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El Guggenheim muestra en '¡Rusia!' las aportaciones de 800 años de arte

La exposición presenta más de 300 piezas, desde iconos medievales a obras contemporáneas

La exposición ¡Rusia!, que mañana se abre al público en el Museo Guggenheim Bilbao, recorre ocho siglos de arte ruso en un camino que parte de los iconos medievales y llega a obras creadas en el mundo global de los últimos años. Entre esos límites, ¡Rusia! muestra más de 300 piezas, muchas de ellas nunca expuestas fuera del territorio ruso, ordenadas en torno a los momentos clave de su historia. Los grandes hitos de las vanguardias rusas de principios del siglo XX se presentan rodeados de las colecciones imperiales, el realismo socialista y la apertura posterior.

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¡Rusia! es un proyecto de dimensiones impresionantes por su recorrido cronológico y la nómina de piezas, procedentes de las principales colecciones rusas, el Ermitage de San Petersburgo, y la Galería Tretiakov y el Kremlin, de Moscú, entre otras. Su objetivo es mostrar las aportaciones de los artistas rusos más allá de la popularidad de los iconos medievales y del peso de los experimentos de las vanguardias a comienzos del siglo XX. La exposición, que permanecerá en el Guggenheim hasta el próximo 3 de septiembre, quiere mostrar los episodios que se han sucedido en el arte ruso, sin olvidar la relación con Occidente a través de la llegada a las colecciones imperiales de la pintura creada en las grandes capitales artísticas de Europa, firmada por Rubens o Van Dyck.

¡Rusia! -organizada por un equipo de comisarios estadounidenses y rusos, entre ellos el director de la Fundación Guggenheim, Thomas Krens- arranca con una serie de iconos que reconstruyen parte de los muros del monasterio de San Cirilo del Lago Blanco, repartidos en cuatro museos durante la época comunista. El estilo del arte sacro no permaneció estático: obras posteriores demuestran como evolucionaron desde los primitivos modelos bizantinos hasta crear un lenguaje propio.

El primer cambio de rumbo que muestra la exposición llega con el nacimiento del arte secular en Rusia, de la mano de Pedro el Grande en el siglo XVIII. La zarina Catalina la Grande comenzó a coleccionar arte occidental y a favorecer la formación académica de los artistas. El resultado fue el surgimiento de un género oficial de retratos, como los firmados por Dimitri Levitski, al estilo de sus coetáneos europeos.

Los organizadores de la exposición han subrayado las aportaciones de los artistas del siglo XIX, seleccionando retratos románticos, representaciones intemporales de la vida campesina, escenas de la vida de Jesucristo y tumultuosas marinas de artistas como Orest Kiprenski, Alexei Venetsianov, Karl Briulov e Iván Aivazovski.

La generación de la segunda mitad del XIX, los llamados pintores Ambulantes, rompieron con las ataduras académicas y llenaron el arte de crítica a las brutales condiciones de vida y la represión política de la época. Las obras de los Ambulantes -Ilia Repin, Iván Kramskoi, Nikolai Gue y los paisajistas Isaac Levitan e Iván Shishkin- crearon, con obras como Los sirgadores del Volga, de Repin, las bases contra las que reaccionaron años después los artistas de las vanguardias históricas.

¡Rusia! dedica un apartado a las colecciones de los comerciantes moscovitas Serguéi Shchukin e Iván Morozov que se interesaron por el impresionismo, el posimpresionismo, el fauvismo y el cubismo y compraron obras de artistas como Gauguin, Matisse y Picasso, de gran influencia en los artistas de la época. Con la entrada en el siglo XX comienza la etapa más gloriosa del arte ruso. El simbolismo de Mijaíl Vrubel abre paso a otros ismos protagonizados por Kasimir Malevich, representado con un Cuadrado negro, Natalia Goncharova y Mijaíl Larionov.

El siguiente salto histórico entra en el realismo socialista, impuesto por la era soviética a partir de 1934. Ahí aparecen los retratos de Lenin y Stalin, de Isaac Brodski, elevados a la categoría de símbolos de la época.

La muerte de Stalin en 1953 permitió a otros artistas adentrarse en temas más personales, como la pintura de Helio Korhez que muestra a un soldado que ha perdido un ojo en la II Guerra Mundial. La pluralidad de este apartado tiene por objetivo "cuestionar que el arte ruso entre 1930 y 1980 sólo se nutre de los mandatos del régimen o de la ideología contra el Estado", señalan los organizadores. Y al final las obras de los últimos años, instalaciones en su mayoría, conectan con la producción de cualquier otro lugar del mundo.

<i>Lenin en el Smolni, 1930, </i><b>de Isaak Brodski (1883-1939), obra perteneciente al Museo Histórico Estatal de Moscú.</b>
Lenin en el Smolni, 1930, de Isaak Brodski (1883-1939), obra perteneciente al Museo Histórico Estatal de Moscú.
Retrato de Agafia Dimitrievna (Agasha) Levitskaya realizado por su padre, el artista Dimitri Levitski (1735-1822), en 1785.
Retrato de Agafia Dimitrievna (Agasha) Levitskaya realizado por su padre, el artista Dimitri Levitski (1735-1822), en 1785.
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