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Reportaje:Turquía y la UE / 1

Turquía: Europa o barbarie

La pugna entre el Gobierno islamista y el Ejército perturba el proceso de negociación con la UE

Juan Carlos Sanz

Los habitantes de Estambul respiraron aliviados cuando el avión del Papa despegó del aeropuerto internacional Atatürk el viernes y la policía levantó el cerco de seguridad en la mayor ciudad del Mediterráneo, con más de 12 millones de habitantes. Desde uno de los cafés de las azoteas de Beyoglu, el barrio más cosmopolita de Estambul, antiguo feudo de genoveses y venecianos, el escritor Ahmet Umit, miraba hacia la ribera asiática del Bósforo. "Como muchos turcos, no tengo sentimientos religiosos, pero mi cultura es musulmana; así que no sé muy bien a qué ha venido aquí Benedicto XVI", ironizaba este novelista que saborea el éxito a sus 46 años, nacido en el mísero sureste de Anatolia y criado en Estambul. Sus obras de serie negra en la época de los hititas o protagonizadas por místicos sufíes han sido trasladadas al cine y la televisión.

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"Turquía culminará el proceso modernizador emprendido por Mustafá Kemal, Atatürk, cuando los militares se queden definitivamente en los cuarteles", explica Umit, en una reflexión que resume la posición de los intelectuales laicos. "Pero no deben apartarse del poder hasta que desaparezca del todo el peligro de la imposición de un régimen islamista radical". Esta aparente contradicción marca la vida política de Turquía desde hace cuatro años, cuando la arrolladora victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo llevó al poder a los islamistas moderados. Desde entonces su líder, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, ha alcanzado una serie de logros que culminó el año pasado con el inicio de las negociaciones de adhesión a la UE.

Su buena racha parece haberse acabado. La abolición de la pena de muerte y el reconocimiento de los primeros derechos para la minoría kurda (una quinta parte de la población del país) contrastan con la persecución judicial de los intelectuales que "denigran la identidad nacional turca", según lo prescrito en el polémico artículo 301 del Código Penal. Esa vaga tipificación delictiva ha servido para llevar ante los tribunales a escritores como el último premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, zarandeado en la puerta de los juzgados por un grupo ultraderechista antes de quedar exculpado.

A pesar de que el Gobierno de Erdogan ya ha dado los primeros pasos para reformar el artículo 301 mediante una redacción más precisa, la Comisión Europea no se ha escudado en el respeto a la libertad de expresión ni en las restricciones a las minorías étnicas o religiosas para recomendar la suspensión parcial de las negociaciones de adhesión con Turquía. El problema es Chipre. En la UE, además, los pactos están para ser respetados. Ankara no ha cumplido su compromiso de hace dos años para iniciar sus negociaciones: abrir sus puertos y aeropuertos a los barcos y aeronaves de la República de Chipre (con la que no mantiene relaciones), en cumplimiento del Protocolo Adicional de Ankara, que extiende a los nuevos Estados miembros el Tratado de Unión Aduanera con Turquía.

Bruselas ha propuesto la suspensión de 8 de los 35 capítulos negociadores y mantener abiertas las conversaciones sobre el resto, aunque sin cerrar ninguno de ellos (salvo el primero, sobre ciencia y tecnología, aprobado ya el pasado verano). Varios países, como Francia, Alemania, Grecia y Chipre, amenazan con aumentar el número de capítulos congelados y fijar un plazo de 18 meses -un ultimátum para que Turquía abra sus puertos y aeropuertos- para revisar la marcha de las negociaciones.

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Un colaborador cercano del primer ministro Erdogan asegura que existen garantías por parte del comisario para la Ampliación Olli Rehn, para que no se interrumpan las negociaciones en ningún caso. Ankara acepta demoras en un proceso que, de todas formas, se prolongará durante otros 10 o 15 años. "No va a haber un choque de trenes, sólo un retraso en nuestro viaje, aunque todas las opciones están abiertas hasta la cumbre del 15 de diciembre", reconoce la misma fuente. "Va a ser difícil hallar una solución justa y equilibrada para el cumplimiento del Tratado de Unión Aduanera con Chipre", apostilla.

Los trenes se aproximan por una vía única mientras Turquía entra en un periodo de incertidumbre electoral. La estabilidad interna puede verse condicionada por el castigo de los Veinticinco al incumplimiento sobre Chipre. El nuevo jefe del Estado mayor de las Fuerzas Armadas, el general Yasar Buyukanit, encabezaría también el rechazo a una hipotética candidatura de Erdogan a la presidencia. Los islamistas, que cuentan con la mayoría cualificada de dos tercios de los votos del Parlamento exigida para designar, en mayo, al jefe del Estado, evitarían así el poder de veto que el aparato kemalista del Estado sigue ejerciendo sobre decisiones tan polémicas como el levantamiento de la prohibición del uso del velo en la Administración y las universidades o el reconocimiento de las iman hatip o escuelas coránicas.

Fuerzas reformistas

"A pesar de todo, los islamistas de Erdogan son la única fuerza reformista y con capacidad de movilización para llevar Turquía a Europa", confiesa un alto diplomático europeo basado en Ankara. "No parece probable que Erdogan se presente a la presidencia, para poder concentrarse en las legislativas del próximo noviembre", precisa la misma fuente diplomática, "y tampoco tienen mucho sentido los rumores de golpe de Estado que circulan en la prensa turca, salvo el enviar a los islamistas un mensaje de contención desde el aparato kemalista". Los militares siguen gozando de gran prestigio en Turquía tras haber preservado la unidad del país después del hundimiento del Imperio Otomano y llevado escuelas y carreteras a la más profunda Anatolia.

En una de las viejas calles de Sultanahmet, en el centro histórico de Estambul, donde Benedicto XVI rezó en dirección a La Meca en la mezquita Azul, Elif Safak, una escritora de 35 años perseguida también por el artículo 301 del Código, reconoce que su país vive con "miedo a lo desconocido". "Cuando los islamistas llegaron al poder, a muchos les entró el pánico. Pensaban que iban a imponer la sharia [ley islámica y a obligar a las mujeres a llevar el velo. Pero el ejercicio de gobernar y conservar el poder les ha moderado. Si se les aparta por la fuerza, será mucho peor", afirma.

Una gran mayoría de los turcos, el 54%, sigue defendiendo la incorporación a Europa, frente al 37% que la rechaza, según una reciente encuesta difundida por el diario Yeni Safak. Aunque dos de cada tres consultados creen que Turquía no lo logrará nunca.

Shafak cree que tras ser impuesta "desde arriba" la modernización, "en Turquía se ha perdido la capacidad crítica. "Por ejemplo, el voto para las mujeres fue algo concedido, no hubo reivindicación ni lucha", advierte esta intelectual feminista. "Ha acabado surgiendo un régimen más kemalista que el mismo Kemal Atatürk".

Recep Tayyip Erdogan (izquierda) es recibido ayer en Damasco por el primer ministro sirio, Mohamed Naji Otari
Recep Tayyip Erdogan (izquierda) es recibido ayer en Damasco por el primer ministro sirio, Mohamed Naji OtariEFE

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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