_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El 'macrobotellón' y la amenaza fantasma

¿Existe alguna relación entre las protestas de los estudiantes franceses y las megaconcentraciones del botellón? Se ofrecen dos respuestas por parte de los medios y sus tertulianos. La de los tradicionalistas airados que condenan con firmeza el fenómeno del botellón, y la de ciertos situacionistas que tratan de ver en la simultaneidad francoespañola un síntoma de diversos males.

Para los primeros, nuestros vecinos denotarían seriedad al manifestarse contra la precariedad del trabajo, mientras los grupos nacionales serían banales. De este modo, entre ambas naciones se abriría una tremenda fosa. Aquellos vivamente preocupados por su futuro laboral y éstos sólo embebidos en pasárselo bien aquí y ahora.

Más información
Detenidos 37 jóvenes en Girona por los destrozos causados tras impedir la policía un botellón

En general, los diferentes análisis sobre los jóvenes actuales no les auguran demasiado provecho en el próximo futuro. Sea porque las condiciones económicas les perjudican, sea porque su dejadez moral les debilita respecto al talante de sus antecesores, el porvenir ha de presentárseles incierto. La conclusión, en fin, ampliamente compartida entre los especialistas, todos mayores de 15 años, es que el horizonte social se deteriora, la cultura se hunde, los anhelos pierden vuelos y la Tierra enferma cada día. Más que una generación, la nueva cohorte se contempla como los representantes de una degeneración. No leen, no visitan exposiciones, no se esfuerzan, no entienden la virtud del sacrificio, no se integran en las familias o en los partidos, se abstienen en las elecciones, faltan a la escuela, no creen en sus padres ni en Dios, se drogan y se hipotecan. Paralelamente se sumen en los videojuegos, se emboban con las pantallas y las retransmisiones deportivas, se fragmentan en los SMS, son bipolares, hiperactivos, padecen déficit de atención junto a una turbadora inclinación por el porro y el porno. ¿La muerte de la esperanza? ¿La muerte del vigor? Fin, en todo caso, de una época.

Todavía hace medio siglo -con cuyo mayo de 1968 se compara sin tino la actual revuelta francesa- la mayoría de los padres discutían con sus hijos. Violentamente, en efecto, y dirigiéndose las diatribas dentro de una esfera de ideologías y valores de nombres conocidos por ambas partes. Lo que sucede actualmente pertenece a otra dimensión. O, mejor: los caracteres del enfrentamiento pertenecen a dimensiones distintas.

En Francia, los jóvenes airados no propugnan otro orden concreto pero tampoco les quedan ilusiones para seguir en éste. Aspiran a sobrevivir y se defienden no ya de la explotación sino de la condenación, puesto que un desempleo que afecta en las banlieues a casi el 50% de los chicos se parece demasiado a una pandemia aviar que aniquila simultáneamente a los pacientes y al mismo sistema general de sanidad.

En general, el sistema se colapsa y ya nunca, en su interior, caben las soluciones. Cuando el verano pasado se quemaban coches sin tasa los jóvenes franceses representaban en forma de espectáculo de masas el discurso nihilista sobre el fatal destino inmediato. Más o menos aquello mismo que hacen los jóvenes españoles, en un acorde de alcohol y no de fuego, con el masivo espectáculo del botellón. La luz del día y su horario organizado pertenecen a la generación de los padres. La noche sin reglas es el territorio de la nueva generación, cuya característica no es ya la diatriba hacia los superiores sino la indiferencia.

El posible sistema en trance de inauguración no se proclama, por tanto, antisistema, puesto que no obtiene del anterior su inspiración ni su propia afirmación. La deliberada pasividad del botellón, la impuesta falta de empleo, el abstencionismo electoral, el absentismo escolar, la fatiga crónica es el correlato, de un lado u otro, del sinsentido del sistema y el sinsentido de la oposición.

¿Recalentamiento del planeta? ¿Licuefacción de los polos? La licuefacción del pensamiento, la licuefacción de alternativas se confunden con la implosión de la actual cultura, de la política imperante, del conocido mundo de la razón. La gripe aviar llega así, en nuestros días, sobre el terreno mejor dispuesto para efectuar la gran mutación.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_