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Reportaje:

El arlequín que había en Picasso

El Museo Picasso de Barcelona aborda en una exposición la relación del artista con el circo

Arlequín, que durante años fue el álter ego de Picasso, es el hilo conductor de la exposición Picasso y el circo, un recorrido transversal por toda la trayectoria del artista que hasta el 18 de febrero puede verse en el Museo Picasso de Barcelona. "Es la primera vez que el circo, una de las grandes pasiones de Picasso, a la que se mantuvo fiel toda su vida, protagoniza una exposición de esta magnitud tanto por la cantidad como por la calidad de las obras expuestas", explica Dominique Dupuis-Labbé, conservadora de las colecciones de los Museos de Francia, y comisaria de la exposición junto a María Teresa Ocaña, actual directora del Museo Nacional de Arte de Cataluña. La exposición reúne unas 300 obras, entre pinturas, dibujos, cerámicas, grabados, máscaras y una escultura.

Todo empezó en 1887, cuando Picasso aún adolescente sucumbió al encanto de Rosita del Oro, amazonas del Circo Tívoli de Barcelona, quien le abrió las puertas del mundo mágico del circo, no sólo del espectáculo, sino de su trastienda, de la vida cotidiana de payasos y saltimbanquis, con sus incesantes entrenamientos, sus dificultades y alegrías. Sus obras de entonces aún no reflejan este entorno que tanto le atrae. Será sólo tras su llegada a París y su encuentro con los artistas y bohemios, que frecuentan las compañías ambulantes instaladas en los bulevares, cuando los personajes circenses, voluntariamente mezclados con los de la Commedia dell'Arte, se convierten en un referente constante de sus obras y Arlequín hace su entrada triunfal en la iconografía picassiana.

Es de este periodo el espectacular Arlequín del Metropolitan de Nueva York, impregnado de influencias simbolistas, que abre el recorrido junto con Barraca de feria, la más reciente adquisición del museo barcelonés. Los dibujos de saltimbanquis y amazonas, trazados con líneas sutiles y certeras, surgen de la penumbra, realzados por las paredes azul oscuro de un montaje, que evoca el ambiente circense con luces que parecen cuerdas de tramoyas o látigos para los caballos.

Aunque falta la obra que aglutina los primeros cuatro años de experimentaciones sobre el tema -Familia de saltimbanquis, de la National Gallery de Washington, que no puede viajar por voluntad expresa del donante-, la exposición despliega un conjunto de piezas excepcionales, como el romboidal Arlequín con violín, del Museo de Cleveland, y la Familia de Arlequín, del museo alemán Von der Heydt, una de las raras obras cubistas vinculada al circo. Muchas piezas proceden de colecciones privadas y no se han visto nunca o en raras ocasiones, como Amazona acróbata, un carboncillo de 1905, o un disfraz de Pierrot, propiedad de la familia, que Picasso confeccionó para su hijo mayor, Paulo. También se exhiben, por primera vez en Barcelona, Arlequín de perfil, del Metropolitan, un dibujo preparatorio para un retrato de Paulo, tres óleos con una composición de antifaz y guantes, metáfora de su compleja relación con el ambiente de la burguesía, y una colección de cerámicas y máscaras, que representan el lado más lúdico y grotesco de la muestra.

La selección incluye una serie de fotografías de David Douglas Duncan y André Villers, que captan un Picasso íntimo y divertido, disfrazado de clown u oculto tras antifaces recortados, parecidos a los que se exponen al lado. También hay imágenes que le inmortalizan jugando con sus hijos Claude y Paloma, y con la hija de su mujer Jacqueline Roque, Catherine Hutin, que ayer paseaba entre las obras, algunas de las cuales seguramente vio crear. "En esta muestra afloran aspectos y piezas, que no se han presentado nunca al público y son la base para nuevas lecturas y futuras investigaciones de la obra de Picasso", señala Ocaña, quien concibió esta exposición cuando era directora del Picasso. El itinerario se cierra con las obras más descarnadas y sexuales. Una suite de grabados en la que Picasso ya no es actor ni espectador, sino un voyeur recordando un circo fantasmagórico, que pertenece más a sus sueños que a la realidad.

Picasso y el circo se presentará en la Fundación Gianadda de Martigny, del 9 de marzo al 10 de junio.

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