las elecciones de 1977 y contemplé en directo el palo que se llevaron Carrillo y Tamames, que se esperaban otro resultado. Hice calle hasta 1990, cuando me nombraron director de informativos de la SER.

Pero en la Cope también fue director de informativos.

Desde 1979 hasta 1983. ¡Pero ahí también hacía de todo! ¡Pagaba los taxis de mi bolsillo!

¿Qué periodismo quería hacer, cuál era su libro de estilo?

Mi modelo es el periodismo anglosajón. Es el que más me gusta. Contemplando lo que es y lo que hacemos muchas veces te entra un gran sentimiento de frustración.

¿Y cuáles han de ser las virtudes del periodismo ideal?

El mejor periodismo es el que cuenta las cosas que pasan con el menor número posible de adjetivos, y con el mayor número de datos, para que la gente se haga su composición de lugar.

¿Y ve muy alejado de eso el periodismo que hacemos?

Es peor todavía. Veo a la sociedad muy alejada de una demanda de información. Iñaki [Gabilondo] siempre decía que lo maravilloso de la radio es que está pegada a la vida. Yo creo que lo maravilloso del periodismo es cuando está pegado a lo que quiere el ciudadano que le contemos. Y no pasa.

¿Qué ha pasado?

Que la sociedad ha cambiado, pero nosotros, no.

¿Cuál es esa frustración que siente con respecto al periodismo que hacemos?

Los que estamos dirigiendo los medios tenemos treinta años más que hace treinta años, y los que han nacido a los medios no tienen las grandes ventajas que tuvimos nosotros hace treinta años, cuando nació la información en nuestro país. Y hay demasiados intereses creados para que eso impregne a los periodistas que tienen hoy veinticinco años.

¿Y qué ha de hacerse para romper ese bache?

Hay que conservar la frescura vital e intelectual. Nos hacemos demasiado conservadores, no queremos problemas. Y no es un problema de edad; lo que más me sorprende es que la gente joven tiene pocas ganas de pelear, y lo que más me molesta de la gente mayor es observar las pocas ganas de aprender que tienen. Y si un periodista no es curioso, no es nada, es una piedra.

¿Cuál fue su aprendizaje en EE UU?

La falta de prejuicios. En la sociedad, en los medios. Allí, el hombre más rico del mundo, el propietario del principal grupo de comunicación en español, va al trabajo andando. Eso aquí no lo hace nadie. Por eso la gente se sorprende cuando voy en Vespa al Congreso. Aquí le damos una vuelta de tuerca a todo. El otro día fui a Tele 5, a una despedida que le hicieron a Jesús María Santos, que se ha venido a trabajar conmigo. Allí estábamos Pedro Piqueras, que es el nuevo director de informativos de la cadena; estaba Juan Pedro Valentín, que fue mi sucesor en ese puesto, y estaba yo, y a la gente le parecía raro que estuviéramos juntos, que subiéramos al estrado a hablar? Me sorprendió que la gente se sorprendiera de que nos lleváramos bien.

¿Y qué le ha pasado a este país para que haya tanto agarrotamiento?

Un argentino me decía en Buenos Aires: “¿Cómo es posible que nadie del PSOE pueda ser amigo de nadie del PP? Así se entiende por qué hubo una guerra civil en vuestro país”. Y un venezolano les explicaba a un argentino y a un mexicano por qué estábamos aquí en estado de permanente cabreo: “Se van al trabajo a las ocho, salen a desayunar a un bar a las diez, vuelven al trabajo después de cuarenta minutos, se van a las dos y media a comer, antes se toman una cerveza y dos copas de vino, después del café se toman un orujo, se vuelven al despacho a las cinco de la tarde, les resulta imposible trabajar después de ese almuerzo, y a las ocho se van rápido a la casa, a cambiarse, porque a las diez tienen una cena. Llegan a la cena a las diez y cuarto, terminan a las doce y media. ¡Permanentemente cabreados!”. Lo explicaba el venezolano, y yo estaba en medio, moviendo la cabeza, diciendo: “Es verdad”.

Pues aquí usted hace lo mismo: llega a las ocho y se va a la una de la madrugada.

Pero no cabreado. José María Aranaz, alto cargo del Grupo PRISA, me decía cuando yo estaba en la SER: “Luis, ¿qué haces para estar siempre sonriendo?”.

¿Y este trajín de ahora no va a arrinconar la Vespa?

Vamos a ver. Yo voy a procurar la normalidad. No quiero cambiar mi forma de ser en función de nada.

¿Cómo se siente en esta conversación?

Nervioso. Creo que lo que me está pasando es como si no me estuviera ocurriendo a mí. ¡Es la primera vez de todo!

Pero se sentirá muy orgulloso.

Orgulloso, sí. Pero no hay ego en mi orgullo. Estuve cinco años haciendo psicoanálisis, y el ego lo tengo atado, amaestrado y a cien kilómetros de aquí.

Y dice que esto no le va a cambiar.

Espero que no. El día en que me nombró el Parlamento estuve seis horas pegado al teléfono. ¡Recuperé a todos los amigos que había perdido en cinco años! Impresionante. Yo sé con quiénes he hablado y con quiénes no en este quinquenio. A una de las personas que me llamó le dije: “¿No me estarás llamando porque soy el presidente de la Corporación?”. “¡No! Es que no tenía tu teléfono”. Pues qué rápido lo encontró.

¿Eso le hiere o le reconforta?

No me hiere, me desagrada. Me pasan por primera vez una multitud de cosas, y yo me siento como si estuviera en la final de la Champions y jugaran el Madrid y la Juve, y yo estuviera en el terreno de juego, los 22 futbolistas, el árbitro y yo.

No es habitual que el responsable máximo de RTVE sea un periodista. Eso le tiene que llenar a usted de adrenalina, de entusiasmo.

Lo abordo con entusiasmo, sí, con emoción y con una pasión total. Y con un miedo escénico comparable a todo lo anterior, con ganas de no fallarles a los ciudadanos, de no fallarle al Parlamento? Y con ganas de transmitir que los periodistas no somos unos descerebrados que no tenemos preocupación por la gestión de los medios en beneficio de los propios periodistas y de la empresa en general. ¡Periodista igual a bolsillo roto!

Ha mirado de lejos, pero ahora está en este país. ¿Cómo lo ve?

A España la veo estupendamente, y veo mal la crispación que se vive en Madrid. La sociedad tiene las ventajas y los inconvenientes de esta época. No tiendo al tremendismo ni al dramatismo. Me sorprende ver los bares llenos, la gente se lo pasa estupendamente. Yo creo que hay un círculo más cerrado, el de los medios de comunicación, y ahí sí veo que nos estamos haciendo entre nosotros un discurso muy crispado, muy volcado en lo mismo. Podemos estar cuarenta minutos debatiendo sobre ETA como si en este país no pasara otra cosa. A mí me agobia.

¿Y qué tendríamos que hacer?

No retransmitir el minuto a minuto del partido.

Antes hablaba de egos. Una corporación como ésta debe de abundar en egos.

Hay que tratarlos con sentido común, respetándolos. He ido a los diversos turnos, a saludar a la gente; en algunos casos me dijeron que era la primera vez que el más alto responsable de RTVE iba a verlos.

¿Qué clima vio?

Muy bueno. También les he enviado un saludo por mail. A todos. Es un colectivo que ha pasado un tiempo muy complicado, con un nivel de incertidumbre enorme, sin saber si se cerraba o no TVE, sin saber si se hacía un ERE o no, sin saber qué iba a pasar con sus vidas? Y ahora es como si RTVE volviera a nacer. Sabemos perfectamente qué nos ha pasado, qué errores no debemos cometer, y tenemos una vida por delante. Y por ahí siguen hablando del desmantelamiento. Me hace mucha gracia, me sorprende. Yo no hubiera dejado Miami, y mi vida allí, para venir a un desmantelamiento. Todo lo contrario: vengo a liderar, a potenciar, junto con mis compañeros del consejo, con todo el equipo directivo, con todo el colectivo de trabajadores, para hacer de RTVE el grupo empresarial de comunicación más potente del mundo en español. Y a esa tarea me voy a poner desde el minuto uno.

¿Un partido complicado?

Sí, seguro.

¿Y cómo ve a los que juegan enfrente?

Son magníficos. El otro día me reuní con todos los que hacen la televisión, con los que mandan en ella. Vassile, en Tele 5; Carlotti, en Antena 3; Gavela, en Cuatro, y Contreras, en La Sexta; han sido jefes míos y son amigos míos.

¿Eso es lo que le llevó a sugerir que las cadenas intervinieran en las entrevistas a los líderes políticos?

No, eso es la normalidad. En Estados Unidos es el pan nuestro de cada día, y aquí se ha montado un lío. Pero es que se habría montado un lío igual si lo hubiéramos propuesto para la radio o para la prensa.

¿Le ha sorprendido?

Lo esperaba; me puede molestar, pero no me ha sorprendido. Me decían: “Es que ahora estamos muy crispados”. ¡Pero es que estamos igual que hace seis años! ¡O doce! ¿O no nos acordamos de lo que pasaba en 1994?

¿Y qué concepto hay detrás de esa iniciativa suya?

Que la televisión pública y las privadas no somos rivales, sino complementarias. Y esa dialéctica de elegir siempre entre papá y mamá, o de insultar a unos y defender a otros, me ha parecido una idiotez. Cuando estaba en los medios privados también defendía esto. Es necesario para una sociedad democrática. Lo que hay detrás de mi iniciativa es mano tendida.

Los partidos políticos se han puesto de acuerdo en torno a usted. Insólito.

¡Pensarían que soy el entrenador del Betis [que se llama Luis Fernández también]! Yo sigo sin creérmelo.

¿Cómo se fabricó el proceso?

Lo que más me sorprendió es que yo supe la noticia tres semanas antes, y no se filtró ni una línea. Y estaban en el ajo el Grupo Socialista, el Grupo Popular y varias personas, aparte de yo mismo. Es un milagro que no se haya filtrado y el acuerdo mismo. Me llamó el alcalde de mi pueblo: “¿Has visto lo brutos que somos los calcetenses? Somos capaces de juntar al PP y al PSOE”. Lo que más me enorgullece es que después de treinta años de trabajo se haya pensado en mí por mi independencia. Eso es lo que más me llena de satisfacción, ése es el orgullo por el que me preguntaba antes. Alguien se ha dado cuenta de lo terco, peleón, pesado, de mi comportamiento personal a lo largo de estos años, y esto ha dado resultado.

¿De veras terminó la televisión politizada desde el Gobierno? ¿Sabrán los políticos que la tele la hacen los profesionales?

La ley, que tengo interiorizada, dice en uno de sus artículos que la Corporación no tiene ninguna vinculación ni con el Gobierno ni con ningún órgano de la Administración General del Estado. Y les recordé a los consejeros que eso debemos hacerlo extensivo a cualquier otra fuerza política o sindical.

¿Se lo ha tenido que recordar a mucha gente estos días?

No he tenido oportunidad.

¿Percibe usted alguna herida visible del expediente de regulación de empleo [ERE] en virtud del cual dejarán RTVE más de 4.000 personas? ¿No es un mensaje muy duro de asumir? ¿Lo habría hecho usted de otra manera?

Hemos de reconocer sinceramente que muchos de los que se han ido lo han hecho antes del tiempo que hubieran deseado. Y tendríamos que suplir su experiencia y su profesionalidad con nuevas dosis de ingenio y de esfuerzo. Pero, reconocido ese esfuerzo, lo que estoy transmitiendo todos los días es un mensaje de futuro. Lo he dicho en el mensaje electrónico que envié a todos los trabajadores el pasado 15 de enero, cuando me nombraron. Es un tema que han hecho magníficamente los sindicatos, la dirección de esta casa, la SEPI, el Gobierno: hicieron un acuerdo, y ese acuerdo fue aprobado en referéndum por amplísima mayoría. Más allá de los casos personales a tener en cuenta, no tengo más que decir: es un acuerdo aprobado por la gran mayoría de los trabajadores. Igual que fue aprobado de manera total, en votación secreta, mi nombramiento parlamentario.

Los milagros Fernández? Ahora tiene usted 49 años. La edad con la que empieza a contar el ERE.

[Risas]. Voy a preguntar a los servicios jurídicos de la casa si me puedo acoger.

La radio y la televisión están en sus manos. ¿Qué le gusta más?

Es como elegir entre mamá y papá.

O entre el Barça y el Real Madrid.

[Risas]. En eso no tengo dudas. El Madrid es una cosa y el Barça es otra. Nueve champions a dos.

En España se ha instalado al lado de la palabra televisión el término basura. ¿Cómo despegar esa pegatina?

Es injusto que se hable de televisión basura y ese adjetivo no se fije también en la radio o en la prensa. Cuando el caso Lewinsky fui a la SER a hablar de aquella cobertura y expliqué que los periódicos también habían sacado cuadernillos comentando el caso. Esa manía de denostar a la televisión tiene razones económicas y empresariales mucho más profundas.

Pero lo de la basura se refiere más bien a la invasión de las intimidades, al famoseo, etcétera.

Estoy encantado de aterrizar en una casa donde eso no existe. Radiotelevisión Española tiene incorporado el gen de las cosas bien hechas: yo defiendo que el tema no son los contenidos, sino sus tratamientos. La gente dice que la calidad es incompatible con la audiencia: pues no. Los telediarios que hacemos aquí son los mejores, tienen audiencia y están muy bien hechos.

¿Va a defender a RTVE como al Madrid, o el Real Madrid es “un ser superior”, como decía Butragueño, que era su presidente?

¡Ja, ja! Me han dicho que no hable mucho de fútbol. En cuanto a lo de defender a RTVE, debo decir algo: cuando llegué pregunté, en primer lugar, por el director jurídico. “Es muy bueno”, me dijeron. Y se extrañaron de que ésa fuera mi primera inquietud. Es que pienso usar sus servicios cada vez que alguien arremeta sin sentido contra esta casa. A nadie le saldrá gratis a partir de ahora meterse con nosotros.

¿Belicoso?

No, jugaré a la defensiva. No queremos que RTVE sea el pimpampum del resto.

¿Cuál sería el límite de la gestión de lo público? ¿Ha de competir la RTVE pública con las armas de la privada?

Mi objetivo, que es el objetivo del consejo, es el equilibrio presupuestario, tan indiscutible como la rentabilidad social.

¿Cualquier cosa por la audiencia?

Ése no es un fin de RTVE. La audiencia tiene que ser la consecuencia del trabajo, pero no es un fin en sí misma.

¿Y cómo concibe el debate político, cómo va a gestionarlo desde aquí?

He pedido unos informes muy sesudos. Dicen que nuestros telediarios son los mejores, y es verdad que están hechos a completa satisfacción de este presidente. Vengo a potenciarlos, a mantenerlos como referencia, para que contribuyan al debate político, a la reflexión y al debate ciudadano. Los quiero potenciar para garantizar la información plural e independiente de los ciudadanos.

¿Revisará esa externalización de los programas de debate político, como ‘59 segundos’?

No quiero hablar de programas concretos, pero sí, voy a revisar esa política. Debo contarle esta anécdota: cuando llegué les dije a Fran Llorente [director de informativos de TVE], a Fernando Navarrete [su adjunto] y a Lorenzo Milá [al frente de la segunda edición del telediario], el primer día que estuve con ellos: “¡Lo que llevo tratando de trabajar con vosotros!”. Ya intenté ficharlos cuando estaba en Tele 5, y no quisieron porque creen en la televisión pública. ¡Pues ahora vamos a hacer juntos esa televisión pública!

Tiene usted muchos papeles desparramados sobre la mesa. ¿Qué trae en ellos?

Datos, por si me hacían falta. Pero casi no he tenido que mirarlos.

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