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Reportaje:El viaje más difícil del Papa

Ankara da la espalda a Benedicto XVI

Los habitantes de la capital turca sólo aprecian molestias ante la visita del Pontífice

Juan Carlos Sanz

La ceremoniosa cortesía otomana y la sutil diplomacia vaticana eludieron finalmente el choque de civilizaciones. El Papa llegó ayer a Ankara con un mensaje de apaciguamiento: habló de diálogo, tendió puentes entre religiones y alabó la figura de Mustafá Kemal, Atatürk, ante su tumba. El primer ministro turco, el islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, le esperó a pie de escalerilla. Pero mientras la Turquía oficial dio la bienvenida a Joseph Ratzinger, en una etapa más de su tortuoso acercamiento hacia Europa, la capital turca le daba la espalda. La indiferencia en las calles hacia la visita de Benedicto XVI se expresó en el habitual ajetreo de la población de Ankara, absorta en sus quehaceres mientras la circulación se colapsaba en el bulevar de Atatürk, el eje que atraviesa la capital turca de norte a sur.

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Con las negociaciones con la UE al borde del colapso a causa del contencioso sobre Chipre, el Gobierno de Ankara es consciente de que no puede permitirse desplantes hacia la figura del pontífice, cuya visita a Turquía es observada con atención por los países occidentales. Así lo destacó el ministro portavoz del Gobierno, Cemil Ciçek, la víspera de la visita papal.

"Musulmanes y cristianos compartimos los mismos profetas... sin olvidar la tradicional hospitalidad turca", no se ha cansado de repetir Erdogan ante sus seguidores para justificar su decisión de dar marcha atrás y recibir al Papa en el aeropuerto a su llegada a Turquía. Muchos analistas temen que su fotografía de ayer con el Papa acabe por pasarle factura en las elecciones legislativas del año que viene.

Las islamistas más radicales, que no se integraron en el partido reformista y proeuropeo en el poder y que condenan al Papa por sus palabras sobre el islam en Alemania, y la extrema derecha, que ve en la figura del Papa una amenaza a la identidad nacional y religiosa de Turquía, conforman el frente de rechazo a Benedicto XVI. En conjunto, sus opciones políticas sumarían el 10% de los votos.

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Para la mayoría de los habitantes de Ankara la visita papal representa ante todo molestias. "Apenas se ha notado un empeoramiento en el tráfico", bromeaba entre risas una empleada en un comercio de Kizilay, la plaza donde palpita el corazón de la ciudad, "pero hay mucha más policía que de costumbre".

Las fuerzas de seguridad no tuvieron trabajo. A primera hora de la mañana cortaron la circulación en los 35 kilómetros que separan el aeropuerto de Esenboga del centro de la capital. Los túneles y puentes fueron tomados por gendarmes en uniforme de combate hasta después del paso de la comitiva papal. Un blindado de transporte de tropas y un vehículo antidisturbios dotado con un cañón de agua y una aparatosa pala excavadora presidían el centro de la plaza de Kizilay. Mientras, en los cercanos jardines de la sede de la jefatura del Gobierno, varias docenas de policías bostezaban en formación, con los escudos antidisturbios apoyados en el suelo tras largas horas de guardia.

"Nosotros vemos la visita del Papa sobre todo como un reencuentro entre cristianos divididos: los católicos y los ortodoxos", explicaba un joven profesor de la Universidad de Ankara entre alumnos que charlaban al sol del mediodía sin prestar atención a la visita del Papa. "Claro que Benedicto XVI tiene también una gran oportunidad para reconciliarse con los musulmanes tras sus críticas al islam en Ratisbona".

Los grupos más extremistas han advertido a Benedicto XVI que no debe atreverse a rezar mañana en el Museo de Santa Sofía, construida como basílica bizantina y que fue mezquita hasta 1935. Hoy es una de las principales atracciones turísticas de Estambul y las autoridades temen que los integristas musulmanes reclamen su reapertura al culto. El Papa llegará esta noche a Estambul tras celebrar una misa en Éfeso, en la costa mediterránea.

Cerca de la plaza de Kizilay, el poeta Ertugrul Onalp, catedrático de Lengua Española en la Facultad de Letras de Ankara, se mostraba sorprendido por tanta tensión religiosa en un Estado laico y citaba al escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez, que viajó a Estambul en 1907 y dejó escrito en su libro de viajes El Oriente un canto a la libertad religiosa bajo el Imperio Otomano: "En Constantinopla viven todos los cultos con entera libertad y todos sus ministros gozan de igual respeto. El patriarca griego, el gran rabino, el arzobispo católico... todos son funcionarios del imperio, iguales en respeto al gran imán y retribuidos por el emperador con gran largueza según el número de adeptos de cada religión".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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