El preciado don del deslumbramiento
El poeta polaco Adam Zagajewski presenta en Kosmópolis 'Dos ciudades', su nuevo libro, en el que reúne ensayo y narración
"Hijo del aire, de la menta y del violonchelo", como dice en su poema Autorretrato; un hombre escindido entre los momentos de deslumbramiento, aquellos en los que brota la inasible maravilla de la poesía, y lo habitual y cotidiano, donde revolotean las dudas, "los gorriones de la inteligencia". Así es el escritor polaco Adam Zagajewski (Lvov, 1945), una de las grandes voces de la poesía contemporánea, autor de libros tan hermosos como En defensa del fervor, En la belleza ajena o el reciente poemario Deseo. Zagajewski, que participa en Kosmópolis, presentó ayer en el marco de la fiesta literaria barcelonesa su último libro traducido al castellano, Dos ciudades (Acantilado), una obra en la que hay ensayo y narración y que sobre todo está recorrida por ese extraordinario tono lírico que empapa toda la creación del escritor. Especialmente emotivo es el ensayo autobiográfico que da título al libro y en el que Zagajewski, deportado con su familia a Gliwice, explica su infancia en esa ciudad gris poblada por cornejas. Paseaba por ella el escritor con su abuelo que embriagado por la nostalgia creía estar en Lvov.
"Escribimos para descubrir la belleza que hay en el mundo", dice Zagajewski
"Sí, ese caminar por dos ciudades distintas puede verse como una metáfora de lo que es la poesía", dijo ayer Zagajewski, que entre esos paseos devino un joven poeta demediado entre los días prosaicos y "lo resplandeciente", la "luz extraordinaria" que brotó en él, los breves momentos de iluminación que se reflejaban en los poemas. El relato de ese despertar a la poesía es uno de esos momentos inolvidables que regala a veces la literatura. Dos ciudades nació, dijo Zagajewski "de una conversación con Brodsky sobre las ciudades de origen". El escritor polaco perdió la suya real pero el mito de la bella Lvov late en sus obras. Y el contacto con esa gente perdida de Gliwice, los deportados como su familia, que soñaban con la resplandeciente Lvov, le regaló "una infancia mágica, la sensación extraña de vivir en un sitio donde tanta gente venía de otro".
Sobre la tensión entre la vida interior y el mundo que aletea en toda su obra, el escritor señaló que ése "es el punto de arranque de la poesía. Hay una contradicción entre una y otro, pero eso no quiere decir que el mundo sea algo trivial. La poesía debe hacernos abrir los ojos a la vida, que nos aporta renovación, que es gozosa y, sí, a veces dolorosa. La poesía es esa chispa entre lo interior y lo exterior". Y señaló: "Escribimos para descubrir la belleza que hay en el mundo". Zagajewski alaba a los poetas jóvenes, ¿añora aquel primer deslumbramiento? "Se trata más de un sentimiento de frescura, la frescura de sentir y de escribir, pero no es algo necesariamente relacionado con la edad. Hay poetas jóvenes que no lo tienen, y otras veces se pierde con la edad. Mi sueño es no perder eso. No quisiera devenir un volcán apagado".
¿Hay alguna gimnasia digamos espiritual para recibir o no perder el don de la poesía? Zagajewski, que viste una chaqueta de lona y calza zapatillas Camper pero ante el que uno se siente como si estuviera ante un Auden o un Milosz, esboza una sonrisa iluminadora como su poesía. "Sí, la poesía es un regalo, pero muy democrático, lo reciben todas las clases sociales. La experiencia -la enseñanza en las universidades de EE UU- me dice que es un don que a veces está como dormido y hay que despertarlo, pero no es un regalo escaso. Mucha gente lo tiene sin saberlo. Los lectores de poesía lo tienen".
El poeta cree que estamos en un mal momento para la poesía. "En Francia es muy marginal, algo más fuerte en EE UU. Pero no soy pesimista. No está muerta esa rama no comercial de la literatura. La poesía puede sobrevivir a estos tiempos. Las cifras son pequeñas, pero los espíritus fuertes".
Zagajewski explicó que ha conocido a Miquel Barceló y que admira la frescura con que el artista, que ha ilustrado su próximo libro, Antenas, mira el mundo.
Dos ciudades, que incluye textos como Instrucciones para la policía secreta, Traición (convertida en obra de teatro) o Discurso confidencial del presidente del Politburó, tiene una parte política. "Está escrito al final de la era soviética, el sentimiento de que algo cambiaba en Europa estaba en el aire y quise escribir algo entre poesía e historia. Mi testimonio es el de alguien que era en la Polonia de entonces un disidente pero no radical". En uno de los textos, -Un esencialista en París-, se despacha magistralmente con Ernst Jünger, ese "maestro de la ambigüedad" con mirada de azor. "Tengo sentimientos ambivalentes hacia él, no puedo estar de acuerdo con un miembro de esa clase que concebía Polonia como una especie de almuerzo. Pero algunas páginas, sus meditaciones, me parece que son algo que desgraciadamente está desapareciendo del mundo europeo".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.