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Reportaje:

El ex rey del 'glam' regresa a Dylan

Bryan Ferry recrea en 'Dylanesque' 11 clásicos del compositor de Minnesota

Amelia Castilla

A Bryan Ferry siempre le ha gustado recrear versiones. Al placer que le proporciona hacer suyas las canciones de otro se suma el hecho de que como músico le ayudan a ampliar horizontes cuando su capacidad creativa -"Yo no soy un compositor tan rápido como para poder satisfacer mis necesidades de intérprete"- no da para más. El líder de Roxy Music ha incluido en su repertorio, a lo largo de sus más de 30 años de carrera, algunos discos de versiones. Pero ahora ha dado una nueva vuelta de tuerca y se ha atrevido con Dylanesque (término anglosajón cuya traducción en castellano podría ser dylaniano), un álbum en el que recrea 11 temas de Bob Dylan, recogidos de su cancionero histórico.

"Mi hijos son fanáticos incondicionales de Dylan, y eso no es por mí, sino porque su música ha traspasado generaciones"
"He tratado de ser respetuoso con un músico al que admiro, poniendo mis sentimientos delante del marco que guardan sus melodías"
"Yo no soy un compositor tan rápido como para poder satisfacer mis necesidades de intérprete"

El disco se grabó en poco más de una semana con su actual banda y, desde el principio, Ferry se propuso cantar a Dylan sin caer en la caricatura. Pero todavía ahora cruza los dedos para que nadie se atreva a establecer odiosas comparaciones: "La música siempre es emoción y el estado de ánimo que eso genera provoca sensaciones diferentes en cada persona. Yo he tratado de ser respetuoso con un músico al que admiro poniendo mis sentimientos delante del marco que guardan sus melodías", asegura. Parte del genio de este músico al interpretar temas de otros artistas consiste en su capacidad para cambiar el estado de ánimo de las letras. "Las canciones pueden ser lo que quieras que sean. Crecí con la idea del jazz de que se puede hacer una canción de muchas formas distintas", añade.

Ferry (1945, Washington, al sur de Londres) nunca se ha encontrado con Dylan, pero desde 1973, año en que grabó su versión de A hard rain's a-gonna fall, llevaba dándole vueltas a grabar con este proyecto que califica como "una declaración musical" y un retrato del genio de Minnesota. El álbum se abre con Just like Tom Thumb's blues, grabada en 1965, pero incluye también clásicos de esa época como The times they are a-changin', Knockin' on heaven's door o If not for you. "De la obra de Dylan me gusta su potencia lírica, su ternura y su portentoso matiz, pero me decanté por temas compuestos en una época muy concreta de su vida, son temas que de alguna manera tienen que ver con la generación beat y con la poesía de Allen Ginsber".

No se trata, argumenta, de nostalgia de un tiempo pasado. Las canciones de Dylan "no pueden enmarcarse en un tiempo determinado, aunque vivamos momentos de conflicto que recuerden a las protestas de los años sesenta y a los movimientos pacifistas. Sus canciones han calado en las nuevas generaciones. Mi hijos son fanáticos incondicionales de Dylan y eso no es por mí, sino porque su música ha traspasado generaciones. Es curioso pero, hasta que llegaron Dylan o The Beatles, la mayor parte de los artistas, gente como Frank Sinatra o el mismo Elvis no componían nada, se limitaba a interpretar las canciones de otros. Ellos invirtieron esa tendencia y, a partir de ahí, se empezó a funcionar de manera distinta".

Sigue siendo un dandi. A sus 62 años, el cantante que en los años setenta con Roxy Music encabezó el movimiento glam, sigue conservando una cintura envidiable. Pero esta mañana ha dejado de lado los deslumbrantes trajes plateados con los que acostumbraba a saltar al escenario, por un pantalón y chaqueta de terciopelo azul, camisa y corbata a juego, y un cuidado tupé de apariencia descuidada.

Ferry, que en una ocasión se definió a sí mismo como "una orquídea nacida en un vertedero de carbón", recordando su infancia como hijo de minero, parece sentirse a gusto consigo mismo. Convertido en un crooner de salón, este baladista perverso ha sobrepasado con creces la edad en la que uno ya es responsable de su cara. Amable y educado, Ferry cuenta que en 1983 se medio retiró de los escenarios para dedicarse a la familia. Tiene cuatro hijos, de tres esposas diferentes, que ahora han crecido y en parte por eso ha decidido retomar su carrera musical con mayor ímpetu. A Madrid viajó acompañado de su hijo Tara, de 17 años, batería de un grupo y modelo junto con dos de sus hermanos - "está bien que vayan sacando dinero para sus gastos"- de la firma Burberrys. Como muchos músicos, Ferry vive de las galas. Tiene entre manos un nuevo disco para Roxy Music y en breve iniciará una gira por Europa para pasear Dylanesque, pero en sus conciertos no faltan los grandes éxitos de su antiguo grupo. Como a muchos de los músicos de su generación, Internet le interesa lo justo. Ni sabe ni quiere bajarse música. Le gusta el rito de entrar en una tienda de discos y rebuscar entre los estantes buscando novedades o descubriendo incunables. Se confiesa apasionado del flamenco, una música que descubrió una Semana Santa en Sevilla. Se emocionó escuchando cantar una saeta desde un balcón, y no descarta que algún día se atreva con alguna versión "típicamente española".

El líder de Roxy Music, Bryan Ferry, en su reciente visita a Madrid.
El líder de Roxy Music, Bryan Ferry, en su reciente visita a Madrid.BERNARDO PÉREZ

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